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El ojo inquietoGonzalo Figar

Vayan a Puy du Fou

Un proyecto que demuestra que sí hay demanda para una cultura con raíces, que sí hay espacio para un entretenimiento con identidad. Que no todo tiene que ser light, globalista, deconstruido, infantilizado. Que también se puede emocionar y despertar la curiosidad con historia

Actualizada 01:30

La semana pasadattuve la oportunidad de visitar Puy du Fou, en Toledo. No sabía muy bien qué esperar: había oído hablar del parque, de su éxito creciente, de su propuesta cultural, pero no imaginaba lo que me iba a encontrar. Y, sinceramente, salí impresionado.

Puy du Fou no es un parque temático al uso. No hay montañas rusas ni atracciones mecánicas. No se va a hacer cola para subirse a una máquina; se va a ver. A escuchar. A emocionarse. Porque Puy du Fou es una experiencia basada en la historia de España, contada con belleza, espectáculo y emoción. Su propuesta no es la adrenalina, sino el asombro: grandes dramatizaciones en directo, música, fuego, danza, animales, actores, tecnología.

Toda la ambientación está cuidada hasta el último detalle: desde las calles y mercados medievales, hasta los restaurantes, trajes y escenografías. Pero lo más impresionante, sin duda, son los espectáculos. Escenarios gigantescos que giran, plataformas que se elevan, juegos de luces, efectos especiales, escenas coreografiadas con animales y fuego real. La calidad técnica es simplemente imbatible. A nivel de producción, esto no tiene nada que envidiar a Broadway ni a Las Vegas. Es arte escénico de primer nivel.

¿Y qué se representa? Pues episodios clave de nuestra historia. Por ejemplo, hay un espectáculo sobre el Cantar del Mio Cid. Otro repasa la conversión del rey visigodo Recaredo. Otro set nos adentra en el viaje de Colón al Nuevo Mundo, y hay también una recreación brillante del Siglo de Oro centrada en Lope de Vega. Uno de los más potentes es el show nocturno, El Sueño de Toledo, que recorre 1.500 años de historia en un espectáculo al aire libre, con cientos de actores en un escenario de dimensiones colosales.

Me llamó la atención un tema presente casi como hilo conductor: la conciencia de que la historia de España no se entiende sin la cristiandad (y viceversa, posiblemente también). No se subraya como dogma, pero está ahí, como fondo de civilización, como columna vertebral. Como lo que fue, vaya. Frente al empeño actual por negar o diluir nuestras raíces, Puy du Fou hace justo lo contrario: las muestra, las pone en escena con belleza y pura normalidad.

En una época donde algunos en Occidente pretenden que nos avergoncemos de nuestro pasado, encontrarse con una propuesta cultural que invita a conocerlo, a valorarlo y, por qué no, a sentir orgullo de nuestras raíces es un soplo de aire fresco. Y que encima lo haga desde la emoción, desde la grandiosidad, desde el espectáculo… es algo raro en el mundo en el que vivimos.

Y lo más interesante: esto funciona. Puy du Fou recibió el año pasado más de un millón y medio de visitantes. No es una excentricidad cultural sino un éxito popular. Un proyecto que demuestra que sí hay demanda para una cultura con raíces, que sí hay espacio para un entretenimiento con identidad. Que no todo tiene que ser light, globalista, deconstruido, infantilizado. Que también se puede emocionar y despertar la curiosidad con historia, con valores, con épica, con cultura. Que se puede encontrar en la historia de España inspiración. Que es bien posible hacer que un niño que se adentra en las entrañas de la nao Santa María o vibra con el galope del Cid pueda gozar más que con juguetes o dibujitos.

Otro dato curioso: todo esto lo ha traído a España una empresa francesa. Puy du Fou nació en Francia hace más de 40 años, y allí es una institución nacional. No deja de ser irónico que hayan tenido que venir desde fuera para recordarnos quiénes somos, pero así ha sido. El alma de Puy du Fou en España se llama Erwan de la Villeon, un tipo encantador, culto, brillante, que ha conseguido levantar un parque temático cultural y convertirlo en un éxito comercial. Él y su equipo han demostrado que se puede hacer algo a lo grande, bonito, rentable y con mensaje. Hacer las cosas bien, vaya.

Ojalá muchos más proyectos así. Ojalá más cultura que construya. Ojalá más historias que consigan unir, porque un país sin relatos y símbolos compartidos es un país que está abocado a la ruptura.

Vayan a Puy du Fou. Vayan con sus hijos, con sus padres, con sus amigos. Vayan a emocionarse, a aprender, a celebrar, porque en un momento donde podemos pensar que nuestro futuro no está garantizado, conviene echar la mirada al pasado para renovar la esperanza.

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