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28 de marzo de 2024

Napoleón

Pintura de Napoleón a caballo

Gloria y caída de Napoleón en el siglo XXI

Francia no quiere reconciliarse con el hombre que se declaró en guerra con decenas de países

Este año, en mayo, se han cumplido doscientos años de la muerte de Napoleón. Francia ha conmemorado pero no ha celebrado la efeméride. El francés que más gloria parecía haber dado a Francia –durante generaciones así lo habían pensado la mayoría de los franceses– ha caído en desgracia fruto del triunfo cutre y rastrero de lo que algunos entienden como políticamente correcto.
Napoleón es, sin duda, la figura más importante del s. XIX a la que no logran hacer sombra personajes como Bismarck o la reina Victoria de Inglaterra, pero corren malos tiempos para los personajes con uniforme y que han llevado a su patria hasta las estrellas mediante su gobierno autoritario y sus victorias en el campo de batalla.
Tenemos dos Napoleones, el militar y el estadista, legislador, organizador... El primero, a pesar de la fascinación que produce, fue un gran general, finalmente vencido. Derrotado por los egipcios, por los españoles –¡hurra por nosotros!–, por los rusos y, en Waterloo por ingleses y prusianos.
El otro Napoleón, menos fascinante pero con mayor transcendencia en la historia de Europa. Todos los occidentales, el mundo en general, tienen una deuda que en este bicentenario debía ser recordada. La Revolución Francesa fue un estallido sangriento de utopías que, salvo terminar con el Antiguo Régimen en las Galias, poco consiguió. Napoleón cogió su herencia y la convirtió en unas realidades que perduran hasta la actualidad. De su mano llegaron las constituciones a Europa y su legado obligó a todos los reyes –salvo a los zares de Rusia y así les fue– a convertirse en monarcas constitucionales y si no que se lo digan a Fernando VII y a los primeros constitucionalistas españoles.
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Nuestro código civil, el implantado en España por Alonso Martínez en 1889, está inspirado en el Código Napoleón promulgado el 21 de marzo de 1804 por él. Su código sigue estando en Francia en vigor, aunque con numerosas e importantes reformas fruto del cambio de los tiempos.
En 1789 Napoleón se lazó a la conquista de Egipto. Junto a sus soldados llevó al país de las pirámides a 167 sabios reunidos en la Comisión de la Ciencias y las Artes. El 15 de julio de 1799 los soldados franceses, cuando trabajaban en el refuerzo de las defensas del fuerte Julien, situado a unos 3 km. al noreste de la ciudad portuaria egipcia de Rashid (Rosetta), el teniente Pierre-François Bouchard avistó en un lugar donde los soldados habían excavado una placa con inscripciones en una de sus caras, era la Piedra Rosetta. El hallazgo se conoció de inmediato en la recién creada asociación científica de Napoleón en El Cairo, el Institut d'Égypte. El descubrimiento fue anunciado en septiembre en el Courrier de l'Égypte, el periódico oficial de la expedición francesa, en el que ya se informaba de la esperanza de que la piedra fuera algún día la clave para descifrar los jeroglíficos egipcios. Napoleón y sus científicos siguieron indagando sobre el pasado de Egipto. Acababa de nacer la egiptología.
Napoleón creó la lógica y eficiente estructura departamental de Francia, que sirvió de inspiración a los liberales españoles para implantar la división provincial de España en 1833 y que ha estado en vigor hasta la constitución de 1978. Un sistema racional, bonapartista, centralizado, muchos más barato y eficiente que el actual de las autonomías.
De su mano se firmó el primer concordato de la historia que sirvió de ejemplo para normalizar las relaciones entre el Estado Vaticano –la Iglesia Católica– y la mayor parte de las naciones de nuestro planeta.
Creó los catastros y los registros que le sirvieron para sacar los dineros a los franceses de forma organizada y así financiar sus campañas militares. En 1800 fundó el Banco de Francia y consolidó el franco como moneda nacional, creado por la Convención Nacional para suprimir el Luis de Oro o Escudo de claras connotaciones monárquicas.

El amo del mundo

De su mano nacieron en 1802 los liceos, una institución masculina ideada para formar las élites de la nación. Con el tiempo esta institución se convirtió en la rama más importante para la educación de la población francesa, siendo copiada por otras naciones. Los institutos españoles son, en su origen, de clara inspiración napoleónica. En los liceos se enseñaba y se enseña la lengua nacional, el francés, y se sentaban y se sientan las bases de todos los conocimientos imprescindibles para lograr la igualdad de oportunidades entre todos los ciudadanos de una nación moderna.
Como buen artillero potenció la École Polytechnique fundada en 1794. La convirtió en una institución militar y en modelo para las futuras escuelas politécnicas en las que se enseñan ciencias aplicadas.
Nuestra Guardia Civil, los Carabinieris italianos y muchas policías militarizadas de hispanoamérica son copia del modelo policial francés, la Gendarmería Nacional, fundada en 1791, pero profundamente reorganizada en 1801, durante el Consulado, por Napoleón. El poder de una nación está directamente relacionado con la eficiencia de sus fuerzas del orden a las que se confía el uso legítimo de la violencia.
La deuda administrativa, organizativa, legislativa... que con el emperador francés tenemos justifica que pase su nombre a la historia con letras mayúsculas. Los españoles no tenemos aparentemente muchos motivos para estarle agradecidos, pero su legado, su trágica intervención en España, fue el detonante de la entrada de España, de los españoles, en la contemporaneidad aunque fuese de manera forzada.
Si las predicciones literarias de Michel Houellebecq en su novela Sumisión se cumplen, ¿los futuros gobiernos galos sacaran a Napoleón de los Inválidos? ¿Se dinamitará el arco del triunfo de los Campos Elíseos levantado a la mayor gloria de Napoleón y de sus soldados por su victoria de Austerlitz? Houelleberq afirma que las elites están asesinando a Francia y, seguramente, tiene razón. Cuando los chauvinistas galos renuncian a las glorias y al legado de Napoleón, a los dos siglos de su muerte, está claro que algo parece ir mal en Francia.
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