Fundado en 1910

25 de abril de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

La lorza es bella

Irene Montero se dedica a fabricar inseguridades, desamparos y urgencias de protección falsas. Así, justifica la talegada que se gasta en políticas de igualdad. Mientras tanto, las muertas por violencia machista siguen creciendo

Actualizada 16:33

El Ministerio que dirige Irene Montero es una factoría de crear agravios, ofensas, miedos, malestares y, como consecuencia, seres débiles que lleguen a la inevitable conclusión de que la necesitan a ella para encarar su maltrecho día a día. A las mujeres discriminadas, a los homosexuales, a los transexuales, al género fluido, a las menstruantes, a las parturientas maltratadas por los violentos obstetras, se unen ahora como potenciales víctimas, las mujeres con sobrepeso (de las que proclama su libertad para acumular kilos en contra de la doctrina de su compañero Alberto Garzón), las no depiladas y las mastectomizadas.
Lo de menos, con ser grave, es el pago de 4.500 euros a Arte Mapache por hacer una chapuza sideral, que consiste en montar un cartel contra los estereotipos que, bajo la tontuna de El verano también es nuestro, ha usado sin permiso fotografías de señoras que lucen los kilos que les da la real gana tener, de otras con las huellas de una operación o, incluso, de una modelo a la que le han borrado una pierna ortopédica (y eso que se buscaba una imagen inclusiva). Lo más preocupante es la vocación reeducadora de la panda de la tarta, la ingeniería social y cultura que persiguen las amigas de Montero, a las que en lugar de invitar a su casa de Galapagar las ha procurado buen sustento y cargo público.
Es decir, el empeño de la mujer de Pablo Iglesias (título que le llevó donde está) es hacernos entender nuestras severas limitaciones, nuestra condición de seres inferiores que de pequeñas jugábamos a las muñecas como claro signo de alienación; ciudadanas con enfermedades inhabilitantes como la regla; señoras que no pueden ser cortejadas por un señor porque permitirlo es tanto como consentir el acoso; alumnas que no pueden estudiar Magisterio o Enfermería sino Telecomunicaciones para romper la brecha académica; en definitiva, seres cuyo horizonte más inspirador es volver a casa solas y borrachas, sobre todo si tienen sobrepeso y no se depilan. En otras palabras, Montero nos salva de nuestra tozuda realidad: ser mujer es una auténtica porquería.
Pero ahí está ella, con sus 525 millones de euros de presupuesto, para liberarnos de nuestras propias miserias. Hasta hoy mismo, en la playa convivían humanas de toda condición y medidas, carnes tolendas y cinturas de avispa, axilas rasuradas y otras frondosas, mujeres venturosamente con sus dos pechos y otras, superando una operación imprescindible para sobrevivir al cáncer, sin que nada de esa diversidad sirviera como repugnante excusa para señalarlas bajo las sombrillas. Es su Ministerio el que crea complejos para reivindicarse: es el que señala y el que crea problemas donde no los hay.
Por ello, Montero se dedica a fabricar inseguridades, desamparos y urgencias de protección falsas. Así, justifica la talegada que se gasta en políticas de igualdad, que son solo motivos para la desigualdad que hasta nos fijan los puntos violetas para ser socorridas en el autobús. Mientras tanto, las muertas por violencia machista siguen creciendo y ni una sola de sus mamarrachadas ha servido para colaborar en políticas educativas que reduzcan las espantosas estadísticas.
Por mucho que lo intente, nadie nos va a convencer a las mujeres de que ella nos salvará de nuestros miedos. Para miedo el que nos da que un grupo de desahogadas se gaste nuestro dinero en sus freudianas obsesiones mientras autónomas (el 36,6 % de todo el colectivo), madres y paradas no han visto ni una medida razonable que las alivie de la dura condición de vivir en un país cuyo Gobierno en descomposición centra sus energías en las corbatas y en las lorzas.
Comentarios
tracking