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29 de abril de 2024

Operación Gatito Acústico

Operación Gatito Acústico

Picotazos de historia

Operación Gatito acústico: cuando la CIA pensó en utilizar gatos como espías

Se esperaba que el felino actuara como un equipo de escucha ambulante y recogiera y retransmitiera conversaciones de individuos potencialmente peligrosos para la seguridad nacional

Se denominó Guerra Fría a un enfrentamiento político, económico, social, militar, ideológico, informativo, etc., que se inició tras la Segunda Guerra Mundial entre los bloques occidental (que representaban al capitalismo) y el Oriental (que representaban el socialismo y su derivado el comunismo) y que estuvieron encabezados, respectivamente, por Estados Unidos de Norteamérica y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Este enfrentamiento dio lugar a reacciones y proyectos difíciles de comprender hoy en día. No me refiero solo a lo absurdo de algunos de ellos –lo que puede tener su gracia a nuestros ojos– también a que supuso la violación flagrante de los derechos más fundamentales y una falta de empatía y comprensión absoluta hacía sus propios congéneres y la sociedad que pretendían defender.
A principios de los años 60 del siglo pasado la paranoia que surgió tras el inicio de la Guerra Fría hizo que se aprobaran diferentes proyectos por parte de la CIA (Agencia Central de Inteligencia). Ya les hablé a ustedes de la delirante Operación Clímax de Medianoche, pues hubo una con el entrañable nombre del Operación Gatito Acústico. Esta operación se orientaba a convertir a los gatos en agentes para las escuchas al servicio del gobierno de Estados Unidos.
Se ignora quien fue el padre de la idea –ni qué droga consumía– pero, al menos, durante cinco años y con un coste superior a los veinte millones de la época, se desarrollaron los medios para sacar adelante el proyecto. Con ayuda de un cirujano veterinario se insertaban micrófonos en los pabellones auditivos de los gatos, un diminuto radio transmisor en la base del cráneo y un delgado cable que, bajo la piel del animal, recorrería la espalda y la longitud de la cola haciendo funciones de antena de transmisión.

Se esperaba que el felino actuara como un equipo de escucha ambulante y recogiera y retransmitiera conversaciones de individuos potencialmente peligrosos

Con todos estos implantes se esperaba que el felino actuara como un equipo de escucha ambulante y recogiera y retransmitiera conversaciones de individuos potencialmente peligrosos para la seguridad nacional. Y es que ¿quién iba a desconfiar de un gato?
Ya desde el principio, los agentes a cargo del entrenamiento de los nuevos espías, se dieron cuenta de que trataban con unos animales con una fuerte tendencia a hacer lo que les diera la gana, sumado a una enorme capacidad para distraerse con, prácticamente, cualquier cosa. Se dice que en la primera misión que se llevó a cabo, donde tenían que escuchar y retransmitir la conversación de dos individuos de la embajada soviética en un parque, fracasó ya que el esforzado felino fue víctima de un taxista poco considerado.
Subsiguientes misiones –con otros agentes ya que el primero quedó pegado al asfalto– no tuvieron mucho mejor resultado ya que los gatos implicados se olvidaban de las instrucciones recibidas al encontrarse con motivaciones más interesantes (verbigracia: perseguir ratones/ pájaros, jugar con latas, rascarse, apasionante gatita, etc.).
En el año 2013 el antiguo director de la Oficina de Servicio Técnico (oficina responsable de todos los ingenios e inventos usados por los agentes en el campo –el equivalente a «M» en las películas de James Bond–), Robert Wallace, declaró que a los individuos intervenidos se les realizó una segunda operación para recuperar el transmisor, micrófonos y antena. Que estas operaciones fueron un éxito y que los gatos en cuestión disfrutaron de una larga y feliz vida (en términos felinos, imagino). Esta estupidez de proyecto se suprimió en el año 1967.
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