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19 de abril de 2024

Esta simple etiqueta permitió esclarecer el crimen

Esta simple etiqueta permitió esclarecer el crimenPablo Ojer

La víctima del crimen de la etiqueta: «¡Vecinos, socorro, ayuda!»

El 27 de noviembre de 2021 un hombre fue asaltado en su propia casa. Le torturaron durante una hora para que les dijera la clave de la caja fuerte. Finalmente murió

Diciembre de 2021, la Policía publica el siguiente tuit: «¿Sabes de qué comercio de la Comunidad puede ser esta etiqueta? Esta información podría ser clave en la investigación de un delito grave. Si conoces de algún comercio que la use, cuéntanoslo por mail». La publicación aportaba una dirección de correo y una fotografía, la misma que acompaña esta crónica.
El delito grave era sinónimo de asesinato. La víctima se llamaba Freddy Palacio. Dos personas recibieron el encargo de asaltarlo en su casa. Entraron en la vivienda y después de un gran forcejeo, le redujeron. Durante al menos una hora lo torturaron para que les diera la clave de cuatro dígitos de una caja fuerte que tenía en su habitación, que suponían estaba cuajada de billetes. A pesar de estar maniatado y amordazado, Freddy, aguantó los golpes, le rompieron la nariz, y hasta una cuchillada en el costado sin decir palabra. Los ladrones, frustrados, tuvieron que arrancar la caja fuerte del suelo. Se la llevaron en volandas, sin abrir. A Freddy lo dejaron malherido, pero vivo en su casa. El hombre tuvo fuerzas para levantarse y cerrar el pestillo por dentro antes de caer desplomado al suelo, muerto de un infarto.
Un día después, su madre, al ver que no contestaba al teléfono, se presentó en la vivienda. Al abrir la puerta, se topó con el pestillo interior. Supuso que su hijo estaba dentro. Gritó su nombre, pero nadie le respondía. Entonces, a través de la pequeña rendija que le permitía el tope del pestillo se fijó bien y pudo ver a su hijo: estaba tirado en el suelo. Tuvo que llamar a un cerrajero y, en compañía de la Policía, entró en la vivienda. Freddy estaba frío, muerto desde hacía horas.

Dos etiquetas

En la escena del crimen se encontraron dos etiquetas, una de ellas como la que ilustra esta crónica. La primera estaba pegada en la cinta aislante que amordazaba a la víctima y ponía «€ 1,35». La otra estaba en una caja de diez guantes de látex que alguien había arrojado a la basura. Quedaban seis, por lo que dedujeron que los asaltantes fueron dos. En el cartón de la caja había otra pegatina con la leyenda: «Super bazar, € 1,80».
Los investigadores necesitaban localizar la tienda donde se habían vendido los guantes, las bridas y la cinta aislante para resolver el crimen y por eso se pidió ayuda a través de una red social, porque era como buscar una aguja… en un bazar. Finalmente, con la ayuda de centenares de personas anónimas de esa red social, se localizó el bazar y se resolvió el crimen. Todas estas características hicieron que el asesinato de Freddy Palacio haya sido bautizado como el crimen de la etiqueta.
Esta simple etiqueta permitió esclarecer el crimen

Esta simple etiqueta permitió esclarecer el crimen

El Debate ha tenido acceso al atestado policial donde se recogen dos testimonios desconocidos hasta ahora, pero imprescindibles para entender lo que aconteció el día de la muerte de Freddy. El primero es el de una mujer que escuchó cómo torturaban a la víctima. Cristina explicó a los investigadores: «Ese sábado sobre las 9.30 de la mañana, mientras estaba sola en mi casa haciendo la mudanza, pude oír muchos porrazos procedentes del piso de abajo, correspondía a la vivienda 5ºB. Por los golpes me pareció que se estaba produciendo algún forcejeo entre varias personas: oía como caían al suelo y se golpeaban contra las paredes. Escuché a un varón gritar: «Socorro, vecinos, ayuda». Venía de ese piso, del 5º B. Durante unos segundos más ese varón continuó pidiendo auxilio, pero en un momento dado, la voz comenzó a enmudecerse, como si alguien le estuviera tapando la boca».

