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Perro come perroAntonio R. Naranjo

El PSOE y las meretrices

Los mismos que pontifican a diario se han callado los excesos reiterados de los suyos, incluyendo al presidente

Actualizada 01:30

Todos lo hemos visto: un vulgar mensaje anónimo en las redes sociales contra una dirigente de izquierdas o una de sus representantes sincronizadas en las tertulias es suficiente para montar un circo atroz sobre la «violencia política» que sufren, transformando una anécdota ciertamente lamentable en una categoría para denunciar el peligro que supone la ultraderecha, como demonio abstracto, y su concreción en la Tierra, que son el PP y Vox.

Son los mismos que pontifican contra el hombre liberal y conservador, cargándole de un pecado original que le predispone genéticamente al maltrato, pero luego callan cuando el maltratador de verdad lleva turbante y considera a la mujer una herramienta a su servicio.

Los mismos que llaman «machista» al rival ideológico por el hecho de serlo, pero luego callan cuando algunos de sus iconos sueñan con azotar hasta sangrar a una célebre periodista u otro errejoneaba con todo lo que se movía.

Y los mismos que difunden estudios insolventes sobre los hábitos masculinos generalizados en el consumo de prostitución, según los cuáles siete, ocho o hasta nueve de cada diez hombres pasamos tiempo en bares de lucecitas pero luego silencian, sin pudor, los reiterados episodios reales en prostíbulos de los suyos o los denuncian, con falsa afectación, cuando ya son demasiado evidentes como para ponerse de perfil y quieren borrar la huella de su complicidad por omisión.

El contraste es tan abrumador como la imagen que lo resume: por la mañana presentan leyes abolicionistas que, incluso en el caso de que tengan buena intención, solo servirán para hacer más clandestino y peligroso este siniestro oficio, y por la noche celebran su avance social en una casa de lenocinio rodeados de falsas samaritanas del amor, pagadas a menudo con el dinero de infectas mordidas.

Lo hemos visto con el Tito Berni, con Ábalos y con los directivos de la FAFFE andaluza, y quizá lo veamos en el futuro próximo con otros casos similares: si algo han demostrado las grandes tramas de corrupción es que, una parte de las ganancias espurias acaban invertidas en noches de blanco satén y en desvencijar el Mediterráneo de crustáceos y moluscos, por puro vicio y quizá también por la dificultad para lavar de maneras más productivas el dinero negro.

En todos esos casos, la evidencia ya constatada revela que dejaron un inmenso reguero probatorio de sus repugnantes costumbres, hasta el punto de que Ábalos viajaba en vuelos oficiales con una de las señoritas y las colocaba en empresas públicas, sin que nadie dijera nada en ninguna escala del mando socialista y de sus aledaños políticos o mediáticos. Mientras, eso sí, cargaban las peores costumbres, tendencias, antecedentes e intenciones a todo aquella especie ubicada en la fauna ideológica a su juicio incorrecta.

Incluso sorprende su silencio con respecto al árbol genealógico en el sector del propio presidente, como si el origen económico de su esposa, entre saunas y locales de alterne, no tuviera interés alguno aunque explique probablemente una parte de la prosperidad fundacional del matrimonio y tenga lagunas dignas de aclaración como el alquiler barato que disfrutan en un inmueble del catálogo de Muface.

Uno de los más conocidos heraldos de la revelación progresista escribió hace poco, desde la perplejidad y el sentimiento de traición a su noble causa, que la izquierda tiene una indudable superioridad moral y que, por eso, los ocasionales excesos de una parte de su parroquia, por supuesto irrelevante, son más dolorosos. Es una inmensa estupidez, pero forma parte del catálogo de eslóganes habituales en el sector.

La realidad es que, mientras persiguen enemigos imaginarios y desatan causas generales contra sus rivales; se callan, participan, disfrutan o se lucran de ese universo lúgubre simbolizado por Ábalos, tolerado por Sánchez y silenciado por todo ellos, tan escandalizados cuando no toca como sumisos cuando se ponen a prueba sus valores de cartón piedra. Es otra variante de la prostitución, y ésa no la quieren prohibir.

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