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09 de mayo de 2024

Jackson, cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau

Jackson, cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau

Picotazos de historia

¿Tenía el general Jackson síndrome de Asperger?

Considerado como uno de los más brillantes tácticos militares de la historia de EEUU, recientemente se han replanteado las biografías y estudios sobre esta figura histórica, centrándose más en la psicología y personalidad del individuo

Thomas Jonathan Jackson (1824 – 1863) está considerado como uno de los más brillantes tácticos militares de la historia de EE.UU. Su actuación en la denominada Campaña del Valle de Shenandoah fue brillantísima, elevándole a una posición solo superada por el propio general Lee, dentro del bando confederado. Es en tiempos recientes –a partir de la década de los ochenta del siglo pasado– cuando se han replanteado las biografías y estudios sobre esta figura histórica, centrándose más en la psicología y personalidad del individuo que en los logros y méritos militares del general.
Que era un individuo profundamente religioso es algo notorio. Su religiosidad podía ser obstinada e, incluso, de un rigorismo fanático, pero no hay que olvidar el tiempo y la sociedad en que vivió. Más importante era su comportamiento social. Era una persona con problemas para relacionarse con sus semejantes. Muy estricto y ordenancista: siendo un joven oficial se pasó todo un verano, especialmente caluroso, llevando el capote de invierno por que «no había recibido ordenes de dejar de usarlo». Antes de la guerra de Sucesión, donde alcanzaría fama, trabajó como profesor en el Instituto Militar de Virginia, donde sus alumnos le odiaban. Preparaba sus clases y las dictaba de memoria. Si un alumno hacía alguna pregunta respondía recitando, exactamente, la parte de la clase en relación con el punto preguntado. Sin ampliar o explicar. Si le se insistían para una aclaración, explotaba, considerando una insubordinación el comportamiento del alumno. No es de extrañar que sus alumnos pidieran que se le sustituyera.
Retrato del general Jackson en "Chancellorsville", tomado en una granja del condado de Spotsylvania el 26 de abril de 1863, siete días antes de ser herido en la batalla de Chancellorsville.

Retrato del general Jackson en «Chancellorsville», tomado en abril de 1863

Hipocondríaco, se quejaba de problemas de audición y culpaba de ello al hecho de haber servido en la artillería durante un tiempo. Pensaba que tenía un brazo más corto que otro y, para compensar el flujo sanguíneo, acostumbraba a llevar un brazo levantado. Pero serán en los veintidós meses siguientes a la batalla de la primera de Bull Run (o de Manassas, como la conocieron los confederados) donde se formará la leyenda del general. Hoy se tiene la seria sospecha de que Jackson pudiera sufrir de síndrome de Asperger.
Durante las llamadas batallas de los Siete Días –serie de enfrentamientos que representan la culminación de la Campaña de la Península, en la que el general Lee desmontó una ofensiva nordista comandada por el general George B McClellan– su comportamiento se volvió más y más excéntrico.
El 26 de junio de 1862 Lee ordenó que el cuerpo de ejercito de Jackson atacara a las fuerzas de la Unión en la ciudad de Mechanicville, justo después del amanecer del segundo día de combate. El general sudista A.P. Hill, al mando de una división del cuerpo de ejército de Jackson, esperó hasta que la situación hizo necesario atacar, aunque fuera en situación de clara inferioridad. Esto sucedió bien pasado el mediodía. Las tropas del general Jackson estaban muy cerca, a menos de cinco kilómetros, pero permanecían sentados y fumando mientras esperaban ordenes de su comandante. Ordenes que no llegaron jamás. Jackson pasó todo el día rezando en una colina próxima, ignorando el combate y las ordenes recibidas.
El día 29, en Savage Station, Jackson volvió a fracasar en situar sus tropas en la fecha y lugar señalado. Ese día en vez de atravesar el río James y atacar la retaguardia nordista, se pasó todo un día reconstruyendo un puente. Al día siguiente –30 de junio de 1862– en White Oak Swap, sus tropas estuvieron ociosas –25.000 soldados confederados– mientras su comandante dormía plácidamente.
El general Ambrose Powell Hill mantuvo hasta el final de sus días un apasionado odio hacía el general Thomas J. Jackson, quien, durante esos días de intensos combates, le dejó completamente abandonado a su suerte y desasistido en cuatro importantes combates que le costarían a Hill más de la mitad de su división.
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