Ese varón continuó pidiendo auxilio, pero en un momento dado, la voz comenzó a enmudecerse

La buena mujer salió al rellano de su casa, tensa, pero con los oídos alerta, tratando de determinar con mayor exactitud el origen de la refriega. Desde el rellano observó luz en el tramo anterior de las escaleras, que correspondía al quinto piso. Se encendían por el movimiento. Toda la escalera estaba apagada, salvo el tramo del quinto. Confirmó así sus sospechas de que la agresión se estaba produciendo en esa planta «Como los golpes no cesaban», siguió explicando Cristina, «me metí en casa, cogí el móvil y llamé al 112. Mientras le daba detalles a la operadora todavía podía oír la agresión. Esta operadora me puso en contacto con la Policía Nacional y les repetí lo mismo. Les dije que el ruido provenía del 5º B, aunque también podía ser del 4ºB. Mientras hablaba con un agente se acabaron los golpes. Me dijeron: «No se preocupe en breve va un coche para allá». Me quedé junto a la ventana y pocos minutos después apareció un vehículo policial. Llamaron a mi telefonillo para que abriera la puerta. Me quedé dentro de casa mirando por la mirilla y en cuanto vi a los uniformados, abrí y hablé con ellos. Después de escucharme, bajaron a la planta de abajo para comprobar si había alguien extraño. No sé si llamaron a las puertas o no. Minutos después me asomé a la ventana y comprobé que los agentes ya se habían ido».

A escasos centímetros de los criminales

Desgraciadamente, los dos agentes estuvieron a escasos centímetros de los criminales y de Freddy con vida, un tabique y una puerta de por medio, pero la ausencia de evidencias, les impidió saber qué estaba ocurriendo en el 5ºB.
El testimonio de Cristina complementa otro de enorme trascendencia, el segundo de que les hablaba, al que también ha tenido acceso El Debate: uno de los participantes en el asalto a la casa de Freddy fue detenido por los investigadores confesó de forma espontánea. Lo que narra, aporta detalles que encajan con lo que relata la vecina: «Yo no he hecho nada, solo fui allí a llevar a una mujer, no la conocía de nada, la recogí en Torrejón de Ardoz, en una tienda de estética. Me mandaron que la recogiera y que la llevara a Vallecas: una mujer española, rubia, de unos 45 años. Ella me dijo en el camino que conocía a la víctima y que quería recoger del domicilio cosas que él tenía suyas y de paso robarle, porque tenía buena información de que había dinero, ya que conocía a un familiar de la víctima y al que sabía que poseía dinero y cosas de valor y dónde lo tenía. Yo quiero colaborar, no maté a nadie, me quedé abajo, subieron ellos, la mujer y otros dos dominicanos. No los conocía, ni sé cómo les llamaban. Subieron los tres y yo me quedé abajo, al poco tiempo llegó la Policía y me marché con el coche porque tenía miedo. Más tarde me dijeron que todo iba bien y que bajarían, así que volví a recogerlos, pero me quedé un rato retirado porque había camiones de mudanzas. Pasó por lo menos una hora hasta que bajaron solo los dos hombres con unos bultos, la mujer no sé dónde estaba. Cogimos mí coche y nos fuimos a Azuqueca para abrir una caja fuerte que se llevaron. La abrimos y no había nada, eso fue todo, pero yo no entré al piso, no maté a nadie, creedme, ellos, ellos iban muy nerviosos durante el camino de vuelta, pero no me dijeron nada, luego vi en la prensa que había muerto el hombre, pero yo no fui».
La mujer era una ex empleada de Freddy que tenía un negocio inmobiliario. La víctima era un hombre desconfiando y no le abría la puerta a nadie. Sin embargo, cuando su ex trabajadora llamó a la puerta, no sospechó. Le franqueo la entrada y es cuando se lanzaron sobre él los dos asaltantes. La Policía los ha detenido a todos: estas tres personas y los dos familiares que les encargaron el robo. Todos están ya en prisión, donde no hay bazar, sólo economato. El abogado penalista Víctor Salas, a la vista de las actuaciones, manifiesta que: «Cuando se fueron de la casa, Freddy quedó vivo, eso hace que no estemos hablando de un asesinato, sino de un homicidio y ese matiz reduce la pena».

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