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09 de mayo de 2024

El obispo emérito de San Sebastián, Juan María Uriarte

El obispo emérito de San Sebastián, Juan María UriarteEFE

Mons. Juan María Uriarte (1933-2024)

Más vale tarde que nunca

El ya ex obispo de San Sebastián tardó más de nueve años en admitir que, durante su mandato episcopal, priorizó una búsqueda genérica de la paz sobre la atención a las víctimas del terrorismo

El obispo emérito de San Sebastián, Juan María Uriarte
Nació en Frúniz (Vizcaya) el 7 de junio de 1933 y falleció en Bilbao el 17 de febrero de 2024

Juan María Uriarte Goricelaya

Obispo de San Sebastián

Obispo auxiliar de Bilbao de 1976 a 1991, de Zamora desde 1991 a 2000, año en que fue nombrado obispo de San Sebastián, cargo que desempeñó hasta 2009, siendo sustituido por monseñor José Ignacio Munilla. En 2017, fue galardonado con el Premio Sabino Arana por el Gobierno autonómico vasco

Hubo que esperar a 2018 a que monseñor Juan María Uriarte Goricelaya, cuya renuncia –por motivos de edad– a la diócesis de San Sebastián había sido aceptada nueve años antes por Benedicto XVI, admitiese públicamente que, durante su mandato episcopal, priorizó una búsqueda genérica de la paz sobre la atención a las víctimas del terrorismo. Tardó, pero lo hizo.
Porque en los tímpanos de muchos aún resuena el contenido de la homilía que pronunció Uriarte en mayo de 2000 durante el funeral en memoria del columnista José Luis López de Lacalle, vilmente asesinado por Eta un domingo por la mañana mientras desayunaba en una cafetería de Andoáin: el prelado estimó oportuno reclamar el acercamiento al País Vasco de los terroristas encarcelados -en más de una ocasión se refirió a ellos como «presos políticos»– a lo largo y ancho de la geografía española así como un diálogo con todas las fuerzas políticas; entiéndase, incluso con una Batasuna que se negaba a condenar la violencia terrorista.
Retórica chocante si se tiene en cuenta que Uriarte había sido nombrado en San Sebastián para impulsar un cambio de rumbo respecto de las dos décadas de gobierno episcopal del defenestrado José María Setién. Este último era conocido por su actitud displicente para con las víctimas de terrorismo y su comprensión hacia sus verdugos.
En la elección de Uriarte como obispo de la urbe donostiarra tuvo mucho que ver su papel como mediador entre el Gobierno de José María Aznar y representantes de la banda terrorista a finales de los noventa. Una de las bazas que jugó a su favor fue su parentesco con la entonces influyente dirigente de Batasuna, Jone Goricelaya. Concretamente, la tarea de Uriarte consistió en presidir una reunión entre ambas partes en Burgos en diciembre de 1998. Fue el preludio de la celebrada unas semanas más tarde en Zúrich, ya sin la presencia del obispo, y que sirvió para que Eta decretara una tregua temporal antes de retomar sus asesinatos.
Uriarte tenía experiencia de situaciones político-eclesiales tensas desde que en 1976, con 43 años, fuera el elegido de Pablo VI para asistir, en calidad de obispo auxiliar, al entonces titular de la diócesis de Bilbao, monseñor Antonio Añoveros, que dos años antes había enfrentado una expulsión de España –que no se llevó a cabo por la gestión in extremis del cardenal Vicente Enrique y Tarancón ante el Gobierno de Carlos Arias Navarro– por su defensa del idioma vasco. Uriarte siguió con las mismas funciones bajo la autoridad del sucesor de Añoveros, monseñor Luis María de Larrea.
En un plano estrictamente eclesial, Uriarte, que completó su formación teológica con una Licenciatura en Psicología, gozó de una excelente fama como predicador de ejercicios espirituales y seguimiento, religioso y humano, de sacerdotes.
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