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Desde la almenaAna Samboal

Bienvenido, Mr. Trump

Acusan a Trump de abusar de las mujeres los mismos que, a conveniencia propia, las ponen o las quitan de detrás de una columna, los mismos que amparan cuando no protegen a aquellos que se sirven de la prostitución y, para colmo, nos pasan a nosotros la factura

Actualizada 01:30

Se ha convertido en el perejil de todas las salsas. Si a Monedero le acusan de acoso y a Iglesias, Montero y Belarra de taparlo, se saca el comodín de Trump amenazando la aceituna o el acero. Si Errejón se enfrenta a un procedimiento penal por agresión sexual, aparece Stormy Daniels, la señora a la que pagaron para silenciar un affaire con el presidente de los Estados Unidos. Cuando Ábalos y su gran familia de beneficiarios del dinero público —es decir, el nuestro— desfilan ante los jueces del Tribunal Supremo, en las televisiones españolas se cuela Trump exhibiendo modales de pendenciero en el Congreso. Si Pedro Sánchez cede al fugado Puigdemont el control de las fronteras de España, el villano es el inquilino de La Casa Blanca, un malvado que estorba nuestra dulce siesta europea dejándonos a los pies de los caballos de Putin y, despiadado él, amenaza incluso con expulsar al Averno de su propia patria al mismísimo príncipe Harry.

Trump cumple a la perfección con el perfil del malo de la película. A los constructores del relato político en nuestro país, esos que cada veinticuatro o cuarenta y ocho horas nos cuentan un cuento para tenernos entretenidos, les viene que ni pintado. El personaje es zafio hasta la extenuación, bravucón y prepotente sin límite conocido. Para una opinión pública acostumbrada al espectáculo veloz que sirven las redes sociales, a los relatos propios de las series cocinadas para servirse en plataforma, el marido de la bella Melania es el comodín perfecto para hacer un giro de guion en la vida política nacional cada vez que la realidad pone contra las cuerdas al gobierno. Y sin embargo se parecen demasiado.

Acusaron a Trump de poner las instituciones al servicio de su causa porque nombró a jueces afines en el Tribunal Supremo los que en España han usado a la Fiscalía General del Estado contra un ciudadano particular con el único fin de obtener rédito político. Acusan a Trump de racista los que han entregado a los xenófobos de Junts el control de las fronteras nacionales, los mismos que, en nota de prensa, coronada por el puño y la rosa, convierten a los españoles en inmigrantes en su propia tierra, en Cataluña. Acusan a Trump de golpista por alentar el asalto al Capitolio los que, en su día, amenazaban con asaltar el Congreso, cuando no los cielos y los que se juramentan públicamente para gobernar de espaldas al Parlamento. Acusan a Trump de abusar de las mujeres los mismos que, a conveniencia propia, las ponen o las quitan de detrás de una columna, los mismos que amparan cuando no protegen a aquellos que se sirven de la prostitución y, para colmo, nos pasan a nosotros la factura. Al menos, el americano pagaba con su propio dinero.

Trump es el recurso fácil para desviar la ira de la opinión pública, el títere perfecto del que mofarse. Los que nos mandan aquí exhiben sus mismos vicios, pero procuran taparlos dándonos lecciones de moral.

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