En la sala del Tronetto, el Papa Pío XI había recibido al consejo general de la Obra de la propagación de la fe, presentado por el cardenal Van Rossum, quien expuso el «buen éxito» que estaba teniendo esta asociación internacional que desde 1822 coordina la asistencia a los sacerdotes, hermanos y monjas misioneros católicos en áreas de misión.
El Debate informaba de que Pío XI recibía con «alegría» aquellos datos y destacaba «la unión de las almas procedentes de todas partes del mundo, la concordia y la tranquilidad de los trabajos de la asamblea así como la uniformidad de intenciones y de propósitos». Más tarde, el Pontífice anunciaba que daría su «óbolo personal a la obra como ejemplo y estímulo».
La obra de propagación de la fe es la más antigua de las cuatro Obras Misionales Pontificias de la Iglesia Católica y brinda apoyo financiero a los obispos de territorio misionero para gastos ordinarios y proyectos especiales. La obra había conseguido recaudar
25 millones de francos, cinco más que el año anterior. A esta suma se le añadían las 500.000 liras que había destinado el Papa para afrontar las necesidades de las Misiones. Años más tarde, en 1926, Pío XI estableció una colecta anual para el trabajo misionero de la Iglesia llamada «
Domingo Mundial de las Misiones».