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28 de marzo de 2024

Parl Sarkozy, padre del expresidente de Francia, en una exposición de su obras

Parl Sarkozy, padre del expresidente de Francia, en una exposición de su obrasAFP

Pal Sarkozy (1928-2023)

El extravagante padre de un presidente

Publicista de éxito, mantenía una relación cordial a la par que distante con su hijo, a raíz de un escandaloso divorcio a finales de los cincuenta

Parl Sarkozy, padre del expresidente de Francia, en una exposición de su obras
Nació en Budapest el 5 de mayo de 1928 y falleció el 4 de marzo de 2023

Pal Sarkozy de Nagy Bocsa

Cachorro de la nobleza rural húngara, la Segunda Guerra Mundial trastornó unos planes de vida muy precisos. Tras unos años de errancia, se afincó en París, donde triunfó como creativo publicitario. Se casó cuatro veces y tuvo seis hijos, entre ellos el vigésimo tercer presidente de la República francesa.

El destino de Pal Sarkozy de Nagy Bocsa se fraguó un día de 1947 en la Hungría ya comunista cuando su madre logró hacer creer a la Policía que se había ahogado en el lago Balatón. La realidad es que había abandonado su país clandestinamente –con un pequeño diamante en el bolsillo, que su madre le dio a modo de viático–, sediento de una libertad que nunca podría alcanzar en un país regido por los principios de la hoz y el martillo.
La primera parada de un periplo que resultaría rocambolesco fue Viena. Pero la capital austriaca estaba aún ocupada –aunque no en exclusiva– por el Ejército Rojo. No era, por supuesto, lo que buscaba. De allí pasó a Baden Baden, en Alemania. Sin éxito. Volvió a Austria; pero, esta vez, a Salzburgo, donde se topó con un reclutador de la Legión Extranjera, unidad de élite de un Ejército francés a la que había sido encomendada el control de la ciudad situada al pie de los Alpes orientales.
Sarkozy aceptó un reto que empezó en Sidi Bel Abbes, Argelia, donde supera las duras pruebas –manejo de armas, saltos en paracaídas…– en medio de un sol de justicia. La formación se completaba en Fréjus. Sin embargo, un médico militar, húngaro por casualidad, le declaró inapto para el combate en Indochina. Así fue como el joven llegó, sin un duro, a París a finales de diciembre de 1948, pasando su primera noche en una boca de metro de la plaza de l’Étoile.
El final de la existencia errante de Sarkozy coincidió con el inicio de un periodo en el que sobrevivió gracias a ocupaciones fugaces como la de recadero o maquetista, mientas brotaba su talento de dibujante y de creativo. Intentando ofrecer sus servicios, conoció a Andrée Mallah, Dadu, hija de un médico de ascendencia sefardita y originario de Salónica, afincado en Francia desde poco antes del inicio de la Primera Guerra Mundial. Como buen aventurero, le dijo que en seis meses estarían casados: la joven respondió a la osadía con una carcajada. Al final, fueron siete los meses de espera.
La mejora de la situación financiera de Sarkozy, que había alcanzado la estabilidad en el prometedor universo de la publicidad, permitió un feliz inicio de matrimonio, del que nacieron tres vástagos: Guillaume, Nicolas y François. Más el éxito profesional del padre de familia pronto desató su vertiente mujeriega: en 1959, Dadu se largó con los retoños a casa de su progenitor, el doctor Mallah.
Un episodio que dejó huellas en el futuro presidente de la República francesa. «No me gustó mi infancia», ha señalado en diversas ocasiones. Por la falta de dinero –Dadu empezó a estudiar Derecho con más de treinta años– y sobre todo por la ausencia de su padre. Este último, consciente del perjuicio que estaba causando, retomó el contacto con sus hijos. Un «servicio mínimo»: dos jueves al mes.
La profesión, eso sí, iba viento en popa, con la creación de su propia agencia y un notable incremento patrimonial, plasmado en la compra de una casa en Ibiza y en la adquisición de dos embarcaciones. Era el fruto de mucho trabajo y de un talento que llamó la atención de marcas como Procter & Gamble, para quien diseñó una campaña protagonizada por un niño inspirado en su hijo Nicolas.
Pero fue por cuenta de L’Oréal cuando destacó: propuso a una filial de la firma de cosméticos comercializar el primer tatuaje reversible. El producto fue presentado en una discoteca en mayo de 1968, bajo el ruido de los disturbios, y arrasó desde el principio. Por eso Dadu se permitió pedirle que fuera algo más generoso en relación con la pensión alimenticia de los hijos que tenían en común. Su exmarido aceptó.
Estos antecedentes –culminados con otras tres bodas– hicieron que cuando Nicolas fue elegido presidente, la opinión pública francesa descubriera a un padre con el que mantenía relaciones cordiales a la par que distantes. Pal Sarkozy estuvo presente en varios mítines de la campaña electoral de 2007, acudía con cierta frecuencia al Palacio del Elíseo, pero siendo perfectamente consciente de que la destinataria preferente del cariño del jefe del Estado era la madre. El padre se refugió en la pintura, exponiendo sus obras en diversos países europeos –en España en repetidas ocasiones–, mostrándose siempre educado y discreto, aunque sin hacer ascos a la proyección otorgada por su apellido.
Un apellido que había alcanzado la hidalguía en 1628 por obra y gracia de Fernando II de Austria, que quiso recompensar las hazañas del antepasado Miklos Sarkozy en su lucha contra los turcos. El linaje, típico de la nobleza rural húngara, se perpetuó en Szolnok, municipio situado a un centenar de kilómetros de Budapest y dio varios notables, entre ellos dos alcaldes de la localidad. Pal Sarkozy creció en la casa solariega de Alattyan y a finales de los años treinta fue enviado a un internado suizo, como cualquier hijo de su condición social. Pero al poco tiempo estalló la Segunda Guerra Mundial. Su vida cambió para siempre: no iba a ser rectilínea.
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