Fundado en 1910
Cosas que pasanAlfonso Ussía

Begoña de Montecristo

Acaece que la dejación periodística también coincide con el abandono de la ilusión de nuestra Condesa de Montecristo encerrada en La Moncloa. Está –eso me consta–, harta de la gimnasia, el ballet, las cartas, los juegos de adivinanza y las casas de muñecas

Actualizada 01:30

Estoy seguro de que el señor juez sigue con lo suyo, trabajando. Pero con algo de cansancio del periodismo no sujeto a pesebres y subvenciones detrás. Y sus posibles delitos siguen siendo los mismos, su asesora a dedo en La Moncloa ha sido imputada, y ella sigue llamándose Begoña Gómez, y llevando en torno a su cuello la cadena de oro y la medallita que le regaló su esposo en un alarde de originalidad en su leyenda: «Te quiero más que ayer pero menos que mañana». Es decir, que nada ha cambiado, exceptuando la constancia en la investigación. Pero intuyo al periodismo independiente más flojo. No es difícil, desde el poder omnímodo, agotar al personal curioso. Están decapitando al Estado, entregando España, manipulando su historia, volviendo del revés todo lo que se hallaba del derecho, para disfrazar de pequeña travesura las andanzas económicas y abusonas del poder, escondiendo al conejo del sombrero. El personal está harto del truco del sombrero y el conejo. Tengo un nieto que lo ejecuta a la perfección. Sucede que mi nieto que no tiene ochocientos asesores y miles de periodistas y acoplados dedicados a nublar su truco con otros mucho más sorprendentes. Pero cansancio aparte, Begoña sigue siendo Begoña, su marido se mantiene en la vicepresidencia del Gobierno atento a las órdenes Puigdemont, y su esposa se oculta en La Moncloa y no abandona el edificio ni para mover un poquito las piernas. Para mí, –carezco de pruebas y revelaciones–, que Sánchez ha encerrado a su mujer en una dependencia monclovita y ha ordenado a parte de su guardia que no le permitan ni asomar la nariz. –Vamos a tenerla oculta durante un tiempo, y cuando hayamos conseguido que España no tiene remedio, la dejamos y salir y a ver quién se atreve a relacionarla con Aldama, el IE, Koldo, Barrabés, Javier Aviones y El «África Center». Y ahí está, la pobre Begoña, como tenían los del FBI a Frank Pentangelli, el pobre delator de El Padrino II, al que sólo permitían jugar a las cartas o al billar. Al final, a Pentangelli le salió todo mal, hizo el ridículo, y terminó admitiendo las insinuaciones de Tom Hagen, que no fueron excesivamente conciliables.

Begoña ha deseparecido para una buena parte de los servicios de información. Pero yo les aseguro, como que Albares existe, que, encerrada o no, vive muy bien, está bien alimentada, su esposo cuando se dirige a ella le dice «cariño», y si tiene algún capricho pasajero, se lo proporcionan inmediatamente. Pero no le permiten salir de sus aposentos hasta que los periodistas pierdan la paciencia y manden a Begoña al rincón de los olvidos. Gracias a Dios, al juez Peinado no le sucede lo mismo, y está, erre que erre, cumpliendo con su deber, a sabiendas de la inutilidad de su persistencia.

Acaece que la dejación periodística también coincide con el abandono de la ilusión de nuestra Condesa de Montecristo encerrada en La Moncloa. Está –eso me consta–, harta de la gimnasia, el ballet, las cartas, los juegos de adivinanza y las casas de muñecas. Creo que las imágenes de la Princesa de Asturias trepando por los cuatro mástiles del «Juan Sebastián de Elcano» jugándose el tipo como sus compañeros guardiamarinas le han sobrepasado los celos. Y que ha ordenado que le instalen en la antigua zona de los bonsáis, un mástil más pequeñito para que los periodistas de La Moncloa la inmortalicen ascendiendo por el palitroque. Algo es algo.

Me limito a informar a los lectores que el juez Peinado sigue investigando. Que ya ha imputado a la enchufada de La Moncloa. Que ella está escondida. Que él empieza a sentirse inseguro, y que, en pocas semanas, La condesa de Montecristo será liberada cuando en su entorno no exista ni el condesado, ni el Montecristo ni la libertad.

Pero la información decaerá, porque el dinero ha ordenado que decaiga.

comentarios

Más de Alfonso Ussía

  • Fealdad y costumbrismo

  • El lobito bueno

  • Elogio de la coherencia

  • aussia
  • Arrepentido

  • Ponte en Kenya

  • tracking