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20 de abril de 2024

Abadía de Bobbio

Abadía de Bobbio

Picotazos de historia

Bladulfo de Bobbio alcanzó la santidad por maleducado

El Rey Ariovaldo, viendo la actitud del monje, que fingió no reconocerlo, dijo en voz alta a uno de sus acompañantes «He aquí uno de los monjes de Columbano que se niega a saludarme», la contestación del monje le costó la vida

La Vita Columbani o Vida de san Columbano es una de las obras hagiográficas más importantes de la Edad Media. El autor del mismo fue el monje Jonás de Bobbio, también conocido como Jonás de Susa, y gracias a él podemos saber de la vida y hechos de san Columbano y de su colega Bladulfo de Bobbio, monje discípulo de san Columbano, que vivió en el convento de Bobbio en la Emilia italiana.
Nos encontramos en el siglo VII d. C., entre los años 626 y 636 d. C. en la fragmentada y complicada –políticamente hablando– península de Italia. Ariovaldo, duque de Turín y marido de Gundeperga, hija del Rey longobardo Agilulfo, sucede a su suegro al ceñir sobre sus sienes la corona de hierro. Los longobardos o lombardos son un pueblo de origen germánico que se estableció en el norte de Italia y, por lo tanto, seguidores de la corriente arrianista del cristianismo que niega la divinidad plena del Jesucristo: conflicto teológico popularizado por la expresión de «la de Dios es Cristo». Las tensiones entre los arrianos longobardos y los católicos habitantes de la península –con el Papa a la cabeza– eran constantes y servían para afirmar las diferentes identidades y justificar enfrentamientos.
En el monasterio de Bobbio vivía Bladulfo, monje presbítero del que poco se sabe excepto que había sido amigo y discípulo de san Columbano. Durante el viaje para cumplir con sus funciones de presbítero se cruzó con el Rey Ariovaldo, en el camino a Pavía, capital del reino. El Rey, viendo la actitud del monje, que fingió no reconocerlo, dijo en voz alta a uno de sus acompañantes «He aquí uno de los monjes de Columbano que se niega a saludarme». Contestó san Bladulfo que con gusto le saludaría si profesara la verdadera fe y se ofreció a explicarle el dogma de la Santísima Trinidad.
A Ariovaldo el desplante del monje le sentó como un tiro y, esa misma noche, envió a un par de esbirros con el encargo de matarlo a palos. Los esbirros cumplieron con «el mandato» y dejaron al pobre Bladulfo hecho un ecce homo, pero vivo. Fue recogido por unas manos caritativas que le trasladaron al convento para que le atendieran.
A partir de este momento tenemos varias versiones. La más pía nos dice que Ariovaldo se arrepintió de su acción y se convirtió al catolicismo, al considerar un milagro que Bladulfo sobreviviera y se curase con tanta rapidez. Por su arte Bladulfo afirmaba no haberse enterado del atentado y no haber dormido mejor en su vida como esa noche. Históricamente, Ariovaldo permaneció fiel al arrianismo hasta su muerte y, a los pocos días del fallido asesinato, envió otro par de sicarios para rematar la faena. Esta vez el encargo se ejecutó escrupulosamente y Bladulfo alcanzó, de una tacada, el martirio y la gloria de la canonización.
Siempre admirando la devoción y la fe de nuestros santos, les recomendaría a todos ustedes que siempre sean educados y amables con todo el mundo. Por urbanidad... y prudencia.
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