
Imagen de cubierta de Luis Fajardo
‘Luis Fajardo’: Rescatando a un bastardo del olvido
Cuando el Océano Atlántico estaba regido por la Monarquía Hispánica
La importancia de la perspectiva naval dentro de la historia militar de los Austrias ha vuelto a quedar patente en los últimos años con los trabajos de Agustín Rodríguez González −entre los que destacan Álvaro de Bazán, Capitán General del Mar Océano (Edaf, 2017); El león contra la jauría. Batallas y campañas navales españolas, 1621-1700, 2 vols. (Salamina, 2018-2019); y Los Oquendo, una estirpe de almirantes (Sekotia, 2022)−, los de Francisco Velasco Hernández –Corsarismo, piratería y guerra costera en el sureste español. El acoso turco-berberisco a las costas de Alicante, Murcia y Almería en los siglos XVI y XVII (Nova Spartaria, 2019); y El enemigo viene por el mar. Combates navales, piratería y hostilidad de las armadas extranjeras en el sureste español (Siglo XVII) (Nova Spartaria, 2022)− o la reciente obra de F. J. Sánchez Sánchez −Francisco de Ribera. El Almirante invicto. Una visión del escenario naval de inicios del XVII (Renacimiento, 2025)−. Todos demuestran la vitalidad que posee el estudio de las armadas y de los hombres que formaron el brazo armado de la Monarquía Hispánica en la mar durante los siglos XVI y XVII. El segundo de los autores citados −Velasco Sánchez− junto a Valeriano Sánchez Ramos, el mayor experto en la Guerra de los Moriscos (1568-1570), han publicado una biografía a cuatro manos sobre Luis Fajardo y Ruiz de Avendaño, un hijo de origen bastardo del II Marqués de los Vélez.

Nova Spartaria (2024). 305 páginas
Luis Fajardo, el gran marino de Felipe III
Sánchez Ramos se ha hecho cargo de la primera parte de la vida del marino, que abarca los seis capítulos iniciales, en los que se disecciona desde su servicio durante la Guerra de los Moriscos bajo las órdenes de su padre hasta su mando como Almirante General de la Guarda de la Carrera de Indias; mientras que la segunda parte, a cargo de Velasco Sánchez, se compone de catorce capítulos en los que se desgrana su actuación como Almirante General de la Armada del Mar Océano. Por tanto, el libro en su conjunto muestra cuál fue el cursus honorum de uno de los grandes marinos del siglo XVII español, a pesar del olvido inmerecido en que quedó su figura.
Destacó la juventud con la que comenzó a servir en el ejército, con solo 13 años, aunque esta situación no fue óbice para que recibiera la gobernación de la fortaleza de Oria, ni mandara las tropas cristianas en el repliegue que realizaron a dicha fortificación después de haber auxiliado al castillo de Cantoria. Estos hechos dejan patente que, a mitad del siglo XVI, todavía existía una nobleza que se enorgullecía de sus orígenes marciales y que educaban a sus vástagos en el arte de la guerra desde niños, pero también en la animadversión al enemigo tradicional: el moro. Esto resultaba de lo más natural en la familia de los Fajardo, nobles que habían sido nombrados Adelantados Mayores del Reino de Murcia hacía tiempo, y cuya vida había transcurrido entre ataques sorpresivos, razias y luchas con el enemigo con el que compartía frontera. Al fin y al cabo, como ya estudió Sánchez Ramos en su El II Marqués de los Vélez y la guerra contra los moriscos (1568-1571) (Revista Velezana, 2002), las operaciones del padre del biografiado durante la contienda recordaban a las que lanzaban sus antepasados contra el Reino Nazarí de Granada.
Sin embargo, llama la atención que posteriormente se le enviara a la Universidad de Salamanca y, tras unos años, sirviera como Corregidor de las Cuatro Villas de la Costa de la Mar, escuela donde aprendió qué eran las armadas de la Monarquía, y su importancia tanto para la defensa de la península Ibérica, así como para las comunicaciones con el Nuevo Mundo. Pero pronto, sus dotes de mando volvieron a manifestarse, razón por la que el Tercer Felipe le recompensó en 1597 con la encomienda de Almuradiel, de la Orden de Calatrava, y en 1598 le nombró Almirante de los galeones de la Carrera de Indias, donde destacó en la defensa del tráfico mercantil entre ambos lados del Atlántico. Sin embargo, su carrera siguió siendo mimada por la suerte, y en 1603 recibió el título de Capitán General de la Armada del Mar Océano, la más grande e importante que tuvieron los Habsburgo. Como cabeza de dicha unidad naval, se destacó en la expulsión de los holandeses de Araya (Venezuela), dónde se proveían de sal de forma pirática; pero también en el ataque a la Goleta de Túnez −la primera vez que unidades de la Armada del Mar Océano entraron en el Mediterráneo−, la expulsión de los moriscos de los reinos de España, y la toma de La Mamora en el Atlántico marroquí.En suma, un libro muy bien investigado, que destroza el cliché que afirma que la Armada de 1588 supuso el principio del fin de la hegemonía hispánica en los mares. Más bien al revés.