
El ganador de las elecciones de Rumanía, Nicusor Dan, en Bucarest
Nicusor Dan, el matemático rumano que se hizo liberal y europeísta en el momento oportuno
Nicusor Daniel Dan (Fagaras, 20 de diciembre de 1969), presidente electo de Rumanía desde el pasado domingo tras su nítida victoria –más del 54 % de los votos– frente al soberanista George Simion, no siempre defendió los ideales «abiertos, liberales y progresistas» que le permitirán ocupar el Palacio de Cotroceni durante los próximos cinco años. En 2000, por ejemplo, publicó un artículo en la revista Dilema en el que manifestaba su rechazo al «comportamiento homosexual en los espacios públicos de Rumanía», calificándolo de «atentado contra los valores tradicionales» y la «legítima identidad colectiva».
Aún en 2017, cuando abandonó la Unión Salvar Rumanía cuando este partido se opuso a una enmienda constitucional que pretendía redefinir el matrimonio como la unión del hombre y la mujer. No tanto para defender los valores tradicionales por los que había dado la cara 17 años antes como para no ahondar en la polarización social. Este último argumento le importa bien poco hoy en día, pues Dan ha sido elegido apoyando claramente la agenda gay.
Si bien lo que realmente la ha llevado hasta la Presidencia de la República ha sido el haber sabido captar la doble fibra atlantista y europeísta de la mayoría de la población rumana. Respecto de la OTAN, el elemento popular se ha conjuntado con el riesgo geoestratégico: una victoria de Simion, que, aunque se haya esforzado en desmentir que no mantiene vínculos con Rusia, sí que abogaba por interrumpir la ayuda militar a Ucrania, hubiera desencadenado un terremoto en un país, Rumanía, que comparte frontera con el país de Volodimir Zelenski y con Moldavia –otro de los objetivos del apetito de Vladimir Putin–, y que, además, está bañado por el mar Negro. Por lo tanto, con Dan, Rumanía conservará su estatus de pieza clave del flanco oriental de la Alianza Atlántica.
Algo distinta es la relación de la nación balcánica con la Unión Europea (UE): sin que los rumanos sean europeístas fervorosos, son conscientes de que en los 18 años que llevan en la órbita de Bruselas, su Producto Interior Bruto por habitante se ha acercado en 34 puntos –del 44 al 78 %– al promedio europeo. Tampoco los rumanos –la participación ha sido masiva en la segunda vuelta de los comicios presidenciales– han querido un salto al vacío en este aspecto.
Mas el innegable acierto demoscópico y sociológico de Dan podría pronto convertirse en espejismo si no resuelve pronto, o por lo menos alivia, los problemas de vida diaria de unos rumanos que soportan la inflación y el déficit público más altos de toda la UE. Asimismo, para dar otra muestra de la gravedad de la situación económica de Rumanía, se calcula que en los últimos años han abandonado el país entre cinco y ocho millones de habitantes. Será uno de los principales retos del nuevo mandatario frenar esta sangría.
¿Lo podrá? Simion y los suyos siguen fuertes en el Parlamento; y si han sido derrotados, no han sido aplastados, conservando, así las cosas, la capacidad de explotar fácilmente el más mínimo estallido social. Una hipótesis siempre plausible en Rumanía: los hechos de los últimos 35 años –desde que cayó la dictadura de Nicolae Ceausescu– lo demuestran ampliamente.
Bien es cierto que Dan dispone de una importante baza: no es un político al uso. Matemático de altos vuelos –venció de joven dos campeonatos internacionales de matemáticos–, empezó en la vida pública por medio del activismo, ya fuera éste el de la lucha contra la corrupción –ya se verá cual es su balance en la materia como presidente– o en defensa del patrimonio histórico. Así se convirtió en un popular alcalde de Bucarest tras dos intentos fallidos. Pero gobernar Rumanía es otra cosa.