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20 de abril de 2024

Alavar

Un empleado de ALAVAR empaquetando un conjunto de prendasJuan F. Seoane

Congregación de las Siervas de San José

Alavar, 25 años de inserción sociolaboral ayudando a los más vulnerables

La empresa de lavandería celebra su cuarto de siglo de existencia con un acto homenaje en su sede

Todo empezó con una lavadora, una máquina de lavar en seco, una secadora y una calandra. Cuatro máquinas que llegaron en 1996 hasta un bajo de 100 metros cuadrados de una de las casas en Madrid de la congregación de las Siervas de San José con un objetivo: dar un oficio a mujeres vulnerables. La idea surgió de la mente de la sierva Agustina Estévez quien, a modo de visionario, pensó que la ayuda a ofrecer a este colectivo no bastaba con darles comida y cobijo sino que se les debía propiciar una oportunidad laboral para que saliesen adelante por ellas mismas. 
Hoy, 25 años después, ALAVAR es una de las 22 empresas que conforman la AMEI, la Asociación Madrileña de Empresas de Inserción, y ya no sólo se dedica a formar y contratar a mujeres, sino que ha abierto su cupo también a hombres. 
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Trabajadores de ALAVAR en el ejercicio de sus funcionesJuan F. Seoane

«Existen muchos proyectos sociales necesarios para este tipo de personas que se encuentran en una situación difícil o de exclusión. Desde ellos se les ayuda a encontrar vivienda, a ser atendidos a todos los niveles de salud... Pero a menudo estos proyectos se estrellan siempre con el empleo», explica Susana de Andrés, la actual gerente de la empresa, también sierva de San José. Y ahí entra ALAVAR, como dispositivo intermedio para enseñarles desde lo más básico, el español, hasta un oficio, el de lavandero y repartidor. 

La realidad de la inserción laboral

Actualmente ALAVAR cuenta con 22 trabajadores, siete en plantilla fija y 15 puestos de inserción. «Ayudar a estas personas a su inserción laboral es muy importante ya que sin este dispositivo intermedio es muy difícil que entren en el mercado laboral», afirma.
«Sin este tipo de empresas de inserción hemos observado cómo, por ejemplo, mujeres víctimas de malos tratos, salen de su casa en un ejercicio de valentía, llegan a un dispositivo donde las acogen, les ofrecen refuerzo psicológico, se les busca una vivienda para vivir pero cuando tienen que valerse por sí mismas todo se cae… porque no puede pagarse la vivienda y a lo mejor optan por volver a lo de antes, al maltrato», relata.
Los problemas para encontrar un trabajo empiezan, en muchas ocasiones, con el propio idioma. «Nos llegan personas de otros países o incluso de España que no saben hablar ni escribir bien en castellano. Ahora en concreto tenemos personal de Ecuador, del Congo, de Marruecos, de Nigeria, de Gambia, de Venezuela, de Colombia, de Afganistán y también de España, de entre 19 y 58 años. Intentamos buscarles clases de español fuera pero si no es posible les damos clase nosotras mismas», asegura.
Pero el apoyo hacia estos empleados no es solo proporcionarles clases de español y, a la vez, enseñarles el oficio, sino que en ocasiones hay que instruirles en cuestiones básicas para que el día de mañana mantengan un empleo como pueden ser la puntualidad o el aseo personal para ir al trabajo. 
Se trata de una adaptación que, en palabras de la gerente, suele demorarse «unos seis meses». Justo los mínimos en los que un empleado de ALAVAR puede estar en el proyecto. «Están un mínimo de seis meses y un máximo de tres años. Cuando acaban los tres años la idea es que salten al mercado laboral normalizado. Intentamos nosotras procurar ese enganche laboral hablando con empresas conocidas», explica De Andrés. 
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Interior de la nave de ALAVARJuan F. Seoane

Tras sus humildes inicios hoy cuenta con una nave de 1.000 metros cuadrados ubicada en Getafe, en el área empresarial Andalucía, que alberga cinco lavadoras industriales, cuatro secadoras, dos calandras, tres planchas de mano, una máquina de seco y cuatro furgonetas para hacer los repartos. Unas máquinas que trabajan a pleno rendimiento de lunes a viernes de 7 a 21 horas. «Tenemos distintos clientes (Cruz Roja, el albergue de San Isidro...) y trabajamos para colegios mayores de Madrid. Lavamos sábanas y toallas pero sobre todo la ropa personal de los residentes. Es nuestra especificidad, es ahí donde hemos encontrado el hueco de mercado».

Una trayectoria dura

«Ahora somos viables económicamente pero no siempre ha sido así. Hasta 2008 no pudimos ser empresa de inserción sociolaboral. Costó mucho levantar esa idea primigenia porque no había subvenciones y los costes de enseñar a las personas a ser productivas nos hundían las cuentas. Era la congregación la que nos mantenía. Pero en 2008 se reactivaron las subvenciones y ya pudimos comprar otra lavadora. Poco a poco hemos ido creciendo y comprando más máquinas, hasta hoy», cuenta. 
Y tanto es así que ALAVAR es desde hace cinco años una empresa informatizada. «Marcamos todas las prendas con un código de barras para que no se nos despiste ni un calcetín», bromea la sierva. 
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Entrada principal a la sede de ALAVARJuan F. Seoane

El próximo 22 de octubre a las 12 horas ALAVAR celebra en su sede un acto homenaje a estos 25 años de trayectoria como empresa en la que ha dado empleo a 111 personas, de las que 78 han sido de inserción. En el evento habrá testimonios de trabajadores así como la explicación del origen de la misma. De Andrés lo adelanta: «La fundadora de la congregación es Bonifacia Rodríguez. Ella, a finales del siglo XIX, empezó un taller de cordonería para dar trabajo a chicas vulnerables con el fin de que salieran adelante. Nos gusta ver que nuestra labor es una continuidad de la iniciada por Bonifacia». Y es que ALAVAR no es sólo una empresa de inserción sociolaboral, es un proyecto que desde el inicio hasta hoy, haciendo un juego de palabras, es digno de alabar. 
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