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25 de abril de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

Corinna y Ussía

Ella repite por sexta vez lo que ya ha difundido en ocasiones anteriores y los periodistas no le hacen la más mínima pregunta incómoda. Esto no es periodismo, esto es hagiografía

Actualizada 01:30

Recuerdo bien el día que me tocó en la redacción de El Debate recibir y firmar la citación judicial para un acto de conciliación previo a la querella con la que nos amenazaba Corinna Larsen. Querella contra la empresa editora de El Debate y contra Alfonso Ussía, que tenía como objetivo muchísimos miles de euros. Era la primera que recibía este periódico en su segunda andadura. Me alegra decir que además de ser la primera, sigue siendo la única. Y que el señor juez ha decidido archivar la demanda.
Es la segunda mala noticia judicial que recibe Corinna en nueve días. El pasado día 8 tuvo en Londres una vista por su demanda contra el Rey Juan Carlos y la juez de esa causa estuvo durísima con ella, con su estrategia legal y hasta el abogado de la danesa tuvo que reconocer en algún momento que estaba perdiendo el hilo, ante lo que la juez le advirtió de la inconsistencia de sus argumentos. Y de la inmensa cantidad de dinero que estaba costando a las partes. Ese proceso, sin duda más importante y mediático que el librado contra Alfonso Ussía y El Debate, también pinta mal para ella. Pero hay que esperar a que concluya. El de Madrid también podría ella reabrirlo con un recurso de apelación. Pero las posibilidades de que prospere una apelación contra el archivo de una causa son escasas.
No les oculto que el que Corinna se fijase en El Debate me generó en su día cierta alegría. Evidentemente ser objeto de una querella nunca es bueno. Pero que un personaje como la mujer que mantuvo una relación adúltera con el Rey de España se fijara en este periódico era una prueba evidente de que lo que aquí se publica es relevante. La alegría es doble hoy cuando el juez decide archivar la causa con una contundente resolución en la que afirma, entre otras cosas, que «de una primera lectura, podría parecer que se utilizan expresiones, vocablos y sintagmas que pueden afectar al derecho al honor, entendido éste en sentido subjetivo, y el concepto que de sí misma pueda tener la querellante, pero lo cierto es que, dichas expresiones, tales como 'profesional del sexo', o 'zorrón desorejado', son expresiones, cada día más cotidianas, utilizadas incluso por ciudadanos, de todas las edades, y de forma coloquial, y en todos los medios de comunicación, entre ellos, y públicamente que no conllevan una connotación per se, de carácter injurioso, sobre todo si se tiene en cuenta que, como en el caso que se examina, se traen a colación con la literatura clásica o de otros autores, claramente conocidos como irónicos o satíricos, quienes utilizan expresiones referidas a personas que han ejercido profesiones o utilizado medios de vida, que, siempre que sean de manera voluntaria y con su pleno consentimiento, han merecido el respeto, y considerado como medio de vida para obtener sus fuentes de ingreso para las necesidades vitales más esenciales, sin que por ello puedan ser consideradas personas que han perdido su dignidad, es decir, que todo medio de trabajo es digno, si no ha sido llevado a cabo por medio de la comisión de delito alguno, por leve que sea el mismo, con independencia del vocablo o acepción que se utilice para su denominación, si no lo es con claro ánimo de injuriar o animus iniuriandi, que el querellado no reconoce haberlo llevado a cabo con ese ánimo, sino con el estrictamente satírico (…) lo que conduce a que deba acordarse el sobreseimiento de las presentes diligencias previas».
El pasado 6 de noviembre yo publicaba aquí una columna titulada «El perfume y la bazofia de Corinna» en la que me precipito a aclarar que la querella que estaba en curso contra este periódico no tuvo ninguna influencia en mis opiniones. Sostenía yo ahí que Corinna Larsen solo acepta trabajar con periodistas que se pliegan sin matices a sus exigencias de puesta en escena. Y que, por lo tanto, el podcast que se está distribuyendo una vez a la semana desde el 7 de octubre no iba a ser, como se afirmaba por la productora, un ejercicio de periodismo de investigación a cargo de dos afamados periodistas norteamericanos que han sido candidatos al premio Pulitzer en el pasado. Como era previsible, lo que se está emitiendo no tiene ni la más mínima investigación. Repite por sexta vez lo que Corinna ya ha difundido en ocasiones anteriores y los periodistas no le hacen la más mínima pregunta incómoda. Esto no es periodismo, esto es hagiografía.
A diferencia de lo que hacen El Debate o Alfonso Ussía, Corinna procura tener cerca a periodistas españoles y extranjeros que acepten sus reglas de juego. Sus versiones sobre unos hechos descritos por ella y de los que nadie puede confirmar sus verdades o mentiras –algunas muy evidentes. Y muchos españoles siguen escuchando fascinados ese podcast sin parar a pensar que el despecho es el mayor generador de mentiras. Y el odio la causa más común para perder querellas. Enhorabuena, querido Alfonso.
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