Las claves del plan de Netanyahu para ocupar toda Gaza en un período de cinco meses

El pasado mes de marzo, cuando en Gaza reinaba un frágil alto el fuego, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, decidió, de manera unilateral, romperlo y bombardear de manera masiva la Franja, causando cientos de muertes y reiniciando un conflicto que a día de hoy se mantiene. Días antes, los socios más radicales de su coalición habían amenazado con tumbar al Gobierno y no aprobar los presupuestos si no reiniciaba el conflicto contra Hamás.

El pasado mes de junio, Netanyahu salvó a última hora la votación preliminar planteada por la oposición, a la que amenazaron con sumarse, de nuevo, sus socios más radicales, para tumbar el Ejecutivo. Horas después, Israel lanzó una histórica operación bombardeando Irán en la ya conocida como Guerra de los Doce Días, que se resolvió cuando Estados Unidos se sumó a la contienda y dejó a la República Islámica inoperante.

Hace menos de un mes, de nuevo los socios de la coalición gobernante amenazaron con salirse de la misma y dejar caer al Gobierno cuando se reanuden las sesiones parlamentarias. A eso se le suma que los procesos penales contra el primer ministro por sus causas de corrupción siguen adelante, a pesar de que el Gobierno intentó destituir a la fiscal que lleva el proceso —el Supremo paralizó la medida—. Con el agua al cuello, Netanyahu ha vuelto a recurrir a lo único que sabe hacer: la guerra. Este jueves, y a pesar de la opinión contraria de buena parte de la cúpula militar israelí, el país hebreo dio el visto bueno a aumentar su ofensiva para hacerse con el control total de la franja de Gaza.

Este movimiento, que según el primer ministro, busca tomar Gaza, expulsar a Hamás y «liberar a la población gazatí», pero no anexionarse el enclave, cuenta con el visto bueno de varios de los halcones de su gabinete que le permitirán mantener su Gobierno a flote, pero chocan con lo que piensa buena parte de la población israelí y también una gran parte de la cúpula militar del país.

Mientras se reunía en Jerusalén el Consejo de Seguridad, cientos de personas se manifestaban en las principales ciudades del país contra esta nueva decisión del Gobierno. Paralelamente, el jefe del Estado Mayor de la Defensa israelí, Eyal Zamir, también presentaba su rechazo al plan. En el centro de las quejas se encuentra el mismo motivo: el riesgo que supondrá esta invasión para las vidas de los rehenes que siguen en manos de Hamás, y el agotamiento aún mayor de los reservistas israelíes tras casi dos años de guerra. De hecho, presentes en las manifestaciones se encontraban varios rehenes que estuvieron en Gaza y que fueron liberados en los anteriores acuerdos firmados entre Israel y Hamás.

Netanyahu, sin embargo, ha optado por avanzar. En la madrugada de este jueves, el Gobierno publicó un comunicado oficial en el que se anunciaba que el Gabinete de Seguridad —por mayoría— había aprobado su propuesta para la derrota de Hamás. En ese documento, el primer ministro detalló cinco principios que regirán la operación final: el desarme total de Hamás, el regreso de todos los rehenes —vivos o fallecidos—, la desmilitarización completa de la franja de Gaza, el control de seguridad israelí sobre el enclave, y la creación de una administración civil alternativa que no esté dirigida ni por Hamás ni por la Autoridad Palestina.

Una «mayoría decisiva» del gabinete, según Netanyahu, consideró que cualquier plan alternativo no lograría ni la derrota del grupo islamista ni la liberación de los secuestrados.

Sea como fuere, y a pesar de no contentar a todo el mundo, Netanyahu seguirá adelante con su plan. El mandatario tiene la intención de ocupar el 100 % del enclave —se calcula que ya controla, directa o indirectamente, el 88 % del mismo— en un plan de cinco etapas que durará entre cuatro y cinco meses.

La primera fase consistirá en asediar y apoderarse de la Ciudad de Gaza, evacuando para ello a más de un millón de gazatíes que serán desplazados a la ciudad de Mawasi, que ya se encuentra abarrotada por todas las personas que han ido a buscar refugio allí. Desde Israel calculan que esta primera parte de la escalada durará en torno a dos semanas, durante las cuales buscarán que infraestructuras civiles queden vacías y expandirse por los campamentos en los que las Fuerzas de Defensa de Israel todavía no han operado.

Posteriormente, en la segunda fase, Netanyahu espera que su amigo Donald Trump entre en escena y, mediante la Fundación Humanitaria para Gaza que controlan Israel y Estados Unidos, se establezcan nuevos puntos de reparto, triplicando la organización actual. Controlando más la distribución de los alimentos, la idea de ambos países es debilitar todo lo posible a Hamás y su poder dentro del enclave.

Desde hace meses, Trump y Netanyahu ya vienen comentado la posibilidad de convertir Gaza en un resort vacacional para lo que tendrían que desplazar, contra su voluntad, a miles y miles de gazatíes a países como Jordania o Egipto —que también han rechazado en numerosas ocasiones esta iniciativa—.

Mientras los ministros israelíes planean esta nueva ofensiva, la situación dentro de la Franja sigue siendo catastrófica. Más de 100 personas han muerto en las últimas 24 horas, más de la mitad de ellas mientras buscaban comida en puestos de ayuda humanitaria, varias personas han muerto de hambre —incluido un niño de dos años— y Médicos sin Fronteras ha denunciado que los puntos de distribución de ayuda son lugares «de asesinatos orquestados». Con esto encima de la mesa, el Ejecutivo israelí ha estimado que lo ideal no es detener la situación, sino elevarla hasta las últimas consecuencias. La ONU ya ha advertido que las consecuencias «serán catastróficas».