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28 de abril de 2024

todavía la vidaNieves B. Jiménez

El cielo se esconde entre nuestros rostros

Solo somos pasajeros en este trayecto más o menos largo. Por eso, asumo la importancia de no acomodarme en las victorias ni en las derrotas

Actualizada 17:42

Hace poco conocíamos la noticia de la enfermedad de Bruce Willis. Hay estrellas de cine que traspasan la pantalla y se meten en nuestras vidas eternamente. Al final, es verdad esto de la «avalancha imparable del vivir». No puedo evitarlo, me siguen impactando tantas despedidas inesperadas. No me queda otra que acogerme a la sabiduría que dan, desgraciadamente, las embestidas de vida sufridas. Sé que el tiempo, como dice el poeta, aún en primavera floreciendo las acacias y los mirlos ensayando sus silbos en las ramas, es un reloj en la noche silencioso e invisible, que no existe, solo duerme.
Delante de ti, del cineasta Hong Sang–soo, es una conmovedora joya entre pasado y futuro. Una vez escuché «quédate donde el tiempo te dure más», y de eso va. Una actriz regresa a su Corea natal para encontrarse con un director de cine que quiere contar con ella para su próximo rodaje. Pero la trama llega con giro inesperado, le quedan unos meses de vida. Navegamos entonces sobre el mundo de los afectos como refugio. Los caprichos del destino, el recogimiento, todo un viaje emocional como regreso definitivo a casa.
La película da mucho para desempolvar el alma. Resulta tan reveladora que sobran los motivos que confirman la brevedad del camino. Reconozcámoslo, solo somos pasajeros en este trayecto más o menos largo. Por eso, asumo la importancia de no acomodarme en las victorias ni en las derrotas. La terca fugacidad nos invita a saborear cada alegría. Para mí, mientras escribo estas líneas, es ese aire puro, ese olor a tierra húmeda, que deja la lluvia tras su paso.
Cada escena manifiesta qué sencillo es y a la vez tan inalcanzable eso de beber una taza de café serenamente, fumar un cigarrillo a la vera del río, visitar una pastelería, contemplar una abeja sobre el polen de una flor, el momento prodigioso que es el amanecer, el agradecimiento por estar vivo, el deslumbramiento por la belleza, el amor familiar y el despertar espiritual. Recuerden, «habrá signos en el sol y la luna y las estrellas» (Lucas 21, 25). La máxima del amor más allá de la muerte.
Apreciarán cómo conmueve lo que no se dice. Agradezco la mirada del director a través de la esencia de la vida, de la naturaleza amada, porque me fascina ese espacio que es parte del alma. Lo sutil de esos gestos cuando pedimos ayuda calladamente. «Si miramos al de enfrente, si puedo ver lo que tengo ante mi cara, entonces no tengo miedo a nada. Todo está completo». Porque este transitar está lleno de descubrimientos que ayudan a vivir. La poeta Dionisia García contaba uno de los suyos: siendo niña, entraba calladamente en el dormitorio de sus padres directa a abrir un armario de luna. No era fácil para la pequeña pero, a fuerza de intentarlo una y otra vez, lo consiguió. Y todo para alcanzar una preciosa caja que contenía chocolates. Desde entonces, sonríe cuando ve un armario antiguo.
En ese buscar a Dios entre la niebla tan machadiano, la escucho rezar. «Tiemblo, / al pensar que, algún día, / ya no veré las lilas de los huertos…». Cuando entre visillos experimenta el cielo frente a ella, «todo lo que veo ante mí es gracia. No hay un mañana… este momento, ahora, es el paraíso». ¿Cómo preferiríamos pasar esos últimos meses cuando la vida va cerrando etapas? No lo sé, pero creo que todo se canalizará, seguro, desde una carrera llena de pequeños triunfos siendo una más sabia gracias a las experiencias. «Creo que el cielo se esconde entre nuestros rostros», reconozco con ella esperanzada.
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