Pájara
Si Margarita Robles tenía alguna duda sobre la catadura de su jefe, ya la habrá despejado
Pájara. Es la palabra utiliza en la intimidad por Pedro Sánchez para referirse a Margarita Robles, su ministra de Defensa y, ahí donde la ven, la persona clave junto a José Luis Ábalos para que el PSOE perpetrara aquella nefanda moción de censura con la que el hoy presidente esquivó que sus propios compañeros lo tiraran por la ventana tras dos derrotas estrepitosas en apenas seis meses.
Pájara, según la RAE, tiene muchas acepciones, y alguna más en circuitos oficiosos familiares para el tío de Begoña Gómez, y entre todas ellas aparecen «hembra de perdiz» y «persona sin escrúpulos», lo que aclara cualquier duda al respecto: no resulta verosímil que Sánchez sea un experto ornitólogo, lo que decanta el dilema hacia la segunda opción.
Así que, para Sánchez, Margarita es una «pájara» porque, durante la pandemia, movilizó al Ejército en Madrid y se ganó el agradecimiento de Ayuso, otra especie ornitológica para el presidente más feminista de la historia, salvo cuando habla en privado con Ábalos y le sale el talante por los poros.
Lo sustantivo de las charlas con el usuario de los paradores de Teruel y de Sigüenza no es que se refiera despectivamente a todo lo que se mueve, algo que en esas circunstancias todos hemos hecho alguna vez, sino la confesión involuntaria de sectarismo que hace cuando cree que nadie le mira: considera que auxiliar a Madrid, con cientos de muertos, miles de enfermos y millones de confinados, es una tropelía digna de castigo verbal para quien lo haga, aunque simplemente esté cumpliendo con su trabajo.
Ahí es donde aparece el verdadero Sánchez, con su inhumanidad psicopática que le lleva a naturalizar un acuerdo con Otegi para aprobar una Ley de Memoria Democrática, equivalente a escribir a dos manos una historia de la cirugía con Jack el Destripador; y también a rechazar una relación institucional con un adversario aun en las circunstancias sanitarias más adversas.
El debate sobre si la difusión de mensajes privados de un presidente es o no legítimo es ocioso y solo interesa a quienes, una vez más, consagran su tiempo a tapar las trapacerías del personaje y, con ello, a animarle a perpetrar otras nuevas: son los mismos que defendieron la difusión de las comunicaciones entre Rajoy y Bárcenas, entre el novio de Ayuso y la Fiscalía o entre militares jubilados, siempre por ese mismo «interés público» que ahora rechazan, con nuevas rodilleras patrocinadas para evitar un desgaste irreversible de rótulas y meniscos.
Lo relevante, a la espera de que salgan charlas abalenses de mayor enjundia relativas a rescates y operaciones delicadas hoy objeto de mirada judicial, es que Sánchez no hace rehenes con sus rivales y convierte en prisioneros a sus propios compañeros.
Porque a cada señalamiento del secretario general del PSOE en sus propias tropas le ha acompañado una rendición del señalado, sea barón o ministro. Ahí tienen a la «pájara», este mismo año, rectificándose a sí misma para que el patrón la perdone con su infinita indulgencia: el 2 de Mayo Defensa impidió la tradicional marcha militar de las fiestas de la Comunidad de Madrid.
Y cinco minutos después de anunciar el veto, seguro que Margarita le envió un mensaje al bueno de Pedro: «Ya está hecho». Y Sánchez, que en la escala ornitológica es buitre y halcón a la vez, sonrió. Pero nunca olvidará y Robles más altos han caído.