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16 de mayo de 2024

En primera líneaEduardo Coca Vita

Andrés Amorós, cronista de toros y muchas cosas más

Los toros no son distracción, diversión o juerga. Son aventura, emoción, audacia. Y, como cultura de brillo, no pueden albergar –ni dejar entrever– ventaja o desnivel de fuerzas. Solo habilidad, competencia, rivalidad, riesgo, incertidumbre

Actualizada 01:30

Desde que la benevolencia del director de Opinión permite mostrar mi firma en este periódico –y salvadas las valiosas contribuciones de Mario de las Heras–, venía yo percibiendo en sus páginas escaso fervor taurino, por lo que en dos ocasiones peroré sobre ello desde planteamientos amplios, en un caso jurídicos y en otro artísticos.
No querrán creerlo, pero en los días en que surge la noticia de la incorporación a El Debate del versado en tauromaquia Andrés Amorós, andaba yo rumiando una nueva incursión en la materia, espoleado por las declaraciones del ministro Urtasun en la SER –¡cuánta debilidad gubernamental hacia esa cadena!–, negándole poso cultural al mundo del toro, hasta sostener veladamente el diplomático doctrinario que nuestra fiesta comporta crueldad por maltrato. Y con ello, más alguna otra lindeza venida al pelo, pensaba amorcar al intrépido peón de Pedrito de Tetuán para calibrar la «valentía» que ocultaran sus ideas bajeras, su bobalicona palabrada y su tosco apellido, que induce a tomarlo por un rudo boxeador o luchador de lona: cualquier cosa, menos fino intelectual.
El fichaje de Amorós y su primera publicación posterior a él («La Fiesta Nacional», 4/1/24) me desaconsejaban aparecer con tema taurino en el medio que acababa de acoger al consumado especialista, amén de cultivador de otras disciplinas que ilustran la buena cabeza y bien labrada personalidad de un laborante dedicado a las letras y artes en su tarea de divulgador, ensayista e historiador, así como excelente conversador y tertuliano de radio y televisión, suponiendo sus presentadores que no circunscribirá las apariciones a los terrenos del mito y rito táuricos, pues, si sabe harto de historia y teórica de toros y toreros, también es ducho en tantos otros asuntos, hasta cromos, refranes y fútbol.
He leído y escuchado bastante a Amorós sobre todo lo que controla en el universo de la sabiduría taurina. Las salas Bienvenida, Cossío, Antoñete y Alcalá, que tanto visito en Las Ventas, son marcos habituales de sus charlas, encuentros o coloquios. También le oí una amena intervención en la Fundación Diario Madrid (¡a ver cuándo retoman los ciclos feriales!) y otras no menos interesantes en diversidad de ambientes. Asiste a menudo a entregas de premios. Y ocupa tribunas, oráculos y escenarios a los que le llaman con asiduidad, en los que recibe distinciones con frecuencia y donde se mueve cual pez en el agua: por su bagaje, instrucción y soltura para la comunicación. Si encomios reclaman las dotes de escritor de este astro, fenómeno, superclase, genio, portento… (los sabidillos dirían crack), no olvidemos su modo de expresarse verbalmente. Me atrevo a asegurar que luce más disertando que redactando, aunque goce de mayor predicamento por el lenguaje impreso meditado que por el discurso articulado sin apuntes. Nunca lee las conferencias, sin deshilachar la narración con titubeos ni repetirse o caer en tics y acudir a muletillas y tópicos. Lejos de cansar al auditorio, sus alocuciones calan en el público que, atento y centrado, se empapa de conocimientos antes de devolverle cerradas ovaciones.
Ilustración: Andrés Amorós

Paula Andrade

Saltando de las formas al fondo, podríamos decir que no le falta por explorar rincón alguno de la cuestión taurina. Es autor, ensayista, periodista, crítico, columnista, prologuista, comisario de exposiciones... Cabe recordar su doctorado en Filología Románica y su cátedra universitaria de Literatura, participando de la experiencia de gestionar la cultura en la Fundación March o el Ministerio de Educación y Ciencia (fue director del Instituto de las Artes Escénicas y la Música), resultando un meritorio galardonado con los nacionales de Ensayo y la Crítica; por referirme a dos de los honores importantes de la prosa hispana, porque es fecunda y frondosa su bibliografía en lo taurómaco (docena y media de títulos) y demás campos que domina (¡unos ciento cincuenta libros!). Es posible aseverar que encarna el paradigma de erudito plural convertido en un fuera de serie.
Renunciando a ejercicios de modestia impropia de mediocres como yo, contaré una curiosidad que respalda mi sinceridad de juicio. Un jubilado, al que conozco de cruzarnos mensajes sobre toros, escribió esto (sic): «Me alegra que AA entre en El Debate hablando de toros, pero mi deseo es que lo hiciera un gran aficionado como un tal Eduardo Coca Vita». Así le contesté: «Gracias por tanta gentileza, pero yo no llego a la suela de don Andrés. Ni siquiera en aquellos zapatos que más fina la tengan».
Extraigo la dura conclusión de que se me terminaron las oportunidades de suscribir algo del planeta de los toros en un diario que cuenta con el eminente Amorós. Pero tanto yo como los lectores saldremos ganando con la profesionalidad que un curtido como él le fíe a la información taurina, siempre agradecida a capacitados con prestigio, de acreditada autoridad y dilatada carrera. Le pido, eso sí, que cuando actúe de censor se alinee con los toristas y cante al toro hecho pedestal de la corrida como animal encastado, poderoso, bravo y enemigo del rival humano que quiera titularse maestro frente al indómito y no quedar en puro danzarín alrededor de un peluche robotizado.
Con esperanza doy mi parabién al recién alistado y permanezco expectante, junto al batallón de adeptos y seguidores. Los toros no son distracción, diversión o juerga. Son aventura, emoción, audacia. Y, como cultura de brillo, no pueden albergar –ni dejar entrever– ventaja o desnivel de fuerzas. Solo habilidad, competencia, rivalidad, riesgo, incertidumbre. El arte, parvo y raro, vendrá por añadidura como guinda de pastel o sorpresa de roscón. ¡Pero qué dulce guinda cuando por azar nos pilla esa tarde de suerte en el tendido! Y mejor al sol, para que hiervan con buen son arrebato, sorpresa y pasión.
  • Eduardo Coca Vita es escritor taurino y abonado de andanada en Las Ventas
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