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Enrique García-Máiquez

Cambio de guardia

La pregunta que urge es qué reformas y qué restauraciones necesitamos para preparar a España para nuestro tiempo y sus retos verdaderos

Actualizada 01:30

Incluso en mitad de esta sensación generalizada de hundimiento político español, hay un leve alivio aleve para los que vimos venir de lejos a Pedro Sánchez y lo escribimos y argumentamos una y otra vez. Consiste en comprobar que el desprestigio de nuestro presidente se consolida. Quizá haya llegado el esperado momento del relevo crítico.

Dejar que el peso de la crítica al presidente recaiga en quienes se han caído recientemente del caballo o del guindo o de ambos. No sé, tal vez El País, los Page, los Tomás Gómez, los Eduardo Madina; y, un poco antes, los Cebrián, los Felipe González, el PP del apoyo institucional, etc. La prensa de fuera (The Times, The Telegraph y The Wall Street Journal) también se ha unido al coro. No veo más que ventajas al cambio de guardia.

Primero, evita que nos repitamos. Yo, que me resisto a pasar al insulto directo, ya no puedo llegar más lejos en el campo de la explicación política y jurídica. Sólo me quedaría lanzarme a la acción callejera. Y es una cosa fea para un columnista reincidir o irritarse. El poeta Aquilino Duque nos advirtió: «Si dices la verdad, no la repitas. / Sólo el que miente insiste». Y Luis Rosales apuntó que un hombre muy enfadado siempre parece a un espantapájaros.

En segundo lugar, se da espacio a los nuevos llegados para desarrollar sus críticas, que quizá convenzan más que las nuestras a los aún acérrimos al presidente, siquiera por empatía. Los sanchistas siempre se sentirán más cercanos a quienes con sus votos y sus silencios apoyaron a Sánchez que a los que nos opusimos de frente desde el principio.

También hay que tener en cuenta lo poquísimo elegante que es ir apostillando: «Ya te lo dije» o: «Como yo decía». Si quieren afirmar que Pedro Sánchez es un ególatra sin escrúpulos y un yonki del poder, dejemos, con nuestro discreto apartamiento, que se sientan muy innovadores al decirlo.

En cuarto lugar, una utopía. Que muchos de los neo-críticos, dejados a su aire, se metan en el rebufo de la lógica y acaben reconociendo las causas (en las que ellos tuvieron un papel más o menos protagonista) que nos han traído a esta consecuencia. Aunque para la inteligencia es fácil ver cómo se pasa de la disciplina de partido y del culto al líder al Manual de resistencia o del «Montesquieu ha muerto» al asalto del poder judicial, para la voluntad y la conciencia no es tan fácil. Dejemos, pues, que ellos vayan sacando sus corolarios sin interferencias carcas que los pongan sobre aviso.

Y, en quinto lugar, ahondar en un desprestigio de Sánchez que ha tocado fondo sólo da, a estas bajuras, para arañar la piedra viva del escándalo. Ya todo es cuestión de tiempo (aunque puede hacérsenos muy largo) y, en lo esencial, está en manos de los periodistas de investigación, los policías y los jueces honrados, que son muchos y valientes. Es hora de empezar a pensar en los retos que nos quedan por delante.

La pregunta que urge es qué reformas y qué restauraciones necesitamos para preparar a España para nuestro tiempo y sus retos verdaderos. Y cómo se van a coordinar las distintas oposiciones al sanchismo para no pisarse la manguera o hacerse luz de gas, respetándose unas a otras y, sobre todo, a los votantes que optan por unos principios y unas prioridades. Es uno de los peligros todavía latentes.

Qué descanso dejar a Sánchez en los recién llegados, mientras tanto. Hay temas mucho menos manidos y hay que reconocer que la resistencia de uno no es la del autor del Manual de ídem. Yo creo en el trabajo en equipo, en las carreras de relevos y en los cambios de guardia. Ahora nos toca descansar un poco de Sánchez, al menos en lo opinativo, a la espera del descanso final, que está al caer.

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