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Enrique García-Máiquez

Oda a la herencia

Las imposiciones fiscales actuales, que ya cumplen en buena medida los sueños húmedos del igualitarismo envidioso de Albert Pla, pretenden sitiar a la familia y acabar con su soberanía por inanición

Actualizada 01:30

Quería escribir sobre esto desde que vi el vídeo de Albert Pla, en el programa Hora 25 de la SER, relamiéndose con la idea de acabar con la institución de la herencia, entre las risillas cómplices de Manuel Jabois y Aimar Bretos. La explosión fétida de tanta bomba informativa sobre la corrupción del PSOE en el Gobierno, ¿me obliga a cambiar de tema? Todo lo contrario.

Casi nadie ha recordado que la información estalla en plena campaña de la renta. Signo de que el sistema de retenciones funciona como un anestésico. La gente, en general, no asocia el dineral que le van detrayendo poquito a poquito, y los IVAs y los IBIs, con esta orgía de dinero público que los políticos manejan. Muchas risas (humor negro) con la ministra Calvo que dijo que el dinero público no era de nadie (ja, ja, ja), pero nos reímos (o se ríen) los que no saben que es suyo. Este reparto de pasta, enchufes, mordidas y hasta de prostitutas, pobres, se produce a la vez que nos toca pagar un dineral que ya sabemos que no irá para Sanidad y Educación.

Y en este panorama, Albert Pla arremete contra la herencia con el curioso argumento de que no hay derecho a que otros hereden lo que él no va a heredar. El razonamiento es tan miserable como el mundo que auspicia. Primero, con respecto a sus propios padres. Lo principal que se hereda nunca es el dinero, ni siquiera los ricos, no digamos ya los demás. Heredamos un código genético, un carácter, un tono, una educación, una historia. ¿No agradece eso Pla? ¿No siente nunca que él ha salido beneficiado en su herencia moral? Quizá no; pero ya es triste.

Y luego están los hijos o sobrinos. Es un gesto de amor querer dejarles algo que les hinque en el mundo, que les instale en la realidad. Por eso se llaman «bienes raíces». ¿Y qué alternativa se nos propone? Porque no vamos a trabajar ni a ahorrar para Santos Cerdán… La única alternativa es el consumismo. Gastárnoslo todo. Ya se sabe que el progresismo es el hermano verborreico del capitalismo. Y si hace falta deuda pública para seguir gastando, tiran de ella. O sea, que no sólo quieren desheredar a nuestros hijos, sino que nos los están endeudando hasta las cejas.

Igual que existe un instinto conservador, acompañándole, hay una pulsión hereditaria, por la que los padres se sacrifican, ahorran y tratan de resistir los embates tributarios y procuran no hundirse en las ciénegas de la inflación, para dejar a sus hijos, junto a una fe y una cultura, un patrimonio, que para algo uno es padre, como su nombre indica. Aunque Albert Pla seguirá sin entenderlo, importa mucho más lo cualitativo que lo cuantitativo. El hecho de la donación, más que el montante. Sin herencia, no hay transmisión, esto es, no hay tradición. Son cosas trascendentes, como se ve por la saña del ataque.

Para resistirse a la corrupción política, es esencial la separación de poderes. Los corruptos quieren matar, lógicamente, a Montesquieu, al teniente coronel de la UCO y a la prensa independiente. Toda separación de poderes es una garantía, pero ninguna tan antigua y atestiguada como la familia. Para su mantenimiento es esencial resguardar la herencia: si la tradición es su alma, el patrimonio es su cuerpo; y las realidades humanas viven de materia y espíritu.

Para lograr un rearme moral en la España que sobreviva al sanchismo, habrá que restaurar una sistemática separación de poderes, del judicial al legislativo, incluso; pero empezando, por favor, por la familia. Las imposiciones fiscales actuales, que ya cumplen en buena medida los sueños húmedos del igualitarismo envidioso de Albert Pla, pretenden sitiar a la familia y acabar con su soberanía por inanición. Frente al insidioso eslogan que resumía el Foro Económico Mundial de 2016: «No tendrás nada y serás feliz», hemos de ondear este lema o motto de la casa: «Tendréis lo vuestro y seréis un señorío».

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