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Brendan Carr junto a Donald Trump

Brendan Carr junto a Donald TrumpAFP

Quién es Brendan Carr, el ariete de Trump contra los medios de comunicación

La suspensión y posterior restauración del programa de Jimmy Kimmel han colocado a la Comisión Federal de Comunicaciones, dirigida por Carr, en el punto de mira

Sobre la superficie, los hechos ocurridos en la televisión estadounidense en los últimos días no pasan de una cadena de acciones y reacciones. A saber: asesinan al activista conservador Charlie Kirk, el FBI descubre que el autor es un joven llamado Tyler Robinson, el presentador Jimmy Kimmel ironiza con que los seguidores de Trump «están desesperados por caracterizar a este chico como algo distinto a uno de ellos» y ABC, la cadena que emite el programa, decide suspender la emisión del show por estos comentarios.

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y detrás de la suspensión existe toda una maraña de intereses políticos que apunta al presidente, Donald Trump –que ya avisó en julio que Kimmel «sería el siguiente» tras la cancelación del programa de Stephen Colbert– y al presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), Brendan Carr.

Nacido en Washington D. C. hace 46 años, Carr empezó en 2012 una carrera como abogado que le llevó a convertirse en el asesor de Ajit Pai, entonces comisionado de la FCC. Cuando Trump llegó al poder en primera instancia, nombró a Pai presidente de la FCC y Carr obtuvo los cargos tanto de consejero general de la organización como, posteriormente, de comisionado. En ese entonces ya se hizo notoria su postura crítica con China, su oposición a la neutralidad de la red y su defensa de una posición mucho más activa de la FCC frente a las grandes tecnológicas, a las que acusaba de censurar a los conservadores.

Mantenido en el puesto de comisionado durante la Administración de Joe Biden, su nombre volvió a salir a la primera línea mediática a finales del año pasado, cuando Trump ganó de nuevo las elecciones presidenciales y anunció que Carr sería el futuro presidente de la FCC, un cargo que finalmente asumió este pasado mes de enero. «Un guerrero de la libertad de expresión», le define el presidente republicano.

De primeras, Carr ya advirtió a las cadenas de televisión que, bajo su mandato, las licencias de emisión serían un «privilegio» condicionado al «interés público». En definitiva, abrió la puerta a que la disidencia mediática pudiera castigarse con sanciones económicas o directamente con la pérdida del permiso para operar.

Protestas Jimmy Kimmel

Protestas a favor de Jimmy KimmelREde

El caso estalló después de la suspensión de Jimmy Kimmel Live!. Carr calificó sus declaraciones como «verdaderamente enfermizas» y sugirió medidas regulatorias contra ABC, que finalmente decidió sacar el programa del aire de manera indefinida. Este lunes, casi una semana después, The Walt Disney Company, la empresa matriz de ABC, anunció que el show volvería a emitirse. Sin embargo, no todo fueron buenas noticias para Kimmel.

Nexstar, el mayor grupo de emisoras locales de Estados Unidos, decidió mantener el boicot al programa y, aunque no tiene la capacidad de prohibir su grabación, sí canceló su emisión en sus canales, lo que deja al show sin, aproximadamente, un 25 % de su audiencia. Es decir, Kimmel salvó su programa, pero pagando un precio por ello. Otros actores del ecosistema conservador mediático, como Sinclair, se sumaron en menor medida a esa presión indirecta.

Detrás del boicot de Nexstar está, como no, Carr. La compañía se encuentra en un proceso de compra de uno de sus mayores rivales, Tegna, en una operación que supera los seis mil millones de dólares y que necesita el visto bueno de la Comisión Federal de Comunicaciones. No es difícil imaginar las presiones que habrá ejercido el regulador para dañar la audiencia de Jimmy Kimmel.

Ahora la duda es si el presidente de la FCC hará pagar a Disney su desafío a los deseos de Trump. La compañía que fundó a Mickey Mouse quiere fusionar su plataforma Hulu con la rival Fubo, otra operación que requiere la luz verde de las autoridades. Y ahí la alargada sombra de Carr vuelve a poner en jaque el futuro de la televisión estadounidense. Como decía Trump, «un guerrero de la libertad de expresión».

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