El pasado fin de semana noventa toneladas de «armamento letal», como lo calificó Estados Unidos, aterrizó en el aeropuerto de Boríspol en Kiev. Washington emitió un comunicado en el que anunciaba que se trataba de: «el primero de varios envíos», por un valor total de, «200 millones de dólares, en asistencia de seguridad», destinado a las «Fuerzas Armadas de Ucrania». La Casa Blanca advirtió de que si persiste esta escalada de violencia y Vladimir Putin da el paso fatal de ordenar la invasión de Ucrania, no escatimará en gastos de defensa para la antigua república de la Unión Soviética. A rebufo de sus palabras y previo visto bueno de Joe Biden, algunos de los países aliados comenzaron a enviar material bélico de corto alcance.
Estonia es uno de ellos. Compró y envió una selección de misiles antitanque portátiles «made in USA» FGM-148 Javelin. Cada proyectil tiene un peso de 11,8 kilogramos, un alcance máximo de 4,7 kilómetros y cuesta 153.690 euros cada unidad. Con cabezal inteligente, una vez disparado se dirige de forma automática al objetivo programado.
Lituania también envió una tanda de misiles pero en este caso se trata de los FIM-92 Stinger tierra-aire, acondicionados con un sistema de rastreador con rayos infra rojos. Esta arma es de uso habitual en las fuerzas lituanas. Su peso es de 10 kilogramos y tiene un alcance máximo de 5,5 km. Cada misil se vende en el mercado a 35.569 euros.
Armas para UcraniaJosé Juan Kindelan
Reino Unido, histórico aliado de Estados Unidos, no pidió nada a cambio ni cobró por los más de mil misiles anti tanques NLAW de corto alcance (cada uno cuesta 23.855 euros). De fabricación doméstica, en colaboración con Suecia, responde a un sistema de control de tercera generación conocido como «dispara y olvida». El ministro de defensa, Ben Wallace, anticipó que todo el apoyo material sería «armamento ligero antitanques» de «corto alcance» para un uso «claramente defensivo». Dicho esto, sorprendió con una coletilla: «No son una amenaza para Rusia» (sic).
Alemania, poco entusiasta con el clima de tensión creciente y reticente a cualquier movimiento bélico, o decisión que pueda alimentar una escalada de tensión, rechaza distribuir armamento en Ucrania. De momento, se cura en salud y anuncia el envío de un hospital de campaña. La entrega está prevista este mes de febrero y su valor se estima, con todo el equipamiento, incluidos quirófanos, en 5,3 millones de euros. La ministra de Defensa, Christine Lambrech fue transparente al informar: «El suministro de armas no sería útil en este momento. Ese es el consenso en el Gobierno federal». La respuesta de Andrij Melnik, embajador de Ucrania en Berlín, fue solicitar con «urgencia 100.000 cascos y chalecos antibalas para los voluntarios que acaban de alistarse para defender su patria junto con las Fuerzas Armadas».