La cabeza fría, la lucidez necesaria
Todo esto creo que encierran los versos de Kipling que nos conminan a mantener la cabeza fría, la mirada atenta, alerta el pensamiento y nuestros principios irreprochables, en medio de este banco de brumas que envuelven a Europa
Entre las condiciones que Kipling desgrana para su hijo en su poema If como vía para llegar a ser cabalmente hombre (y por ello sujeto político), los primeros versos arrancan con una exaltación de la serenidad intelectual y moral en la adversidad o loca confusión: «If you can keep your head when all about you /Are losing theirs…» (Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor/la pierden…).
Y esta admonición tiene vigencia en medio de estos momentos inciertos que envuelven a Europa y que afectan a la lucidez necesaria que nos permite distinguir los árboles del bosque, las voces de los ecos, lo aceptable de lo inadmisible. Basta con leer los comentarios digitales de numerosos lectores de prensa, escuchar determinadas declaraciones, gestos y posicionamientos políticos, o meras conversaciones en la calle para percatarnos del gran peligro de que hoy «perdamos la cabeza» como temía Kipling. Perderla intempestivamente por la corrosión de los juicios erróneos, la fragilidad de nuestra inteligencia ética ante la propaganda interesada, las bajas pasiones (que son lo peor de nosotros mismos) que contaminan nuestra comprensión —también política— o los temores a menudo inconscientes ante nuevos escenarios históricos. Y así, sin la cabeza fría, tirar catastróficamente al niño (valioso e insustituible) con el agua de la bañera (sobrante y prescindible), según el viejo dicho sajón. Ante ello, recordar en estos tiempos tempestivos algunos principios básicos de nuestra civilización política occidental por humanos (y por eso cristianos) nos puede ayudar a mantener la cabeza y la mirada clara. Y no extraviarnos en esta niebla que nos rodea y envuelve el futuro que llega a Europa:
1. La invasión rusa de Ucrania no tiene consideración alguna de «guerra justa» y sí de un «crimen de agresión» perseguible por la justicia internacional. Y, por lo tanto, severamente repudiable. Que Rusia tuviera razones para atacar a Ucrania, nunca le ha otorgado razón suficiente para hacerlo; cualquier intento de banalizar o atenuar el ataque ruso atenta contra la seriedad moral e intelectual necesaria a la hora de considerar un conflicto bélico, que de suyo ha de ser ultima ratio fundada en la guerra justa.
2. El enaltecimiento y admiración por la figura de Vladimir Putin supone un grave error estimativo y una quiebra de la necesaria jerarquización de los valores morales por encima de los vitales en nuestra inteligencia moral. Las simpatías hacia él por afinidad religiosa de determinados sectores cristianos también en España implican una contaminación del juicio espiritual y una consideración distorsionada del mensaje evangélico que nos exige también a «quién no admirar» ya que, al cabo, somo responsables de nuestras simpatías, filias y veneraciones. Y ante nuestra creciente atracción por «hombres duros» cuando ello implica la destrucción del enemigo bélico y político, cabe preguntarnos qué estratos insanos revelan de nuestro yo profundo que cristalizan en ese apoyo estimativo.
3. Ya Ortega nos advirtió que la inteligencia es hacerse cargo de la complejidad de la realidad. Suspender esa complicación en nombre de simplificaciones es ser infiel a la misión de nuestra inteligencia y al precio debido de la comprensión cabal de los asuntos humanos. En este contexto, la crítica radical tan extendida hoy de la democracia liberal vigente en Europa haciendo tabula rasa de ella, omitiendo sus fundamentos intelectuales, morales y espirituales, es grave frivolidad. Las imperfecciones —varias y denunciables— de nuestros sistemas políticos y de la propia UE, no deben llevarnos al error de tomar la parte por el todo; más bien a perfeccionarlas lo cual es intelectual y moralmente más esforzado que la descalificación de una arquitectura política —la de la democracia liberal— que salvaguarda la libertad y los derechos humanos, no sin contradicciones y limitaciones.
4. El abandono traumático por parte de Estados Unidos de la defensa europea provocará sin duda un auge del miedo e incertidumbre bien alejados del umbral de certeza defensiva y existencial en el que vivíamos. El fin de la creencia en la «pax americana» supone un hiato en la historia moderna occidental y en nuestra consideración de la realidad histórica. Las repercusiones que este nuevo malestar y vértigo con sus derivaciones económicas tendrán de forma inconsciente sobre nuestro psiquismo, sentimientos y capacidad de juzgar políticamente, deben ser tenidas en cuenta por cada uno de nosotros a la hora de conformar una opinión política lo menos adulterada posible. Fue el vértigo de la inseguridad y el miedo (de nuevo compañeros de camino hoy) lo que llevó a millones de padres y madres de familia europeos en la década de los 30 a adhesiones políticas, morales y espirituales catastróficas que sumieron a Europa en la larga noche de la abolición de lo humano.
5. Ante nuevas situaciones históricas sobrevenidas como las que nos han surgido sin llamar a la puerta, es necesario recurrir al «pensar alerta», esa forma de pensamiento que se hace cargo de las nuevas realidades las sopesa y delibera, responde a ellas sin engañarse a uno mismo y a sabiendas de sus consecuencias. Hay que recuperar en nosotros la prudencia aristotélica como ese pensar bien que busca lo bueno y lo útil para uno mismo y nuestra polis, hoy amenazada de quedarse a la intemperie.
Todo esto creo que encierran los versos de Kipling que nos conminan a mantener la cabeza fría, la mirada atenta, alerta el pensamiento y nuestros principios irreprochables, en medio de este banco de brumas que envuelven a Europa temerosa abandonada súbitamente por Zeus.
- Ignacio García de Leániz Caprile es profesor de Gestión de Recurso. Universidad de Alcalá de Henares