La disparatada realidad y sus espejismos
La sutil eurodiputada Irene Montero celebró en las televisiones el Día de la Hispanidad condenando un supuesto genocidio español en América. Pura leyenda negra. Pobre. Debería conocer la herencia, por ejemplo, de los ingleses allá por donde pasaron
Tengo amigos que desechan la actualidad. No leen periódicos ni siguen los informativos de radios y televisiones. Cuando, extrañado, pregunto el motivo suelo escuchar que el Gobierno lo controla todo y los medios también; los manipula. Les cito ejemplos que lo desmienten, pero esa consideración me preocupa. La disparatada realidad produce espejismos.
He seguido, desde personalísimo criterio, algunas muestras. Por ejemplo, el pasado día 6 titulaban en primera dos periódicos nacionales: «El PP consigue 150/152 escaños y el PSOE baja a 106/108», y «El PSOE pisa los talones al PP como primera fuerza política». Eran datos que buscaban lecturas interesadas. Reflejaban encuestas, pero omitían que sin elecciones convocadas los sondeos son poco relevantes. Y cada uno tiraba de la soga a su conveniencia.
Un digital de trueno político destacaba: «Entre el 3 de septiembre y el 9 de octubre de 2026 se sentarán en el banquillo de la Audiencia Nacional dos exconsejeros del Gobierno de Alberto Ruiz Gallardón y un alto cargo de Esperanza Aguirre». Menuda noticia, con un año de antelación. Con lo que vivimos en la familia del presidente, en el PSOE y en el Gobierno, y lo que vendrá, sorprende que el digital crea que el escándalo que crece cada día podrá taparse con el lejano juicio de unos altos cargos de Madrid por antiguos hechos. Ruiz-Gallardón y Aguirre llevan años fuera de la actividad política. Es como revivir la corrupción en tiempos de Felipe González.
Otro digital informaba: «Pedro Rollán, la cuarta autoridad del Estado, reconvertido una tarde en azote de Feijóo al Gobierno». El presidente de la Cámara Alta, desde el Reglamento, llamó al orden a los ministros Alegría y Puente y, tras las advertencias debidas, retiró la palabra a Puente. El consternado medio no sigue los Plenos del Congreso. Esa actitud es habitual en la presidente Armengol, la tercera autoridad del Estado. Quita la palabra cuando quiere y Rollán había pedido a los ministros que ajustasen sus respuestas a las preguntas. Si Armengol se lo aplicase, no pararía de advertir a Sánchez y a sus ministros. Nunca contestan a las preguntas de la oposición; se pierden por los cerros de Úbeda. Armengol con los suyos.
La sutil eurodiputada Irene Montero celebró en las televisiones el Día de la Hispanidad condenando un supuesto genocidio español en América. Pura leyenda negra. Pobre. Debería conocer la herencia, por ejemplo, de los ingleses allá por donde pasaron. Trump, que a Irene no le gusta, alababa a los Reyes Católicos y destacaba la obra de España en América. Montero opina sobre lo que ignora. Antes mostraba sólo sus reconocidas sabidurías; en un viejo vídeo ejercía como maestra de jovencitas en ciertas prácticas sexuales. No logra enmascarar su indigencia intelectual. Debería leer más y opinar menos. Podría aplicársele la sentencia de Galileo: «La ignorancia es la madre de la maldad y de todos los demás vicios.». Le cuadra. No conoce la decisión de Isabel la Católica de igualar en derechos a los indígenas y a los castellanos, ni las Leyes de Indias. Según ella debemos pedir perdón a América. ¿Por qué? ¿Por la fe, el idioma, las universidades, las catedrales, y, en definitiva, la Historia compartida? Su única lectura es un catón ideológico. Y acaso tampoco.
Sigo en el ámbito hispano. La concesión del Nobel de la Paz a María Corina Machado supone un relevante reproche internacional a la dictadura de Maduro. Las groseras y disparatadas reacciones de Iglesias y Belarra, entre otros, apoyan a quien les paga, con Zapatero al fondo. El Gobierno español no felicitó a Corina. Natural. El Rey tampoco y la Casa Real dio una explicación alambicada; un precedente es una puerta abierta. Era ocasión propicia para una decisión independiente. Preocupante.
Más indignante es el alegato de Arnaldo Otegui contra el genocidio, el apartheid y la violencia en general. Cinismo al cubo. Olvida su pasado terrorista, integrado en una banda autora de más de ochocientos asesinatos. ¿Cree que borra su historia siendo socio de Sánchez para mantenerlo en el poder? Otra vergüenza más.
Tampoco ha estado fino Feijóo apoyando el aborto. Era innecesario. Supone acercarse al sanchismo. También engordar a Vox. No creo que sea una decisión apreciable para llegar a Moncloa, sino un grave error. Y, si llegase en coalición con un socio fuerte, padecería continuos rifirrafes. ¿Está mal aconsejado? Pudo renovar profundamente sus equipos y el rumbo tras el Congreso del PP, pero no lo afrontó suficientemente. Su etapa gallega pasó. Debe restar aplausos de los cercanos, llamémosles palmeros, y sumar apoyos del pueblo soberano que demasiadas veces está en otra onda.
Trump especula con la imposible expulsión de España de la OTAN. Salida que desea también Belarra, esa analfabeta política. Albares, que a veces parece un guiñol, dice que no pasa nada, pero pasa. Trump, un político ciertamente pintoresco y muy suyo, es líder mundial y no tiene un pelo de tonto. Sánchez se ha buscado un mal enemigo, pero allá él. Y lo peor: allá nosotros los españoles. Aunque le sonría, como a todos, en un acto importante. Sánchez sigue la política de su maestro Zapatero cuando quedó marcado al despreciar la bandera estadounidense un Doce de Octubre. Menuda vista.
Mis amigos tienen alguna razón. A menudo seguir la disparatada realidad supone desazón. Crecen los espejismos que a veces pesan. No recuerdo cómo nos lo contó Fortes, el tan objetivo informador de la televisión que pagamos usted y yo.
Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando