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09 de mayo de 2024

HORIZONTERamón Pérez-Maura

España en la distancia

'The turning of the tide'. Cambia el movimiento de la marea. Ojalá. Pero todavía no estoy seguro de si no puede ir a peor. Y si empieza a subir ahora, es probable que nos ahogue

Actualizada 01:56

Una de las muchas ventajas de los días del verano es que te permiten contemplar nuestra dura realidad española desde la distancia y eso ayuda a contextualizar. Porque se ven disparates en todas partes. Leo en estas páginas una reivindicación de Pablo Iglesias Posse en la que se le presenta como uno de «los socialistas honrados, auténticos patriotas, preocupados genuinamente por la cosa pública. Esta lista está encabezada por el viejo Pablo Iglesias. De él dijo el dictador Primo de Rivera con motivo de su muerte: 'El respeto que merece la memoria del más inteligente y patriota de lo socialistas españoles, Pablo Iglesias, se funda en que jamás, mientras que dirigió las masas obreras, admitió la actuación por la violencia'». No paramos de mejorar. Supongo que es una cita irónica. Porque es bien sabido que el 7 de julio de 1910 en el Congreso de los Diputados, Pablo Iglesias proclamó que contra Antonio Maura estaba justificado el magnicidio. Esto llegaba nueve meses después del fin del Gobierno Largo de Maura. Y a esto le llamaba Primo de Rivera «jamás admitir la actuación por la violencia». No tengo más que añadir al respecto.
Y desde la distancia he contemplado perplejo las palabras del presidente del Gobierno en Ermua humillando la memoria de Miguel Ángel Blanco al decir que España y Euskadi son países en libertad. Una «libertad» que habrían dado a los de Euskadi los que asesinaron a Blanco. Y proclama de Sánchez realizada en presencia de Su Majestad el Rey. En la degeneración de nuestra situación política cada vez es más evidente el papel secundario al que se somete al Monarca y en posiciones que nunca en el pasado eran aceptadas por el Rey. Ni Don Felipe, ni Don Juan Carlos. El del pasado domingo era un acto que no integraba, sino que disgregaba. Un acto de una parte, que otra, la de las víctimas, la más importante de todas, no consideraba como suyo. Sánchez ha escogido el lado de los asesinos. El de los herederos de ETA. Él es un político que puede escoger libremente dónde situarse y sus votantes verán si se lo compran. Pero es totalmente inaceptable poner al Rey de España en el brete de presidir un acto así y encima humillarlo proclamando que España y Euskadi son dos entidades equiparables.
Navego por el sur de Italia, una república cuya unidad sólo tiene 151 años de antigüedad frente a los 512 años que tiene el Reino de España desde que Fernando el Católico incorporó a Navarra. En Italia las voces que llaman a la ruptura de la unidad nacional son absolutamente marginales. La Liga Norte, que llegó a tener un papel relevante en el Gobierno nacional, especialmente tras dejar de reivindicar supuestos derechos de la Padania –una entidad territorial inventada, como lo son varias de las autonomías españolas– y pasar a llamarse simplemente Liga para poder presentarse en todo el país con alguna esperanza de réditos. Le ha ido bastante bien. A mí me recuerda a una reinvención de la Operación Roca de 1986, que intentó sacar a Convergencia i Unió de Cataluña. Solo que Roca fracasó y Matteo Salvini ha triunfado.
Me produce melancolía comparar la unidad de España con la unidad de Italia. Y escribir sobre ello unas horas después de pasear por el deslumbrante palacio de Caserta que se construyó por orden de su Rey Carlos VII, que sería nuestro gran Monarca ilustrado Carlos III. Un gran amigo, empresario con un efímero paso por la política en la Transición en las filas socialistas de Tierno Galván, me decía ayer en relación a la cita de los «dos países libres»: The turning of the tide. Cambia el movimiento de la marea. Ojalá. Pero todavía no estoy seguro de si no puede ir a peor. Y si empieza a subir ahora, es probable que nos ahogue.
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