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16 de abril de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

Aznar dialogó con ETA y echó a la Guardia Civil de Navarra

La cuestión es qué negocias, y aquí está el matiz: no es lo mismo para dialogar las condiciones de una rendición que para pactar las cláusulas de una victoria a plazos

Actualizada 01:30

Hay una legión de periodistas, de políticos y de personajillos clandestinos, éstos empadronados en esas letrinas modernas llamadas redes sociales que tanto han contribuido a degradar la democracia, que responden sistemáticamente a cada rendición de Pedro Sánchez con el universo abertzale, primo hermano del separatismo catalán, con alguna de estas frases o todas ellas juntas:
-Aznar dialogó con ETA.
-Aznar acercó presos al País Vasco.
-Aznar hablaba catalán en la intimidad.
-Aznar echó a la Guardia Civil de Navarra.
-Aznar pactó con el PNV y con CiU.
Se me puede olvidar alguna, pero esos son los «grandes hits» en la réplica, ya débil desde el primer momento: si el mejor argumento que se tiene para defender lo indefendible es rescatar de la hemeroteca otros episodios similares, estaremos de acuerdo en que la defensa es endeble.
Si está mal, está mal, lo hagan Aznar o Zapatero, o Sánchez y su porquero. Pero vayamos más lejos, algo que el PP no suele hacer por alguna extraña razón, por lo demás muy habitual en los cuarteles generales del partido, donde al parecer no encuentran tiempo suficiente casi nunca para contestar con datos el relato, con hechos las ficciones y con cifras las mentiras.
Vayamos por partes, pues: Aznar negoció con ETA, efectivamente. ¿Y? Hacerlo es una obligación del presidente del Gobierno, se llame como se llame, como entrevistar al mismísimo diablo lo es para un periodista que se digne de serlo.
La cuestión es qué negocias, y aquí está el matiz: no es lo mismo para dialogar las condiciones de una rendición que para pactar las cláusulas de una victoria a plazos.
A Zapatero no se le reprocha que hablara con ETA, sino que lo hiciera para comenzar un trabajo que ahora remata Sánchez con su bochornosa cadena de concesiones que, al igual que con ERC, hacen innecesario el terrorismo o las declaraciones unilaterales de independencia.
¿Para qué va a dar un golpe de Estado el separatismo catalán, o volver a las armas su primo hermano vasco, si está llenando el zurrón de concesiones indignas para España que, además, le harán sentirse legitimado para volver a las andadas, blanqueado como nunca, cuando se les acabe el chollo sumiso que ahora ocupa la Moncloa?
Con el traslado de etarras ocurre lo mismo: no es lo mismo acercarlos a sus domicilios para romper la unidad de un colectivo clave en la banda terrorista, y convertir a algunos de sus miembros en delatores impagables; que hacerlo para liberarlos a continuación, entre homenajes públicos, con Bildu gobernando en la sombra en Navarra, a no muchos meses de hacerlo en el País Vasco y en cumplimiento de una exigencia del líder de una Batasuna sin capucha que dejó claro que esto iba de «Presupuestos a cambio de presos».
Y tampoco es lo mismo transferir competencias a Navarra con UPN (hoy un guiñapo gracias a ese presidente llamado Javier Esparza que ha hecho de tonto útil para Bolaños y Otegi) para consolidar la identidad constitucional de la Comunidad Foral que hacerlo para justo lo contrario: legitimar el odio abterztale a los Cuerpos de Seguridad, resumido en esa jornada de expulsión llamada «Ospe Eguna» que celebran cada año, entregándoles en bandeja la cabeza de la Benemérita.
En el barro todos se manchan, y nadie le discutiría a Sánchez que no llevara el traje impoluto si sus lamparones procedieran de un arriesgado intento de pacificar al separatismo de la única manera decente posible: haciéndole renunciar a sus objetivos y a sus medios violentos, a cambio de concesiones razonables, aunque difíciles de digerir, que en ningún caso conmuevan los cimientos del país ni rompan sus costuras institucionales.
Eso lo hubiera logrado este presidente sin principios, que lo mismo niega a Bildu o firma un 155 que se encama con todo el independentismo y añade al populismo a la bacanal, si a renglón seguido de sus concesiones le hubiéramos escuchado a los beneficiarios algo parecido a un mensaje de aceptación de la Constitución y de renuncia expresa a sus fines por métodos ilegales.
Pero, lejos de eso, lo que le hemos escuchado a Junqueras, Otegi, Aragonés, Ortúzar son mensajes de victoria, de legitimación, de redoble de campanas y de reforzamiento de sus objetivos: no han renunciado a nada, al contrario, se han cargado de razones políticas, jurídicas e institucionales para que, una vez dejen a la vaca sanchista sin leche, tengan más sencillo llegar a su meta.
«Presos por presupuestos», dijo Otegi. Y Sánchez no se limitó a escuchar o incluso a dialogar: tomó nota del pedido y, con infinita vergüenza, le está llevando a casa plato a plato de su comanda.
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