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Estatua de Licurgo

Estatua de Licurgo en el Palacio de Justicia de Bruselas 

Picotazos de historia

Licurgo, uno de los padres del Derecho, se sacrificó por el cumplimiento de estas leyes

La forma de Gobierno que elaboró fue única por sus características y por las exigencias que imponía a sus ciudadanos, hombres y mujeres. A todos por igual

Se cree que Licurgo debió vivir en Esparta en torno al siglo IX a. C. Hijo y hermano de rey, cuando murió su hermano se le ofreció la corona a la que renunció en favor del hijo recién nacido de su hermano. Después renunció a la regencia y se dedicó a viajar por todo el mundo –llegó hasta España– para conocer otros pueblos y formas de gobierno con la idea de desarrollar las leyes más acertadas para Esparta.

Pasado un tiempo sus compatriotas le escribieron suplicándole que volviera pero, antes de regresar, pasó por el oráculo de Delfos para consultarle sobre las reformas que había ideado. La respuesta del oráculo fue: «Tus plegarias han sido escuchadas. El Estado que cumpla las leyes de Licurgo llegará a ser el más famoso del mundo». Esto era un respaldo definitivo, no solo para él, sino también para el pueblo de Esparta para quienes la opinión del dios Apolo, por medio de su oráculo, era vital.

La forma de Gobierno que elaboró fue única por sus características y por las exigencias que imponía a sus ciudadanos, hombres y mujeres. A todos por igual. Unas leyes tan radicales que apartaban a los espartanos del resto de las ciudades estado de la Grecia antigua, pero que, como ocurre siempre, contaban con sus detractores.

Licurgo mandó reunir a todos los ciudadanos de Esparta y les explicó que viajaría a consultar al oráculo si sus leyes eran buenas para ellos, pero les exigía que todos ellos cumplieran dichas leyes hasta su vuelta, y así lo hicieron.

Consultado el oráculo su respuesta fue que sus leyes eran buenas y que harían a su pueblo famoso. Licurgo decidió que era preferible dejarse morir de hambre en Delfos, quedando el pueblo de Esparta vinculado a las leyes por su juramento.

¿Cuántos de nuestros políticos estarían dispuestos a sacrificarse así?

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