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HorizonteRamón Pérez-Maura

El 267

León XIV es el sexto Papa de mi vida que empezó en el pontificado de Pablo VI y que se ha visto marcado de forma muy especial por el de san Juan Pablo II. Yo no me atrevo a decir a dónde llevará a la Iglesia un Papa que parece continuista por su relación con Francisco. O no

Actualizada 01:30

La mayor alegría que me ha producido el proceso sucesorio del Papa Francisco ha sido la capacidad de convocatoria que la Iglesia Católica tiene hacia los medios de comunicación que se pasan la vida despotricando de ella. Para ser una institución a la que describen como caduca, anacrónica y corrompida, entre otras lindezas, estos días han seguido sus andanzas con un fervor sorprendente. Y para no reconocer el valor de lo que ayer vivimos, desde Televisión Española, en los minutos que pasaron desde la fumata blanca al anuncio del nuevo Pontífice, aprovecharon para sacar los tópicos habituales, empezando por la pederastia.

Yo tengo claro que uno de los atractivos fundamentales para los medios no es la doctrina de la Iglesia ni mucho menos su mensaje. El atractivo está mucho más en la sabiduría de la Iglesia a la hora de mantener sus formas protocolarias, mínimamente evolucionadas a lo largo de los siglos. Que hoy en día, en la era digital, con la capacidad de enviar una imagen al otro extremo del mundo en un segundo, el mundo entero haya estado 24 horas pendiente de una chimenea, sólo se puede lograr cuando se reconoce que detrás de esa fumata va a salir un líder de una dimensión mundial. El sucesor de un hombre como Francisco que congregó en su funeral una representación de autoridades internacionales como nunca la hay en ningún funeral de Estado.

Para los que somos católicos, el anuncio de un nuevo Papa es un momento emocionante. León XIV es el sexto Papa de mi vida que empezó en el pontificado de Pablo VI y que se ha visto marcada de forma muy especial por el de san Juan Pablo II. Yo no me atrevo a decir a dónde llevará a la Iglesia un Papa que parece continuista por su relación con Francisco. O no a la vista del nombre escogido: León XIV. Recordemos la ortodoxia de Leon XIII que fue el gran teórico del Dogma frente a los tiempos nuevos (su encíclica Rerum Novarum es quizá la Encíclica más importante de los últimos doscientos años). León XIII se plantó frente al socialismo y el capitalismo sin freno. Hoy estamos frente a otras cosas nuevas, como lo woke, etc. A mí me parece imposible llamarte León XIV y no plantar cara al wokismo. Y no solo eso, se reclama y enorgullece de ser agustino. Ha hablado en español y se ha revestido como Dios Manda, con muceta roja y estola bordada. Me parece una forma de decir «Fuera demagogia».

Pero no soy un vaticanólogo. Sólo soy un modesto pecador. Sí, porque sólo un creyente puede ser pecador. Un ateo podrá ser un delincuente o no. Pero no se puede ser pecador si no se tiene un sentido trascendente de la vida. Para pecar hay que creer.

Por los actos y las palabras del nuevo Papa sabremos si nos gusta más o menos que su predecesor. Yo confieso que me sentía algo alejado del Papa Francisco. Creo que los entusiasmos que despertaba entre quienes discrepan radicalmente de mi fe y de mi visión de la Iglesia bastan como explicación de mi falta de entusiasmo. Pero también quiero dejar bien claro que como católico soy un firme convencido de la obediencia al Papa. Y que la llegada de León XIV es un momento de ilusión ante una nueva etapa. Y con solo 69 años es probable que tengamos ante nosotros un pontificado largo.

Amén.

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