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28 de marzo de 2024

Primera edición de 'La Regenta' (1884), de Leopoldo Alas "Clarín"

Primera edición de 'La Regenta' (1884), de Leopoldo Alas «Clarín»

«Los demás no son mi madre»: la omnipotencia de la figura materna en 'La Regenta'

170 años después del nacimiento de Leopoldo Alas «Clarín» cobra también importancia la versión televisiva de su gran obra

Se suele afirmar que madre sólo hay una. Este dicho es especialmente cierto en La Regenta, culmen de la novela española del siglo XIX y eximio exponente de la literatura castellana de todos los tiempos. En el 170º aniversario del nacimiento de su autor, Leopoldo Alas «Clarín» (1852-1901), conviene hacer hincapié en aspectos de fondo de esta creación literaria publicada en 1885 y adaptada para la pequeña pantalla por Fernando Méndez-Leite ciento diez años más tarde, en 1995. Esta versión es muy respetuosa con el tenor literal de la obra de Clarín y la podemos tomar como guía para el análisis de su contenido en el presente artículo.
Ciertamente, en La Regenta, la madre lo es todo: tanto su ausencia como su presencia están revestidas de un carácter absoluto y determinante en la actuación social y en la vida psicológica de los protagonistas de esta novela inmortal. Ana Ozores, la Regenta (interpretada por Aitana Sánchez-Gijón) y Fermín de Pas, el Magistral (Carmelo Gómez) son los dos personajes donde la influencia de la madre se deja notar con más fuerza, por unos motivos u otros.

Yo no tengo madre, estoy solaAna OzoresProtagonista de 'La Regenta'

En el primer caso, Ana (o «Anita», como la suelen llamar) está profundamente traumatizada por no haber tenido una madre. Toda su existencia está marcada por esta ausencia: «yo no tengo madre. Estoy sola» dice cuando es una mujer joven, en paralelo a como, cuando era niña, declaraba que «madre yo no tengo». La infancia de la Regenta se fue esculpiendo dolorosamente en su psique con el cincel de la falta de la figura materna. A sus amigos, Anita les preguntaba cuando era niña: «¿cómo son las madres?». Además, Ana, de cría, ni siquiera podía contar con algo parecido a una madre: «vivo con una señora que se llama unas veces aya y otras Doña Camila». Tal declaración manifiesta el vacío emocional y existencial de Anita, pues su modelo en la vida era una señora que, para la pequeña Regenta, ni siquiera tenía una identidad fija o un nombre estable que reflejara tal identidad.
Escultura dedicada a «La Regenta» en la Plaza de la Catedral de Oviedo

Escultura dedicada a «La Regenta» en la Plaza de la Catedral de Oviedo

Ana dejará de ser niña, pero nunca dejará de ser hija; y, justamente por ello, intentará identificar a su madre en otros personajes: «Tú eres la madre que no he tenido» le llega a decir a su marido, Víctor Quintanar (Héctor Alterio). La falta de la madre se traduce en Anita en forma de soledad existencial: «Quintanar, me siento tan sola». Esa soledad es consustancial a su identidad más profunda, caracterizada por no saber quién fue su madre, que redunda en no saber quién es ella. En el momento en que hace la confesión general con su nuevo padre espiritual, Fermín de Pas, lo primero que le dice al sacerdote es: «me quedé sin madre al nacer. Siempre he querido tener una madre». Para la Regenta, la madre es el cimiento de una existencia que, al haber carecido siempre de ella, nunca ha podido ser estable. De hecho, Anita tiene continuas crisis nerviosas derivadas de esta falta de consistencia identitaria y, durante esos ataques, se queja de la ausencia materna.

«¡Madre!»

En el segundo caso (el del Magistral, también llamado el «Provisor»), la relevancia de la madre se da en positivo, debido a un exceso de presencia, por así decir, al contrario que en el caso de la Regenta, donde el carácter omnímodo del progenitor femenino se demuestra de modo negativo, por los efectos de su ausencia en Anita. La madre del Provisor, Doña Paula (Amparo Rivelles), es un personaje que, por la contundencia de su ‘yo’, representa la antítesis de Ana Ozores. El dominio que esta señora ejerce sobre su hijo es total y absoluto, hasta tal punto que el Magistral llega a decirle: «madre, ya sé que le debo a usted todo lo que soy». No dice todo lo que «tengo», sino todo lo que «soy».
La identidad de Fermín de Pas deriva de la de su madre de tal modo que todos los pensamientos del Provisor empiezan y acaban en ella. Cuando las cosas se ponen feas, de Pas se postra en un reclinatorio ante un crucifijo pero, incluso entonces, su exclamación es: «¡Madre!». En este clérigo, la soledad se da también, como en Anita, y está igualmente relacionada con la figura materna; pero, en este caso, es un «sobrante materno» lo que le lleva a la soledad. En efecto, el Magistral le confiesa a Ana, su hija espiritual: «estoy tan solo. Mi madre me adora».

Los demás no son mi madreEl Magistral, Fermín de PasPersonaje de 'La Regenta'

Paradójicamente, aunque soledad y adoración a la madre son ideas inconexas de por sí, Fermín las conecta estrechamente. La Ozores le indica que no está solo porque tiene a mucha gente; pero el Magistral le replica: «los demás no son mi madre». Por un lado, quiere independizarse de su madre pero, por otro, nadie que no sea ella le satisface, precisamente porque no sabe extraer su identidad de alguien distinto a Doña Paula.
El Provisor intenta seguir una vida propia y alejarse del sendero que le marca su madre, ligado al sacerdocio: «ella procura mi bien por un camino que yo no quiero seguir ya» le dice a la Regenta. Incluso le llega a señalar a su madre: «por Dios, yo no soy un niño». Pero tan pronto como se separa de su madre, el Magistral se desorienta y no sabe qué hacer con su vida. En última instancia, acaba postrado ante Doña Paula quien, sabedora de su poder soberano sobre el Provisor, le indica triunfante: «la mujer es omnipotente; bien lo sé yo, Fermo». Y, para rematar su victoria, le restriega por la cara la moraleja de sus fracasos amorosos a la hora de conquistar a la Regenta: «si no me haces caso, estás perdido».

Una vida a través de los ojos de la madre

En La Regenta, la omnipotencia de la madre es subsidiaria de la ausencia del padre. Tanto en Ana Ozores como en Fermín de Pas, el padre no comparece nunca. Doña Paula le pregunta a su hijo: «¿No nos dejó tu pobre padre muertos de hambre y con el agua al cuello, todo embargado, todo perdido?». En el caso de la Ozores, cuando era niña un amigo suyo le preguntó: «¿tampoco tienes padre?». Ana le contestó: «está matando moros en el extranjero». Así pues, ya se advierte cuál es el contacto de Anita con la figura paterna: ninguno.
El Magistral ha forjado toda su existencia a través de los ojos de su madre y, fuera de ella, no encuentra más que oscuridad y anonimato; para él, es evidente que madre sólo hay una y los demás no pueden serlo nunca. Ella siempre tiene razón. Doña Paula acaba incluso usurpando la autonomía mental de su hijo, que no tiene más futuro que el que ella escriba en él: «quiero que sigas creyéndome a mí; yo sé lo que hago […] siempre ha sido así». Y siempre lo será, porque el Magistral no ha sido nunca otra cosa que su propia madre.
En conclusión, Fermín y Anita son almas hermanas que se tuvieron que refugiar en la madre e idealizar tal modelo tras haber constatado la burda realidad de su referente paterno, que no era otra que la ausencia o el fracaso.
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