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Prince Harry and Meghan Markle arriving at the Ripple of Hope Award in New York, NY on December 6, 2022.

El Príncipe Harry y Meghan Markle, en Nueva YorkGTRES

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Las grandes mentiras que nos colaron Harry y Meghan, a examen

Anhelaban privacidad. Huyeron de las «obligaciones» sin renunciar a ser duques con incontinencia verbal. Meghan y Harry se convierten en reality mundial contando su verdad para seguir vivos

Una pareja que arremete contra los mismos medios de los que se sirven para rentabilizar su vida, la real y la inventada. Unos padres que le ponen el nombre de su hijo a una fundación y a la empresa con la que gestionan sus negocios, Archie. Un matrimonio que antes de serlo, se graban sus momentos «especiales» y los explican a la cámara.

Una mujer que comienza diciendo que nunca percibió problemas de racismo, hasta que entra en contacto con la Familia Real y, a continuación, relata un incidente cuando siendo pequeña, presenció cómo a su madre la llamaban «negra». ¿En que quedamos Meghan, qué fue antes el huevo la gallina? Invocar al racismo no sale gratis.

Los de Netflix, aunque los Sussex tengan gallinero en su casa, sí que saben dónde está la gallina; en ofrecer una cantidad indecente de dinero que cubra el ego de los duques y sus gastos. A mayor cantidad de ceros más se vienen arriba. Y son tan listos que, como los Sussex están embobados con la pelota que les hacen y el dinero que les baña, les hacen la envolvente y todos esos programas que Meghan quería producir, porque es profesional del medio, se lo acaban quitando y ni rechistan.

Y aquello que la sociedad M&H, a raíz de la muerte de la abuela, querían suavizar de la teleserie para no acrecentar más el abismo con la Firma, los de Netflix les dicen que no, que está súper bien como está y que no se corta nada. Y Meghan y Harry aceptan con un ego que no les cabe en Montecito y encima alimentado por los abucheos que recibieron los Príncipes de Gales en USA, que es territorio Sussex.

A Carlos III le crecen los enanos en su propia familia y encima cada vez más la gente se mofa de las reverencias, del protocolo y del rancio abolengo de la Casa Real británica pero que eso lo haga tu nuera en Netflix y en todos los idiomas, tiene que doler.

Es el show de Sussex y de Windsor, obviamente jaleado por todos nosotros que lo consumimos y agradecemos que sean ellos mismos los protagonistas. No hay atisbo de verdad en su comedia, pero es entretenida. Si querían contar su verdad para seguir vivos, un reality remunerado les resta credibilidad.

Vaya por delante que no son los primeros en organizar cismas en la familia. Enrique VIII rompió con Roma y se «inventó» la iglesia anglicana para casarse con Ana Bolena. Los duques de Windsor sin corona y sin país vivieron errantes, también se refugiaron en USA y precisamente ayer se cumplieron los 85 años de la abdicación de Eduardo. Con esos grandes cismas, Diana de Gales no puede ser siempre la referencia. No, y no lo es porque ella tampoco fue del todo honesta. Harry reconoce tener pocos recuerdos de su madre, a falta de ellos se ha construido una verdad tóxica para su vida. Queda patente que necesitó una ayuda profesional que no tuvo.

De ahí que lo positivo de la docuserie es la importancia de los psicólogos, más allá del entretenimiento, del descubrimiento de detalles costumbristas de los royals británicos y de la necesidad que tiene La Firma, es como se llaman así mismos los miembros de la Familia Real inglesa, de contratar a nuevos guionistas. Los traumas infantiles se vuelven cargas pesadas e impiden el desarrollo de adultos sanos. El Rey Carlos III tan preocupado por la agenda 2030 y el urbanismo no se percató que Harry necesitaba ayuda.

Cuidadito que aún quedan más episodios en la docuserie y para después de Reyes el libro biográfico de Harry.

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