Pechos alabastrinos
El gran tetero de nuestra política fue don Enrique Tierno. El aspirante a la alcaldía de Madrid era el tostón de Jorge Verstrynge, altísimo cargo el PP, que se dedicó a dar mítines mientras su contrincante, el viejo profesor, se fotografiaba con los pechos de Susana Estrada
No leo El País y huyo de González Pons, el rapsoda del PP. Entiendo que hayan durado tanto tiempo los socialistas. A mis manos ha llegado un texto pasmoso del prestigioso servidor público valenciano con sede en Bruselas. Trata del amor de su adolescencia con una joven irlandesa que llegaba a su casa en bicicleta y le impartía clases de inglés. Le obsesionaba su sostén, o mejor dicho, los pechos que habitaban y palpitaban bajo la lencería fina. Le escribió un soneto y a partir de aquel día, ella le permitió acariciar «sus británicas atalayas. El metía mano en el escote y ella le enseñaba lo de Happy, happy, Steven», una canción preciosa de las islas Puffing. Se amaron y hace pocos días encontró un libro de poemas titulado Pechos alabastrinos. Y recordó sus tiempos de estudiante, no sin antes perder la conciencia de la emoción. Interesante relato. Alabastrino, pechos alabastrinos, son menos condenables a sufrir suplicio en plaza pública que «pechos anacarados y espalda de alabastro», según don Francisco Silvela. El pecho de una mujer es –o era–, una caja de sorpresas. Y de algo de esto opinó el genial Groucho: «No puedes ser que el público se interese por una película (Sansón y Dalila), en las que las tetas del protagonista (Victor Mature) son más grandes que las de la primera actriz (Hedy Lamarr)». El gran tetero de nuestra política fue don Enrique Tierno. El aspirante a la alcaldía de Madrid era el tostón de Jorge Verstrynge, altísimo cargo el PP, que se dedicó a dar mítines mientras su contrincante, el viejo profesor, se fotografiaba con los pechos de Susana Estrada y el culete en pompa de Flor Mukubi, Miss Guinea. La paliza fue de coraje, Verstrynge se fue del PP, intentó engañar a Mario Conde y abrazó la ultraizquierda de los resentidos. Y el presidente Kennedy suspiraba por la tetas de Marylin Monroe. Castro se la metió doblada. Y entiendo los motivos y los pormenores.
Lo que no está bien es que la historia juvenil tan normal como compartida la firma «Esteban González Pons, Jefe de la Delegación del PP en el Parla Europeo y escritor». Lo primero sí para nuestra desgracia; lo segundo, poco. En el Parlamento Europeo no van a considerarlo escritor, pero ya, a su paso, comentan sus colegas «ahí va le prince de la pirindole», y eso, como español, me humilla.
El problema de los políticos que no sirven para nada es que la nada no es un destino agradable. No es destino ni alabastrino ni anacarado. Lo que Pons nos ha regalado es una memez sin otro argumento que se interpreta desde que el hombre y la mujer viven sobre la Tierra. Y carece de interés. Lo malo es que firma, porque su texto, bien mirado, podía acceder a la fase final de un colegio. Le prince de la pirindole. Enhorabuena, hombre, y no por tus políticas, nerviosete de dedos en busca de alabastro.