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MontecassinoHermann Tertsch

Siameses en pánico

Los cambios necesarios para evitarlo son profundos, difíciles y muchos traumáticos. Pero hay por fin buenas señales de que también en España, la nación se niega a morir

Actualizada 01:30

con ser dramáticas y por muchas razones bienvenidas, no son lo más significativo de estos momentos tan trepidantes en la actualidad española esas muestras de hartazgo e ira de los españoles que se exteriorizan cada vez más. Que son reflejo de la rabia acumulada por esa cada vez más desoladora experiencia diaria de que cada vez vivimos peor. Unida a la certeza de que tenemos un Gobierno dedicado fundamentalmente a robar, a esconder sus delitos y preservar con fraude el poder para garantizarse su impunidad.

Sí que es muy importante que los vecinos de un barrio de Sabadell tomarán la decisión de restablecer un poco de orden donde ya solo hay caos y sistemático maltrato al ciudadano decente y cumplidor por parte de los peores, de los delincuentes y abusadores, nativos o invasores. Como lo es que cientos de vecinos de Alcalá se manifiesten ya por sistema aunque sean apaleados para exigir que se cierre uno de esos focos de terror, delito e inmundicia con los que está sembrando el Gobierno toda España.

Lo que hace políticamente no ya decisivos, sino históricamente trascendentes los momentos que vivimos es que han entrado en pánico los guardianes del sistema. Ese mismo que se ha hundido en la ciénaga de codicia y corrupción bajo banderas de delirante ideología hasta el punto de ser secuestrado en su cúpula por el hampa, por los bajos fondos y el alto crimen organizado. El colapso del hermano siamés zurdo es tan abrupto, tan brutal y despiadado que el siamés diestro ha visto que tiene que sujetarlo y mantenerlo en pie para que no caiga todo el cuerpo y los arrastre a ambos al abismo.

Tenemos estos días todos los elementos para entender la rotundidad del fracaso de este bipartidismo sui generis español cuyos satélites no son como en otros países partidos ideológicos parasitarios sino directamente los enemigos de la nación española. Sus pactos han llevado a esta lógica permanente de la corrupción total que lleva ahora a la caída a sus más zafios representantes.

Por un lado, los socialistas intentan ya de forma absolutamente inútil lavar una cara que demacrada y enferma solo representa el fraude, la estafa y el delito. Las próximas andanadas de denuncias, muchas de ellas, procedentes del otro lado del Atlántico demostrarán hasta que punto ha sido España secuestrada por el crimen organizado transnacional y usada en estas décadas con eficacia como cabeza de puente hacia la penetración general y multiplicación del negocio ilegal internacional en Europa y más allá.

Por el otro está el congreso del Partido Popular que ya se perfila como el acto fundacional del nuevo partido socialdemócrata que ha de asumir el papel de mantener de pie el negociado general ahora que los que llevaban esa voz se hunden en el descrédito y la cárcel. El partido que ya es el «centro reformista» se prepara para una operación de amplio entendimiento, lamento gran coalición, pactos de Estado o apaño de élites, que agrupe los intereses de todos los que quieren evitar que se piden muchas mangueras y «hacerse demasiado daño».

Por primera vez en España, el juego de los grandes partidos, que ha sido un pacto tácito, por encima y por debajo de la Constitución, va a plantearse abiertamente ante la amenaza que perciben, por primera vez en la historia desde 1978, de una verdadera alternativa. Ahora sí que han visto las orejas al lobo, han entrado en pánico y van a buscar «soluciones comunes» para impedir que en España se produzca ese cambio de verdad que los deje marginados en el descrédito y desnudos en el fracaso.

Los españoles saben ya muy bien, a pesar de la realidad paralela que inventan los medios del sistema, que el colapso de su seguridad, de su bienestar social y de su calidad de vida tiene mucho que ver con esos centros que simbolizan la invasión, no ya tolerada sino incentivada, por parte de poblaciones radicalmente ajenas y hostiles a nuestra forma de vida.

Son los centros de MENAS o no MENAS por los que encauzan una inmigración ilegal que es un inmenso negocio en el que participa la mafia gobernante. Con este negocio desvía ingentes cantidades de dinero público a sus bolsillos, directamente o a través de organizaciones ridículamente llamadas ONG (no gubernamentales) cuando viven todas del erario. Todas de ideología izquierdista más o menos radical, viven de los gobiernos nacionales, regionales o locales y de la Unión Europea, gran corruptora europea en el uso para ingeniería social y presión ideológica de fondos dedicados supuestamente a fines humanitarios .

Porque la invasión incentivada no es solo un lucrativo negocio. Es también una eficaz acción política y demográfica de destrucción del tejido social y de la comunidad nacional en pueblos y barrios. El admirable Giovanni Sartori se ganó el odio de sus otrora admiradores socialistas cuando denunció que el inmenso peligro del islam para nuestra libertad y civilización radicaba en que a partir de un porcentaje muy bajo, inferior al 15 % los inmigrantes musulmanes comenzaban a ocupar, controlar y dominar el espacio público.

Hoy que triplican en muchos barrios europeos ese porcentaje imponen su voluntad a capricho y se van quedando con la autoridad local gracias a la complicidad de toda la izquierda. En el Reino Unido ya ocupan y controlan las alcaldías y los presupuestos de casi todas las grandes ciudades empezando por Londres. En España no nos espera otra cosa, si no hay un golpe de timón y comienza la gran operación de reconquista de nuestra patria, del territorio, del sentimiento y del espiritual.

Pero la quiebra del sistema que nos lleva a intuir una nueva era política en España —y en general en todo Occidente— no se debe solo a la invasión incentivada de poblaciones hostiles o la codicia infinita de unas castas abusadoras que son la espuma de detritus de muchas décadas de campañas sistemáticas de desprestigio de las virtudes.

También se debe a esa obsesión antinacional, a la ideología perversa del decrecimiento y su ingeniería social totalitaria que lleva al Pacto Verde y a esta sistemática destrucción con auténtica saña de las formas de vida occidentales. Como también al despreciable culto a la conveniencia de quienes se decían defensores del orden, principios y virtudes conservadoras. Los falsos defensores han sido peores enemigos para la libertad y la verdad que el socialismo desprestigiado en su versión bolchevique. Este, convenientemente modificado en sus formas, en sus versiones más o menos socialdemócratas ha desmantelado con eficacia las defensas de la civilización.

Ahora ha estallado la revuelta contra el absoluto desvarío y la sinrazón que han declarado la guerra al sentido común como se ve en toda la izquierda y quienes la emulan con tres días de retraso. Como se ve en todos los plenos del Parlamento Europeo y en todo el mensaje político aún hegemónico del bipartidismo socialdemócrata en la Unión Europea de doña Ursula von der Leyen.

Nada está escrito sobre el futuro ni predeterminado en su final y aun puede ser que los hermanos siameses se salven juntos y prosigan imponiendo ese suicidio a la civilización occidental en el que en España vamos en avanzadilla. Los cambios necesarios para evitarlo son profundos, difíciles y muchos traumáticos. Pero hay por fin buenas señales de que también en España, la nación se niega a morir. Ni exterminada bajo una invasión, ni asesinada por criminales enemigos separatistas ni en lenta y tramposa eutanasia inducida por un socialismo ultracentrista multicolor.

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