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El poeta José Hierro en 1991

El poeta José Hierro en 1991GTRES

Cinco poemas de José Hierro en el 20º aniversario de su muerte

El poeta, madrileño de nacimiento y santanderino de adopción, estuvo en la cárcel tras la Guerra Civil y ganó el Premio Cervantes en 1998

José Hierro iba para perito (ahora se dice malamente «ingeniero técnico») industrial, pero la Guerra Civil que cortó su carrera le convirtió en poeta. Poeta de guerra, incluido en la generación de posguerra, pasó años en la cárcel tras el conflicto, acusado de ayudar a presos políticos. En la prisión se dedicó a enseñar a los reclusos igual que Andy Dufresne, el personaje de Stephen King que se escapó de la cárcel a través de kilómetros de inmundicia para ganar la libertad.

Madrileño de nacimiento y santanderino de adopción, trabajó como crítico de arte en el diario Arriba, entre otros medios, y también en el CSIC para poder comer y escribir en los cafés, como Hemingway, pero no porque en ellos se estuviera caliente en invierno (aunque puede que también), sino por la superstición de escribir en casa. Desde todas esas mesas y cristaleras públicas ganó todos los premios de poesía, desde el Adonais, el Nacional, el de la Crítica, el Premio Nacional de las Letras o el Premio Cervantes con el que alcanzó una inmortalidad institucional que ya estaba escrita en sus libros.

En sus inicios se inspiró en Machado y en Juan Ramón al margen de las modas para escribir sobre lo que veía por fuera, y en su madurez escribió sobre lo que veía por dentro. Dicen que su mejor obra fue la última, Cuaderno de Nueva York. Se incluyen aquí cinco insuficientes versos que pueden sin embargo animar al lector profano a iniciarse en la obra de la que el profesor Adolfo Sotelo dijo que era «el sentimiento y la conciencia del tiempo desembocando en la voluntad de anclarse en el instante detenido y eterno...»:

'Alegría' (1947)

Llegué por el dolor a la alegría.

Supe por el dolor que el alma existe.

Por el dolor, allá en mi reino triste,

un misterioso sol amanecía.

Era la alegría la mañana fría

y el viento loco y cálido que embiste.

(Alma que verdes primaveras viste

maravillosamente se rompía.)

Así la siento más. Al cielo apunto

y me responde cuando le pregunto

con dolor tras dolor para mi herida.

Y mientras se ilumina mi cabeza

ruego por el que he sido en la tristeza

a las divinidades de la vida.

'Alma Dormida' (1991)

Me tendí sobre la hierba entre los troncos

que hoja a hoja desnudaban su belleza.

Dejé el alma que soñase:

volvería a despertar en primavera.

Nuevamente nace el mundo, nuevamente

naces, alma (estabas muerta).

Yo no sé lo que ha pasado en este tiempo:

tú dormías, esperando ser eterna.

Y por mucho que te cante la alta música

de las nubes, y por mucho que te quieran

explicar las criaturas por qué evocan

aquel tiempo negro y frío, aunque pretendas

hacer tuya tanta vida derramada

(era vida, y tú dormías), ya no llegas

a alcanzar la plenitud de su alegría:

tú dormías cuando todo estaba en vela.

Tierra nuestra, vida nuestra, tiempo nuestro…

(Alma mía, ¡quién te dijo que durmieras!)

'Así era' (1947)

Canta, me dices. Y yo canto.

¿Cómo callar? Mi boca es tuya.

Rompo contento mis amarras,

dejo que el mundo se me funda.

Sueña, me dices. Y yo sueño.

¡Ojalá no soñara nunca!

No recordarte, no mirarte,

no nadar por aguas profundas,

no saltar los puentes del tiempo

hacia un pasado que me abruma,

no desgarrar ya más mi carne

por los zarzales, en tu busca.

Canta, me dices. Yo te canto

a ti, dormida, fresca y única,

con tus ciudades en racimos,

como palomas sucias,

como gaviotas perezosas

que hacen sus nidos en la lluvia,

con nuestros cuerpos que a ti vuelven

como a una madre verde y húmeda.

Eras de vientos y de otoños,

eras de agrio sabor a frutas,

eras de playas y de nieblas,

de mar reposando en la bruma,

de campos y albas ciudades,

con un gran corazón de música.

Solo materia de sombras (1998)

Sólo materias de sombras,

criaturas de la noche,

nubes espectrales, seres

dolorosamente informes,

visiones o pesadillas

llegadas no sé de dónde,

ráfagas resucitadas

que fueron mujeres y hombres,

que tuvieron carne y sueños

donde anidaban los soles

y ahora son sólo penumbra,

ríos de negros acordes,

tristezas desenterradas,

pesadillas o visiones,

llamando siempre a la puerta

de quienes no los conocen.

'El Enemigo' (1957)

Nos mira. Nos está acechando. Dentro

de ti, dentro de mí, nos mira. Clama

sin voz, a pleno corazón. Su llama

se ha encarnizado en nuestro oscuro centro.

Vive en nosotros. Quiere herirnos. Entro

dentro de ti. Aúlla, ruge, brama.

Huyo, y su negra sombra se derrama,

noche total que sale a nuestro encuentro.

Y crece sin parar. Nos arrebata

como a escamas de octubre el viento. Mata

más que el olvido. Abrasa con carbones

inextinguibles. Deja devastados

días de sueños. Malaventurados

los que le abrimos nuestros corazones.

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