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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Qué paciencia tiene el Rey

Si no fuera por Felipe VI, no acierto a imaginar la deriva choni y barriobajera que nos mostrarían nuestros representantes políticos en el día de España, mientras el Ejército nos estimula con su potencia y patriotismo por las calles de Madrid

Cuando celebramos la Fiesta Nacional siempre pienso qué estaría pasando en esta España de ruido y furia si la figura central de esa celebración no fuera un Monarca constitucional, con un papel mediador y perfectamente tasado en la Carta Magna, que emana una auctoritas impensable en el resto de representantes del Estado, sino un presidente de la República militante de un partido de la zapatiesta nacional, torciendo el gesto a los del bando contrario. No puedo ni imaginarlo. O sí: en esa distopía, el jefe del Estado negaría la mano a barones de otra formación, incluso no hablaría con el presidente del Gobierno si fuera de siglas diferentes y quién sabe si acudiría al desfile ataviado con una camiseta con el eslogan «España nos roba» grabado en rojo.

Sin embargo, tenemos la suerte de poder mirar a la tribuna de autoridades y no sonrojarnos, sino sentirnos orgullosos de que el Rey y su familia, especialmente la Princesa Leonor, encarnen un presente y un futuro prometedor, presentable y hasta luminoso, en contraste con la degradación del ecosistema en el que reina. Él es el único garante de la institucionalidad y ante él es ante la única persona que nuestros líderes guardan la compostura, se saludan sin soltar un gancho al saludado, sonríen y hablan del tiempo como debe hacerse para guardar las formas.

Si no fuera por Felipe VI, no acierto a imaginar la deriva choni y barriobajera que nos mostrarían nuestros representantes políticos en el día de España, mientras el Ejército nos estimula con su potencia y patriotismo por las calles de Madrid. Ver a la Princesa de Asturias con uniforme de gala del Aire nos evita tener que mirar la cochambre que sienta sus reales en algunas sillas el 12-O. ¿Alguien cree que, si no fuera por la presencia de la Familia Real, Pedro Sánchez, aunque sea tragando quina, saludaría a Díaz Ayuso y a Almeida? De hecho, ayer ya ni se quedó a los corrillos del Palacio Real, enfadado por los abucheos e insultos que había recibido en las calles. De nuevo, faltó a sus obligaciones.

Mientras la institucionalidad se mantenga para mostrar respeto al Rey, creo que su contribución a España es más que evidente. Nadie advirtió a Don Felipe que durante su Reinado iba a tener que actuar de educador de guardería para evitar que los políticos devenidos en párvulos de escuela –por no llamarles otra cosa– se desmadren. Igual Don Felipe soñó con ejercer su función en medio de una política de vuelo alto, con sentido de Estado, ante mandatarios responsables y bien educados, sabedores de que ejercer la representación de millones de ciudadanos es una honra difícil de alcanzar. Si lo soñó, se equivocó.

Por eso es tan importante que siga teniendo esa paciencia que derrocha, que su cara amable y su gesto templado siga simbolizando lo mejor de nuestro país. Estaremos tranquilos mientras simbolice la unidad y permanencia de la nación porque la segunda magistratura del Estado está por convertirla en una plurinosequé, a mayor gloria de los que todavía le sostienen.

Ver a Francisco Martín, ese delegado del Gobierno en la capital que nos pidió que agradeciéramos a Otegi lo mucho que le debemos por dejarnos vivos, y no a Santiago Abascal, que se ha borrado del acto para no blanquear a Sánchez, es de esas estampas incomprensibles, una baza que no debe regalarse al sanchismo. Estar en esta Fiesta es una obligación con los españoles y con el Rey. Aquí nada pinta el presidente del Gobierno que, a juzgar por las pitadas que recibe y por las prisas por huir, seguro que estaría encantado de no tener que asistir. Él y los suyos sienten aversión por Madrid y por todo lo que venturosamente fue escenificado ayer. Así que justamente por eso no hay que faltar nunca al 12-O.

Hasta vimos cantar «La muerte no es el final» a Grande-Marlaska. Lo dicho, lo que no consiga la paciencia de este Rey…

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