Fundado en 1910

01 de mayo de 2024

En Primera LíneaJosé Félix Pérez-Orive

Un Gobierno de galindos

Nuestros ministros saben que a partir del reciente escándalo en el Congreso o el fiasco en CyL, todo irá a peor. «Irse», como diría Lola Flores, para algunos sería más conveniente que esperar a que Sánchez, la confirmación de un posible pucherazo, o los votos continuamente adversos, los malogren

Actualizada 03:57

¿Recuerdan a José Luis López Vázquez cómo se presentaba en Atraco a las tres con aquella voz tan característica?: «Galindo, un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo». Esto es lo que parecen haber dicho los ministros del Gobierno cuando han jurado la Constitución: prometen obedecer a Sánchez con sumisión, mientras arrumban la Carta Magna en un rincón como un mero trámite de derecho necesario.
Un ministro se debería hacer esta pregunta: ¿estoy en este Gobierno para rendir pleitesía a Sánchez o para servir a la Constitución y a España? Ambas opciones son excluyentes. Unos se han acostumbrado a chóferes y bandas militares, otros temen las represalias que les acompañarían de presentar su dimisión y otros no entenderían siquiera la relevancia de la cuestión. Y aquellos, los que la prometieron con fórmulas tortuosas, podrían decir sin avergonzarse: «Que su sí no era en sentido afirmativo».
Cinismo es lo que a veces se observa en este Gobierno cuando grita que «la Constitución es su hoja de ruta», mientras caminan con los que pretenden destruirla. No es una crítica caprichosa o injusta. Cierto que a Sánchez le gustaría que sus ministros fueran otros, pero de ser así los hubiera buscado entre grandes economistas o socialistas de prestigio. En su lugar, en el cambio del Ejecutivo, aparecieron jóvenes de buen ver que ignoran que Cuba es una dictadura, que una sentencia adversa del Supremo no es una discusión legal, y que aseguran que Vox es más pernicioso que Bildu o Podemos.
¿Qué contarán los ministros en sus casas sobre Sánchez? La verdad: sabían de la pandemia antes del 8 de marzo; fue una vileza atribuirle a Campos los indultos de los independentistas; los tejemanejes con los proetarras son sangrantes; no respaldar las sentencias del castellano en Cataluña, una cobardía; que Garzón perjudique a España sin poder cesarlo es humillante; que se seleccione a los periodistas en las ruedas de prensa es chavismo; que TVE la noche de las elecciones de CyL parta de la encuesta de Michavila y no de la de Tezanos, es autoinculpación. Sin olvidar nunca que al expresidente del Senado, Manuel Cruz, Sánchez lo cesó por «plagión». Cualquiera de estas razones era como para dimitir ante tanta indignidad.
Ilustración: Sánchez Ministerios

Lu Tolstova

Si los ministros fueran realistas, en vez de imaginar, como un personaje de Tolstoi, «que solo se mueren los otros» y que Sánchez les profesa, como a Ábalos o a Redondo, un cariño especial, irían pensando que lo mejor de ser ministro es ser exministro; que se lo pregunten a Castells. Total, se habrá dicho este, lo que queda de legislatura son los minutos de la basura y él ha sido tan ministro como cualquier otro sin poner ni un día más su nombre en entredicho al servicio de un mediocre fantasmón. ¿O usted, señor ministro, de verdad cree que no lo es? ¿Cuántas vidas tendrán que pasar para que la imagen que prodigaron de monja seglar de la exministra Laya se recupere? Peor futuro afrontará el achicharrado Marlaska, a quien su servilismo ha desacreditado como a ningún otro en la historia de la magistratura. Pero algunos todavía están a tiempo de salvar su imagen de la debacle que se está fraguando.
La mayoría de los españoles ha visto cómo el presidente piruetea las líneas rojas con la Corona, el Poder Judicial y la Fiscalía y múltiples derechos civiles –cada día se amenaza uno nuevo–, y se preguntan por la falta de reacción de los ministros. ¿Qué tienen en común el Príncipe Andrés, Djokovic, Boris Johnson y Sánchez? Que se creen dioses del universo como el broker de la Hoguera de las Vanidades de Tom Wolf. ¿Y qué les diferencia? Que a todos les han puesto contra la pared, menos a Sánchez. ¿Quién? Las leyes y normas de la democracia. Y en nuestra democracia, ¿por qué no ocurren esas cosas?
Pues porque cualquier miembro del Gobierno tiene dos argumentos para adormecer su conciencia, el primero es que no conocía a Sánchez cuando aceptó su ofrecimiento, y el segundo que la lealtad es resistir en el cargo. El primero es admisible, hasta que supo quién era de verdad. Sánchez es lo más parecido a un locutor de televisión que dice bien lo que otro ha escrito y que es capaz de sugerir que Biden le pide consejo sobre cómo defender Ucrania. Pero Sánchez ya no engaña a nadie, salvo al bendito Rufián, que, cual Manolo Escobar, sigue preguntando dónde estará su mesa. ¿Hasta dónde serán capaces de llegar los ministros?, cavilan muchos. Respondo: hasta lo más inconstitucional que les demanden y la Presidenta del Congreso, señora Batet, acaba de ofrecer una muestra de parcialidad inaudita, asumiendo serios riesgos personales.
Mi esperanza ante la desfachatez del presidente residía en la compostura de Robles, pero ha callado en momentos en que debería hablar. Y Calviño, ¿cree acaso lo que dice de nuestro crecimiento o le obligan a creerlo?; debería recordar el desprecio social que persigue a Solbes por habernos engañado. O Escrivá, sin duda el más preparado de los ministros para la economía, pero demasiado honrado para la política, donde nunca debió haberse metido. O Planas, un señor que no pinta nada entre esta tropa y al que valoran mucho y enseñan poco –como a una querida– no vaya a ser el próximo candidato del PSOE de antes.
Nuestros ministros, engullidos en el laberinto del poder, con tortícolis de tanto ponerse de perfil, agobiados por el falso concepto de lealtad, y por los «aerosoles» de Montero cuando se explica, se han rebajado a defender algo en lo que no creen: que Sánchez es un hombre de ley. Pero deberían mirarse en el espejo y reconocerse «galindos». Saben que a partir del reciente escándalo en el Congreso o el fiasco en CyL, todo irá a peor. «Irse», como diría Lola Flores, para algunos sería más conveniente que esperar a que Sánchez, la confirmación de un posible pucherazo, o los votos continuamente adversos, los malogren.
  • José Félix Pérez-Orive Carceller es abogado
Comentarios

Más de En Primera Línea

tracking