La mayoría de progreso y corrupción
Mientras la mayoría de la corrupción se mantenga unida, la moción de censura es un ejercicio de frustración y un arma de doble filo
Resulta que la mayoría de progreso o la mayoría progresista, como tanto le gusta repetir a Pedro Sánchez, es también la mayoría de la corrupción. Lo fue desde el principio, en realidad, primero, porque se montó sobre un párrafo manipulado de la sentencia del caso Gürtel, que fue anulado por el Supremo en 2020. Y, después, porque dio lugar más adelante a un pacto de investidura a cambio de la amnistía para los golpistas.
Si esto era una incómoda evidencia, lo de ahora se ha convertido en una estridente realidad, también para los votantes del nacionalismo y de la extrema izquierda. La mayoría de progreso es ahora la mayoría de la corrupción, que va a resistir en la medida en que Sumar, Podemos y nacionalistas decidan sostener esa corrupción. Pedro Sánchez aguantará en la Moncloa mientras ellos consideren que tampoco lo de Ábalos, Koldo y Cerdán es suficiente para escandalizarse, y que no vayan a mover un dedo mientras no haya sentencia, como ha dicho Aitor Esteban.
A los nacionalistas les puede el antiespañolismo, o el odio a España, que tiende a ser sinónimo de odio a la derecha. Realmente, apoyaron la moción de censura sobre todo por eso, por el rechazo a lo que consideran una derecha demasiado española. Y a esto sumaron, en el caso del nacionalismo catalán, los pactos con los golpistas para exonerar a los delincuentes; y, en el caso del nacionalismo vasco, los regalos millonarios como el palacete de París, o los tratos favorables a los etarras encarcelados. Es decir, una mezcla de sentimientos de rechazo hacia España y hacia la derecha y pactos corruptos de todo tipo, desde los puramente económicos a los contrarios al Estado de derecho y a la Constitución. A todo lo que se suma, en el caso de la extrema izquierda, un llamativo apego al poder, como bien muestra Yolanda Díaz.
Hasta ahora, se agarraban a la teoría de la conspiración, del fango, de las fake news y de la amenaza global de la ultraderecha para seguir unidos en su productiva alianza con Pedro Sánchez. Y aunque el castillo de la propaganda se está desmoronando estrepitosamente, mantienen por el momento que ahí van a seguir, que están dispuestos a ser firmes baluartes de la mayoría de la corrupción.
Ese es el contexto de la moción de censura que piden algunos. No tiene bases, porque los socios del Gobierno parecen decididos a achicharrarse con el Gobierno y a unir sus destinos a Koldo, Ábalos y Cerdán, por no hablar del fiscal general, de Leire y de la familia del presidente. Ha dicho algún dirigente de Junts que, si el PP quiere una moción de censura, que les llame. Como si el PP tuviera que ofrecer algo a un partido que sostiene la corrupción. Tendrá que ser al revés en todo caso, que sean los socios de la mayoría de la corrupción los que decidan desvincularse de la corrupción.
Mientras la mayoría de la corrupción se mantenga unida, la moción de censura es un ejercicio de frustración y un arma de doble filo, peligrosa sobre todo para quien la pierda. Pero, por el otro lado, la persistencia de la mayoría de la corrupción es, ante todo, una degradación diaria y un desgaste electoral para todos los que la mantienen.