¿Se puede votar y botar a la vez?
Si no hubiera anticipado las elecciones, probablemente habría tenido que dimitir. Con el 23-J solamente ha ganado algo de tiempo
El presidente Sánchez ha decidido llamarnos a votar en plena canícula veraniega y en mitad de un puente, con lo que eso supone para un país como España, en el que nos cuesta muy poco, a nada que las fechas lo permitan, coger el coche e irnos a la playa, al monte o al pueblo. Pocos países habrá en el mundo donde la movilidad vacacional sea tan alta como en España.
Y muy pocos españoles ponen en duda que nuestro maquiavélico presidente ha elegido el 23 de julio porque el cree que le beneficia. Pero… ¿le beneficia realmente?
Existen algunas afirmaciones muy estudiadas y demostradas que nos pueden permitir prever cómo va a afectar al voto y por lo tanto a los resultados electorales el señalamiento del 23-J como fecha electoral.
La primera, que aunque los llamados a votar seamos más de 35 millones de españoles, la victoria o la derrota se juega en unos cientos de miles de votos, por lo que cada voto cobra una gran importancia.
La segunda, que los votantes en general y muy especialmente los votantes «blandos», aquellos que fluctúan entre diferentes formaciones y/o la abstención, votan por expectativas. Es decir, no se vota por agradecimiento mirando por el retrovisor, sino que se ejerce el sufragio con expectativas de futuro. Y estas expectativas pueden ser de dos tipos: por ilusión porque se confía en que el candidato o el partido X nos van a resolver un problema grave como la economía, el trabajo… o por rechazo a un político y/o partido Z. Cuanto más intensas sean las expectativas, mayor efecto cobra el voto útil.
Con estas premisas y si analizamos muy brevemente el escenario político español, podemos concluir que el Partido Popular con Feijóo al frente, concita con fuerza tanto el voto de las expectativas positivas como el de rechazo a Sánchez y sus políticas legislativas y de pactos. Así pues, el PP es un destino altamente atractivo para ambos casos.
Por el contrario, el PSOE de Sánchez no consigue atraer ni el voto ilusionado ni tampoco el de rechazo al adversario. Esto lo saben muy bien los estrategas del Partido Socialista y es por ello que están echando el resto intentando activar el voto del rechazo apelando inútilmente al miedo a la ultraderecha. Por otra parte, es altamente improbable que puedan activar el voto de la ilusión cuando el propio Partido está dando la espalda a la campaña de Sánchez.
Si a estas consideraciones le añadimos la variable de la festiva fecha veraniega, lo que le estaremos añadiendo es una dificultad importante a la hora de emitir el voto. Pero entonces debemos plantearnos si la dificultad añadida al ejercicio del voto beneficia a alguna formación y a cual, y por lo tanto perjudica a la otra. Y podemos concluir sin mucho temor a equivocarnos que aquellos votantes que estén activados por la ilusión o por el rechazo serán capaces de sortear mejor la dificultad de la fecha que aquellos que están desmotivados.
Así pues, no parece que la dificultad de votar en un domingo de julio vaya a favorecer los intereses electorales de Sánchez sino más bien todo lo contrario. Pero toda esta explicación que para un consultor político es el ABC de su trabajo de asesoría, seguro que ha sido contemplada desde el minuto uno por los asesores electorales del presidente. Pero entonces… ¿por qué eligió Sánchez esta fecha? Desde mi punto de vista lo hizo porque, sabedor de que su partido es conocedor del batacazo que auguran todas las encuestas y que además los resultados de las municipales y autonómicas anunciaban una revolución interna con noche de cuchillos largos incluida, quiso quitarse del foco interno interponiendo una cita electoral. Qué más da si a causa de la fecha el batacazo es algo mayor o menor, qué batacazo queda. Sánchez ha jugado una vez más la carta del trilero, del regate en corto, de la táctica en vez de la estrategia, de su persona antes que el partido. Y todo apunta que caerá y que a buen seguro ya estará pensando, no en una campaña que a priori la tiene perdida, sino en una salida lo más honrosa posible. Si no hubiera anticipado las elecciones, probablemente habría tenido que dimitir. Con el 23-J solamente ha ganado algo de tiempo. Todo lo demás, a priori, lo tiene perdido, él y el Partido Socialista que en estos cuatro años ha sido incapaz de reaccionar al sanchismo que lo ha carcomido hasta la médula.
Pero la cuestión para nada está finalizada, ya que el Partido Popular tiene una espada de Damocles sobre su cabeza que se llama exceso de confianza y que no sería la primera vez que se lleva una victoria asegurada por el desagüe.
Nada está resuelto, y esa es precisamente la grandeza de la democracia. Los políticos podrán hacerlo mejor o peor, e incluso rematadamente mal añadiendo a su pésima gestión un deterioro importante tanto en los valores sociales como en las mismas instituciones, pero los ciudadanos tenemos la última palabra y la libertad para votar a unos y botar a otros.
Alfonso Ibáñez es consultor político