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TribunaFederico Romero

De Cesárea de Filipo a la Capilla Sixtina

Los actuales retos de un Pontífice relativamente joven y comprometido, denotan que en la Capilla Sixtina ha prevalecido un criterio del Espíritu sobre cualquier consideración política. No estamos ante un Pontífice de transición, sino abierto a la esperanza

Actualizada 01:30

He tenido la suerte de coincidir en mi vida con nueve magníficos Papas, aunque, con Pío XI no tenía todavía uso de razón y a Benedicto XVI sí tuve el honor y privilegio de conocerlo personalmente. Contrasta la expectación mediática creciente de sus respectivas elecciones durante todo este periodo, con la intimidad con la que Nuestro Señor designó a Pedro como cabeza de su Iglesia en Cesárea de Filipo hace ya más de veinte siglos. Alguien ha recordado, con toda razón, que el actualmente elegido León XIV no es solo el sucesor de Francisco sino, sobre todo, el sucesor de Pedro, lo cual tiene su relevancia en las consideraciones que vamos a hacer en el presente artículo. La narración de Mateo (16; 18-19) expresa el carácter entrañable e íntimo de dicha designación y es el único que la cita de los cuatro evangelistas. Ello determinó que algunas de las iglesias de los movimientos protestantes afirmaran que tal cosa suponía que era un «primado petrino», y por tanto solo conferido a la persona del apóstol, pero no un «primado papal» que determinara para siempre que el Obispo de Roma fuera la cabeza de la Iglesia Universal. Aunque esto provocó algunas veces discusiones históricas, lo cierto es que, desde el Concilio de Nicea hasta ahora, la Tradición de la Iglesia, amparada también, desde luego, en el relato de Mateo –que no por algunas de sus singularidades, como tantas otras en todos los evangelios, permita restar validez y garantía de inerrancia al hecho recogido– ello justifique dudar del primado Papal. De ahí la calificación dogmática del Concilio Vaticano I, que anatematizó la negación de este primado.

Reafirmada pues la primacía del Obispo de Roma, ha sido lógico que, en sus primeras palabras, hubiera una referencia concreta a los fieles de su nueva diócesis, pero su inmediata mención a Chiclayo, en Perú, donde también fue obispo, denota la importancia de su vocación misionera en su vida. Uno de los medios que han contribuido a tener una visión demasiado humana del proceso electoral de un Pontífice, ha sido la película Cónclave. Pues con ser ésta una magnífica película, apuntando, de manera más o menos ajustada a la realidad de las secretas relaciones, y quizás intrigas, en el ámbito enclaustrado de la Sixtina, ello puede dar lugar a una idea distorsionada de lo que allí acaece.

La pronta elección de León XIV y sus características personales, nos dan muchas claves para acercarnos al carácter sobrenatural de la elección. Pues, así como lo dicho antes, resalta sobre todo su perfil misionero, encuadrarlo en las categorías políticas al uso de: reformistas, progresistas o liberales versus tradicionalistas o conservadores, no es procedente. Efectivamente, estos esquemas políticos no cabe aplicarlos a quién, siendo objeto de la inspiración del Espíritu sobre sus instrumentos humanos, acaban siendo instrumentos de Cristo por la vía de la búsqueda de la santidad de su representante en la tierra. Es bien seguro que León XIV va a continuar en el camino emprendido por Francisco, pero con sus características propias. Un detalle como la recuperación de la muceta púrpura y de la estola bordada en su comparecencia inicial, nos habla de un seguimiento en lo esencial, pero con libertad y formas propias. Francisco aportó muchos e interesantes gestos significativos, pero ya veremos los signos que utilizará León XIV en su ministerio. El mismo nombre elegido por el Cardenal Prevost, nos delata una conexión importante con el de su predecesor León XIII. Enseguida se ha resaltado que el Pontífice de la Encíclica Rerum Novarum influirá en continuar con la defensa de los derechos sociales de los trabajadores, además de abordar los desafíos del mundo actual, como son la migración, la pobreza y el cambio climático. Pero conviene recordar –como me enseñó mi profesor de las Instituciones de la Iglesia, Giménez Fernández– que también León XIII fue el autor de la Encíclica Testem benevolenciae, donde insiste sobre la inmutabilidad dogmática y aclara ciertos principios que podían ser rectamente entendidos y llamando paternalmente al orden a los «americanistas», contaminados con los errores del modernismo de entonces.

Este recuerdo de la situación de la Iglesia en los Estados Unidos, me lleva también a otra de las consideraciones interesantes del Papa electo y también jefe del Estado Vaticano. ¿Cómo serán sus relaciones, siendo americano y consumado diplomático con el actual presidente de los americanos? Trump se ha congratulado de que un americano sea el nuevo Pontífice, pero ¿lo seguirá haciendo si actúa León XIV conforme a las líneas señaladas y los precedentes de sus anteriores relaciones? Por último, una referencia reseñable de las palabras del Papa actual en su discurso inicial; ha hablado en ellas de su deseo de una paz «desarmada y desarmante», dirigiendo un clarísimo mensaje a tantos jefes de Estado actuales concernidos por el problema de la guerra ¿Significará profundizar en su papel mediador en el ámbito internacional?

Los actuales retos de un Pontífice relativamente joven y comprometido, denotan que en la Capilla Sixtina ha prevalecido un criterio del Espíritu sobre cualquier consideración política. Como dice Prevost en el lema de su cardenalato In illo una Unum. Desde luego no estamos ante un Pontífice de transición, sino abierto a la esperanza.

  • Federico Romero Hernández es jurista
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