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TribunaJosep Maria Aguiló

De libros e inodoros

Por lo que respecta a los géneros literarios más leídos mientras nos encontramos en el aseo, el 'thriller' es claramente el que cuenta con más adeptos y fans, tanto entre hombres como entre mujeres. También están bien situados, aunque ya a una cierta distancia, la novela histórica, el cómic y la novela romántica

Hace unos pocos días, uno de mis mejores amigos me comentó, en voz baja y algo azorado, que desde hace algún tiempo tiene la costumbre de leer en el cuarto de baño casi cada madrugada, en concreto entre las siete y las siete y media, porque, al parecer, esa lectura matinal le ayuda a distenderse y a relajarse en su sentido más amplio.

Ese buen amigo me dijo también que se sentía un poco culpable por esa peculiar práctica lectora, que él creía inusual, pero enseguida le tranquilicé, explicándole que lo que él consideraba extraño es mucho más habitual de lo que quizás pudiera parecer, al menos en nuestro querido país. Para apoyar mi tesis, le recordé los resultados del reciente Estudio Renova sobre hábitos de lectura en el WC, cuya principal conclusión era que al 95 por cien de los españoles nos gusta leer cuando estamos sentados tranquilamente en la taza del inodoro. Bueno, a mí en concreto no me gusta, por lo que, en principio, yo formaría parte del cinco por ciento restante.

Todos los datos que ofrecía ese interesantísimo estudio, a medio camino entre lo literario y lo escatológico, fueron obtenidos en 2022 a través de una encuesta que se realizó entre mayo y junio de aquel año a casi seis mil personas, en la Feria del Libro de Madrid y en el resto de España a través de las redes sociales. Nunca estaré lo suficientemente agradecido a la citada empresa de origen portugués por haberme descubierto una realidad de la que lo desconocía prácticamente todo hasta hace apenas unos meses.

Para seguir serenando a mi amigo, le expliqué también que, según este trabajo, uno de cada siete hogares españoles tiene material de lectura de forma permanente en el cuarto de baño, un dato que, por cierto, tampoco me afectaría a mí por ahora, o solo parcialmente, pues lo que tengo en ese lugar tan específico son libretas de pasatiempos y de sudokus encima del bidé, un sanitario que, por lo demás, no suelo utilizar normalmente.

En cuanto al soporte preferido para leer en el váter, el citado informe señalaba que el libro tradicional era la primera opción para casi la mitad de los encuestados. A continuación, se situaban quienes preferían el teléfono móvil, con un 27 %; los que optaban por el libro electrónico, con un 14 %, y los que se decantaban por las revistas o por los periódicos impresos, que se quedaban en un exiguo 9 %.

Nada decía el estudio, en cambio, del hipotético porcentaje de compatriotas que simplemente se limitarían a leer las etiquetas de los botes de champú, de los productos cosméticos o de los medicamentos en esos momentos tan íntimos. No había tampoco ninguna referencia acerca del posible uso de mascarillas, de guantes o, como mínimo, de geles hidroalcohólicos para evitar la propagación de virus, bacterias y microbios varios a otras estancias de la casa.

Probablemente, el aspecto quizás más controvertido de este informe eran las comparaciones que se establecían entre los habitantes de las distintas comunidades autónomas. Uno de los datos que se ofrecían en ese sentido era el de quiénes tardan más y quiénes tardan menos en el baño. Como no quisiera contribuir desde aquí a crear posibles nuevos agravios comparativos interregionales, creo que tal vez sea mejor pasar casi de soslayo sobre esta parte del estudio. Aun así, sí puedo decirles, con orgullo, que los habitantes de Baleares —mi tierra de nacimiento— somos los más cibernéticos de España en el retrete, pues recurrimos a soportes digitales en el 49 % de los casos. Dicho esto, debo reconocer, con innegable pesar, que yo formaría parte del 51 por ciento restante.

Por lo que respecta a los géneros literarios más leídos mientras nos encontramos en el aseo, el thriller es claramente el que cuenta con más adeptos y fans, tanto entre hombres como entre mujeres. También están bien situados, aunque ya a una cierta distancia, la novela histórica, el cómic y la novela romántica. Dos géneros minoritarios que también tienen su público en las letrinas actuales son, según el informe, la poesía y el cantar de gesta –sic–. Por contra, no aparece ninguna referencia al teatro clásico, que es una ausencia que ahora mismo no sabría muy bien cómo interpretar.

Como le comenté también a mi buen amigo, después de haber leído todo el estudio decidí entrar en Google para intentar recoger más información sobre el asunto que hoy nos ocupa. De ese modo, descubrí, por ejemplo, que leer en el excusado puede ser beneficioso para la salud, ayudando a nuestra relajación, aunque también puede ser perjudicial, en especial si pasamos mucho tiempo sentados sin la consecución de resultados tangibles. Y como en Google un tema concreto te acaba conduciendo casi siempre a otros temas más o menos colindantes, me pasé buena parte de los días siguientes leyendo también diversos textos sobre estreñimientos, diarreas, ambientadores, toallitas, bifidobacterias y tránsitos intestinales.

Para decepción, quizás, de los autores de aquel estudio, he de reconocer que ninguno de esos textos los leí en el cuarto de baño, sino esencialmente en la mesa del escritorio, en mi butaca orejera, en la cama de la habitación, en una cafetería solitaria y en el banco de un parque. Fue precisamente en ese mismo parque en donde también leí un reportaje que decía que el 99,9 % de los periodistas españoles considerados hoy con mayor proyección y mejor futuro no suelen hablar casi nunca de temas así. Seguramente, yo debo de formar parte del 0,1 por cien restante.

Josep Maria Aguiló es periodista

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