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19 de marzo de 2024

Enormes minuciasCarmen Fernández de la Cigoña

Compromiso y liderazgo

En la Universidad me apena profundamente la falta de maestros. Y no hay maestros porque no hay discípulos, ni hay discípulos porque no hay maestros

Actualizada 12:27

Durante las vacaciones leo. Aprovecho para resarcirme de todo lo que no he podido leer durante el curso. Y leo casi cualquier cosa que cae en mis manos, porque me gusta leer y disfruto con todo lo que provoca la lectura. Tengo tiempo para disfrutar las palabras y la forma en la que están escritas. Para dejar que la imaginación evoque lo que las palabras cuentan. Para sumergirme de vez en cuando en otra época histórica o en una trama policiaca. Para reflexionar acerca de las cuestiones más de fondo que plantean otros autores… Depende de lo que haya caído en mis manos.
Este año llevaba deberes. Así que, entre alguna novela histórica y alguna policiaca, tenía que abordar una serie de ensayos que esperaba que me ayudarían con los trabajos del curso que comienza. Entre estos, un amigo me había pasado Compromiso y Liderazgo de Douglas Hyde.
No pretendo en esta columna hacer una reseña del libro, pues ya existe una muy buena sección para eso, sino recalcar lo que el autor piensa que podemos aprender de quien sabemos que está muy lejos de nosotros, en las antípodas, y lo que yo veo en tantas ocasiones no solo en los ambientes universitarios, que también, si no en la sociedad en su conjunto.
El autor analiza los métodos comunistas, el sistema de trabajo de sus grupos y células, la disposición de sus miembros y los efectos que han tenido en la sociedad, y en cómo se expandió la ideología. Lo escribió en 1966, y es cierto que las cosas han cambiado. Tengo que decir que creo que hoy dista mucho de ser lo que fue, porque todo se apoltrona, incluso el comunismo.
Pero también es cierto que el título refleja la actitud que él encontraba en aquellos grupos. Y esa es precisamente la que yo echo en falta en tantísimas ocasiones en otros grupos, otras empresas, otros entornos, en definitiva.
En la Universidad me apena profundamente la falta de maestros. Y no hay maestros porque no hay discípulos, ni hay discípulos porque no hay maestros. No sé que va primero. Pero lo que hay es una falta de compromiso (de unos y otros) y consecuentemente, de liderazgo. Los maestros no se quieren comprometer con lo que supone acompañar todo el proyecto de formación, de vida, del que empieza, y estos que empiezan no quieren escuchar ni seguir al maestro porque no descubren en él las cualidades, el liderazgo, el compromiso con la verdad, y con ellos, que sería necesario. Y entonces, para qué. Salvo excepciones claro, que siempre las hay.
Esto mismo ocurre en la vida social. Y en la política. Y, mal que me pese, incluso en la vida de la Iglesia. Salvo excepciones, claro.
Los efectos de esa ausencia son evidentes. Es lógico que lo sean. Ya Pablo VI decía en 1975 que «el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan…, o si escucha a los que enseñan es porque dan testimonio»
Creo verdaderamente que no nos queda otra. Porque si todavía queremos cambiar el mundo, dejar uno mejor, y que los que vienen sean capaces de cambiarlo y mejorarlo, es absolutamente necesario el compromiso con la verdad, con el bien y con el hombre. Un compromiso decidido, no apoltronado. Y no solo ejercer un liderazgo, si no hacerles ver que cualquiera, en diversas circunstancias, puede tener que ejercer ese liderazgo.
A ver si somos capaces de aprender algo, empezando por lo elemental, y si somos capaces de transmitirlo y recomenzar el cambio.
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