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24 de abril de 2024

Rolando Cubela

Rolando CubelaCreative Commons

Rolando Cubela (1932-2022)

El comandante de la Revolución que quiso asesinar a Castro

Colaboró con la CIA en un intento de magnicidio que acabó en agua de borrajas

Rolando Cubela
Nació en Cienfuegos el 19 de enero de 1932 y falleció en Miami el 23 de agosto de 2022

Rolando Cubela Secades

El comandante disidente de la Revolución

Agitador estudiantil en los 50, guerrillero en Sierra Maestra, se desilusionó casi desde el principio con el castrismo. Tras 13 años de cárcel, nunca más volvió a desarrollar actividad política alguna.

Los intentos de asesinato de Fidel Castro se cuentan por centenares. Pero muy pocos, o casi ninguno, estuvieron ideados por un antiguo compañero de combate que había alcanzado, como fue el caso de Rolando Cubela Secades, el rango de comandante de la Revolución cubana, reservado a una elite de alrededor de sesenta personas.
La trama, quien sabe si por desencanto ante la deriva tiránica del régimen o por las ambiciones no satisfechas de Cubela –es uno de los secretos que se lleva a la tumba–, comienza en marzo de 1961, cuando el guerrillero barbudo establece su primer contacto con la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Los norteamericanos aceptan su oferta de colaboración –aún no se evoca la posibilidad de acabar con la vida del dictador–, le dan un nombre de espía –Amlash– y le sugieren operar de forma encubierta en la Isla.
Algo más de dos años después, el 5 de octubre de 1963, Cubela se reúne en París con su enlace y por primera le dice que está dispuesto para la «gran tarea», entiéndase el asesinato de Castro.
Pero pone una condición: mantener una reunión presencial en Washington con Robert Kennedy, a la sazón Fiscal General de Estados Unidos y hermano del presidente.
Sus interlocutores se niegan: esa iniciativa transgrede los códigos de seguridad de la CIA; sin embargo, le designan a un agente de altos vuelos, Desmond Fitzgerald, jefe de Asuntos especiales de la agencia. Ambos se reúnen a final de ese mismo mes de octubre de 1963. De nuevo en la capital francesa.
El 22 de noviembre se le hace entrega a Cubela de un bolígrafo repleto de Hoja Negra de tipo 40, un veneno mortal. El objeto contenía una aguja hipodérmica tan fina que la víctima ni siquiera sentiría su inserción.
Mas hubo un acontecimiento inesperado: ese mismo día es asesinado en Dallas John Fitzgerald Kennedy. El proyecto del bolígrafo queda interrumpido sine die.
Aunque no la relación de Cubela con la CIA, cuyos agentes le organizan una reunión en febrero de 1965 con el exiliado Manuel Artime Buesa, veterano de Bahía de Cochinos y estrecho colaborador de la agencia, quien le proporciona un rifle. En vano: al cabo de unos meses, la CIA cesa definitivamente su colaboración con Cubela.
La mera posesión de un rifle ayuda bien poco. Al contratiempo se le sumó un alejamiento cada vez más patente con la cúpula del régimen.
El inevitable desenlace, su detención, se produjo en febrero de 1966. Rápidamente enjuiciado, en marzo fue condenado a 25 años de cárcel, de los que cumplió 13. No por su relación con la CIA –de la que el castrismo disponía de sólidas pruebas– sino por su reunión con Artime.
Así acabó la etapa revolucionaria de Cubela. En sus inicios también había participado en un asesinato. Aunque en aquella ocasión, con éxito: el 27 de octubre de 1956, en compañía de Juan Pedro Carbó Serviá, acabó con la vida del coronel Antonio Blanco Rico, jefe de la inteligencia militar de Fulgencio Batista.
Como la policía no logró dar con ellos, su leyenda dentro del movimiento opositor, sobre todo en ámbitos estudiantiles, ganó enteros. Cubela había partido por primera vez a un exilio del que volvió a finales de 1957 para incorporarse a la lucha en Sierra Maestra, que ya se encontraba en fase avanzada.
Fue destinado al Segundo Frente del Escambray donde pronto toma el mando de la columna integrada por el Directorio Revolucionario, su grupo, y rival –aunque en el mismo bando– del Movimiento 26 de julio, base del futuro núcleo dirigente del régimen castrista.
Cubela organizó la coordinación de las tropas del Directorio con las del Movimiento, pactando con el Che Guevara, hecho que facilitó la toma de Santa Clara, episodio decisivo que allanó a los barbudos el camino de La Habana.
Al entrar en la capital en la madrugada del 2 de enero de 1959, Cubela, junto con otro comandante, Faure Chomón, tomó el palacio presidencial del huido Batista. Gesto simbólico donde los hubiere.
En la nueva dictadura, fue elegido, contra otro futuro disidente, Pedro Luis Boitel, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria. Hasta que empezó su gradual desencanto.
La primera para del definitivo exilio de Cubela, a partir de 1979, fue Madrid, donde retomó su profesión de médico. Pero sin ninguna actividad en los ambientes de la oposición cubana. Probablemente por lo controvertido de su figura. La discreción se fue convirtiendo en secretismo.
Lo corrobora, en declaraciones a El Debate, José Manuel Presol, longevo exiliado en España. «Como ejerció en la Seguridad Social», afirma, «intenté localizarlo a través del Colegio de Médicos». Sin resultado.
Presol lo intentó asimismo pateándose, «como los enamorados tontos», el barrio de Prosperidad, donde vivía Cubela. En vano. Por fin, dio con un sobrino que le indicó que su tío prefería el anonimato.
En 2012, Cubela se afincó en Miami, donde tampoco apareció en ningún acto público.
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