Cartas al director
Jordi mueve ficha
Como diría Mariano Rajoy, no es un gesto menor que Jordi Sevilla haya decidido dar un paso al frente. El anuncio de un manifiesto para enero, con la pretensión explícita de «recuperar la socialdemocracia del PSOE», suena más a diagnóstico tardío que a rebelión improvisada.
Sevilla no abandona el partido, al contrario, lo reclama. Y en esa paradoja se esconde la incomodidad que su iniciativa provoca. El exministro y expresidente de Red Eléctrica no habla desde la marginalidad, sino desde una biografía integrada en el aparato y el poder. Precisamente por eso, su crítica cala. Denuncia que el PSOE ha derivado hacia una política más populista que socialdemócrata, una «podemización» que sitúa el foco lejos de los fundamentos clásicos del partido. El énfasis revela el clima interno, ya que desde hace tiempo en los socialistas cualquier disidencia se interpreta como traición. Y ahí aparece uno de los núcleos de su crítica más incisiva, que no es otra que la transformación del PSOE en un «club de fans» del líder, sin contrapesos orgánicos reales.
Comité Federal, Ejecutiva y federaciones, sostiene, han quedado subordinadas a un poder central que algunos ya no dudan en calificar de cesarista. La advertencia no es nueva, pero sí significativa cuando llega desde quienes defendieron las primarias como vacuna democrática. Sevilla admite el error de cálculo. Nadie previó un secretario general sin frenos internos. Hay, además, un elemento estratégico en su planteamiento. Sevilla no quiere reeditar una batalla generacional al estilo de Suresnes. No es el regreso de los «viejos» contra los «jóvenes», sino un intento de que estos últimos «tiren del carro». El problema es que muchos de los cuadros a los que apela están resignados, desmovilizados o directamente fuera del partido. De ahí que opte por un movimiento amplio, que incluya militantes, exmilitantes y simpatizantes. El calendario también importa. Las derrotas electorales, especialmente en territorios clave como Extremadura, Aragón, Castilla y León o Andalucía, irán «moviendo el terreno». Sevilla espera que el desgaste active conciencias. Pero no se engaña, si en verano el proyecto no prende, se irá.