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GaleanaEdurne Uriarte

La bofetada

Si fuera Macron el que hubiera abofeteado a su esposa, y no al revés, en este momento ya estaría dimitido

Es posible que ustedes ni siquiera hayan conocido la historia de la bofetada, la de Brigitte Macron a su esposo, el presidente de Francia, o que les haya llegado solamente la mentira sobre la bofetada, tal ha sido la falta de interés de la gran mayoría de los medios de comunicación, y tal la indiferencia hacia la mentira del Elíseo sobre el episodio. Y esto es lo extraordinario de esta bofetada, la falta de interés. Porque si fuera Macron el que hubiera abofeteado a su esposa, no solo habría copado las portadas de toda la prensa mundial, sino que el escándalo habría sido de tales dimensiones que en este momento el presidente francés ya estaría dimitido.

Pero como ha sido una mujer la que ha pegado a un hombre, la bofetada ha sido convertida en una anécdota o en un divertimento. Un divertimento con una bofetada que, en efecto, existió, y le propinó Brigitte a Emmanuel, cuando se disponían a salir del avión tras aterrizar en Vietnam este pasado domingo. La prensa de izquierdas ha mostrado incluso menos interés y es la que con más entusiasmo se tragó la mentira del Elíseo en las primeras horas, cuando atribuyó las imágenes de la bofetada a la inteligencia artificial y a Rusia. En una inquietante, y torpe, demostración de una estrategia de desinformación articulada desde la presidencia de un país democrático. Cuando el Elíseo se enteró de que la grabación era de la agencia Associated Press, reconoció el episodio, lo atribuyó a una broma de pareja, más tarde a una pequeña disputa, para acabar llamando, palabra del propio Macron, conspiranoicos a todos aquellos que le daban importancia a lo ocurrido. A ver quién cree a partir de ahora al presidente Macron cuando atribuya a la desinformación rusa las informaciones negativas que le afecten.

Y yo misma estaría dispuesta a restar importancia al episodio, si las sociedades democráticas aplicaran el mismo criterio a «bromas» y «pequeñas disputas» de hombres a mujeres. Pero resulta que en España un tipo fue procesado y condenado por dar, no una bofetada, sino un beso de celebración a una futbolista. O en Gran Bretaña un ministro de Defensa tuvo que dimitir al ser acusado de haber puesto la mano en la rodilla de una periodista unos años atrás. Entre tantos y tantos casos de bastante menos gravedad que el manotazo de Brigitte. Y sin que mediara una mentira desde el propio Gobierno.

Y en todas esas historias fueron sobre todo los medios, los periodistas y los líderes de opinión los que exigieron dimisiones, condenas y ejemplaridad, con una sociedad más bien silente o confusa. Son los mismos que ahora ignoran el caso Brigitte. Y ponen de manifiesto las contradicciones de nuestras democracias en el tratamiento de la igualdad de hombres y mujeres, hasta el extremo de llamar divertimento a lo que llamarían gravísimo caso de violencia de género merecedor de procesamiento y condena si el autor fuera un hombre. Cambien de papel a los protagonistas de este incidente e imaginen dónde estaría hoy Macron. Yo no tengo ninguna duda de que en casa. La presión mediática sobre él sería insoportable.

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