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24 de abril de 2024

El carácter españolAmando de Miguel

El carácter español y la violencia

La creencia establecida es que los españoles somos un pueblo extremadamente violento, sanguinario

Actualizada 16:36

La creencia establecida es que los españoles somos un pueblo extremadamente violento, sanguinario. ¿Qué hay de cierto en ello?
Desde la época de la Restauración hasta la guerra civil de 1936, la violencia extrema fue alta y creciente. La cual supone la intención de hacer el mayor daño posible a uno mismo (suicidio) o a otra persona (homicidio). Se excluye la defensa propia y la que se ejerce en nombre de la Justicia. Cabe la duda de si esta última es moralmente aceptable por toda la población. Por ejemplo, hasta la llegada de la democracia, estuvo vigente la pena de muerte. Su supresión fue un progreso. Todavía, hoy se encuentra vigente en algunos países.
Hace cuatro o cinco generaciones, la tasa de violencia extrema fue muy alta, incluso con casos de magnicidio. En la época de la República, la violencia fue constante y creciente. No se olvide el dato simbólico de la quema de iglesias y conventos en diversas ciudades españolas a un mes de proclamarse el régimen republicano. La guerra civil fue, naturalmente, muy cruel, pero, aún más en las respectivas retaguardias. Durante el franquismo, se atenuó mucho la tendencia de la violencia, digamos, privada. Bien es verdad que hay que añadir la represión autoritaria, la presencia de los guerrilleros comunistas («maquis») y, más tarde, la de los terroristas vascos (ETA).
Las dos últimas generaciones, en la época democrática, han supuesto una minoración progresiva de los casos de violencia extrema, con la excepción de los últimos episodios de los terroristas vascos. Se añaden algunos episodios del terrorismo islamista. De modo general, la tasa de muertes violentas se sitúa en el intervalo de las máss bajas del mundo. Hay que precisar, además, que muchos homicidios se producen por parte de inmigrantes extranjeros. Es una asociación que se da en otros países europeos y que las autoridades españolas tratan de ocultar para que no cunda la xenofobia. Lo curioso es que el descenso de los casos de violencia extrema es correlativo de la plena incorporación de España al desarrollo económico, común al resto de Europa.
En nuestro país, lo que sí se advierte es la difusión de la creencia de que los países con democracias modélicas (Estados Unidos de América, Reino Unido, los países escandinavos) constituyen sociedades pacíficas. No es cierto. Precisamente, esos países testimonian un alto nivel de violencia extrema, amén de otras manifestaciones de desorganización social.
Un dato paradójico, en España, es que la propaganda política reciente disemina la idea de que es muy alta la tasa de «violencia de género» (uxoridio). Se dedica a su prevención todo un ministerio de corte feminista muy radical. La realidad es que ese tipo de delincuencia representa, entre nosotros, una tasa moderada y decreciente. Lo grave es que, con ese tratamiento tan ideologizado, se ocultan otras formas de violencia dentro de los hogares. Aun así, lo decisivo es que la actual sociedad española es bastante pacífica.
No se puede concluir que los españoles de la época contemporánea sean, siempre, tan violentos como lo fueron en la primera parte de ese periodo. En el cual predominaba la escasez, la desigualdad y la presencia de movimientos revolucionarios, además, de un desatado anticlericalismo. Todos esos factores contribuían a atenuar el sentido de culpa que se podía haber despertado en las personas agresivas o violentas. El posterior desarrollo económico (verdaderamente, excepcional) no aceleró la tasa de violencia, sino que la redujo. No hay, pues, una suerte de carácter español de extrema agresividad para todos los tiempos, como si fuera una tara genética o racial.
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