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30 de abril de 2024

TribunaCarlos Abella

En el centenario de Néstor Luján, un escritor admirable

Al salir del tanatorio mi padre me dijo emocionado: «Son muchos años, Carlos, de amistad. Néstor ha sido un hombre fabuloso y hemos disfrutado mucho juntos de la vida. Era un hombre del Renacimiento»

Actualizada 04:42

Se cumple este año y en estas fechas de marzo el centenario del nacimiento de Néstor Luján (Mataró, marzo 1922), en mi opinión uno de los más admirables eruditos que ha tenido nuestra literatura y el periodismo español de la segunda mitad del siglo XX. Por ello, quiero evocar en esta tribuna que su pluma fue de una prodigiosa fecundidad para dar visibilidad a toda su inmensa sabiduría, que cubría escenarios tan diversos y apasionantes como la gastronomía, la bibliofilia, el periodismo, los toros, los viajes, la literatura, el boxeo, la amistad. Ha sido Néstor un hombre de otro tiempo.
Néstor Luján forjó su pluma magistral en aquel ejemplo de cultura periodística que fue la revista Destino, creada por un grupo de notables catalanes en Burgos durante la guerra civil, refugiados allí por ser conscientes de que su vida peligraba en la Barcelona dominada por las bandas anarquistas, ya fueran de la CNT, la FAI, u otra adscripción ideológica basada en el tiro en la nuca o el fusilamiento en el paredón de quienes atesoraban bienes, tuvieran creencias católicas, monárquicas o de derechas.
Desde 1943 firmaba cada semana en Destino su crónica de toros con el seudónimo de 'Puntillero' y escribía con idéntica periodicidad una columna de temas de gastronomía denominada Carné de ruta bajo el seudónimo de 'Pickwick', con el que firmó posteriormente varios libros memorables sobre gastronomía con su esposa Tin, uno de ellos La Cocina Moderna en 1985. Otras publicaciones célebres de Néstor Luján fueron: Libro de la Cocina Española, escrito en 1970 con otro gran intelectual como fue Juan Perucho y por supuesto Las recetas de Pickwick, de luminosa lectura.
En 1967 se vio envuelto como director de Destino en una tremenda polémica al publicar en la sección de Cartas al director una carta titulada El catalán se acaba, firmada por un tal Jacinto Pujol Solé –idénticas iniciales que Jordi Pujol Soley– en la que se denunciaba el maltrato a la lengua catalana. El Ministerio de Información y Turismo presentó una demanda contra él –como director de la revista– y Néstor hubo de comparecer ante el tristemente célebre Tribunal de Orden Público (TOP), siendo su abogado defensor en el juicio Manuel Jiménez de Parga quien, pese a su brillante alegato en su defensa, no impidió que el Tribunal le condenara a «ocho meses de prisión menor y multa de 10.000 pesetas por un delito de propaganda ilegal (sic)».
Néstor fue nombrado entonces director de la revista Historia y Vida, desde el año 1975 hasta 1992, y fue entonces cuando Néstor Luján encontró en la novela histórica un rincón donde volcar todo su inmenso saber y pudo novelar tantas épocas y tiempos, como la Venecia de Casanova, La belle époque y muy especialmente la novela titulada Decidnos, ¿quién mató al conde?, relato de ficción histórica ambientada en la España del Rey Felipe IV y centrada en el conde de Villamediana, asesinado en circunstancias extrañas y que fue premiada con el Premio Internacional de Novela de la editorial Plaza y Janés. También fue finalista en 1991 del Premio Planeta con la obra Los espejos paralelos.
Uno de los muchos privilegios que he tenido en la vida ha sido conocerle, admirarle, quererle y ser querido por él, como acreditan estas cariñosas líneas que me dedicó en su libro de memorias El Pont dels anys 50, publicado en 1995, que siento el orgullo de reproducir aquí, traducidas del catalán: «Carlos Abella, nacido en Barcelona, pero de familia castellana, reside en Madrid y es hijo de mis grandes amigos, Mercedes y Rafael Abella. De hecho, si no me equivoco, yo asistí a su bautismo y mi amistad con él tiene una afectuosidad puede ser algo paternal. Su padre, Rafael Abella, suficientemente conocido como historiador y erudito, es un antiguo químico, tránsfuga a las letras y sobre todo a las investigaciones históricas. Tanto Rafael Abella como su hijo Carlos son unos monstruos de memoria, pero de una memoria ordenada, inteligente, y si cabe maliciosa. Una memoria tan importante es posible por la generosidad gratuita y desinteresada de la naturaleza, pero también por la lucidez de la inteligencia analítica y el esfuerzo de una erudición impecable».
Para mí ha sido un honor y un privilegio compartir mesa con él en Barcelona, ya fuera en El Agut d’ Avignon o en Reno, o en Madrid, en Jockey o Casa Lucio, donde recuerdo con admiración la narración de su viaje por todos los restaurantes de tres estrellas Michelin de Francia de los que recuerdo los tres que eran los más célebres: Paul Bocuse, Le Prés d’Eugénie de Michel Guerard en Eugenie-les Bains y el restaurante Les Frères Troisgros. Otra de las debilidades de Néstor Luján era el Motel Empordá, en Figueras. Y por supuesto, el Hotel Boix de Martinet de Cerdaña, donde se refugiaba por gentileza de los inolvidables Loles y José María, para escribir sus artículos y libros y donde he podido escuchar tantas sobremesas de su relato de las «manías» de Josep Plá, la poderosa pegada de «Rocky» Marciano, o la elegancia imperial de «Cagancho».
Néstor murió en Barcelona el 22 de diciembre de 1995 y fui con mi padre al tanatorio de Sancho De Ávila donde se velaba su cadáver. Coincidió nuestra visita con la del presidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol, y después de dar el pésame a Tin Luján, al salir del tanatorio mi padre me dijo emocionado: «Son muchos años, Carlos, de amistad. Néstor ha sido un hombre fabuloso y hemos disfrutado mucho juntos de la vida. Era un hombre del Renacimiento.»
Con razón su amigo el psiquiatra Mariano de la Cruz, escribió en el prólogo de mi libro Derecho al toro, publicado en 1997: «Néstor ejercía una gran influencia en Carlos…». Cierto; Néstor ha inspirado mi deseo de disfrutar con unas ostras de la Bretaña francesa, con un foie acompañado de un Sauternes, y de concluir una intensa comida fumando un gran habano, y una imponente sobremesa paladeando un Armagnac o un Pere Magloire. Y mi placer por saber contar una historia, escribir un libro, un obituario o un artículo como éste en su memoria. Gracias Néstor por tanto.
  • Carlos Abella es escritor
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