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25 de abril de 2024

Jrisóstomos II

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Crisóstomo II (1941-2022)

Un patriarca sin pelos en la lengua

Estrecho colaborador del arzobispo Makarios, el jefe de la Iglesia Autocéfala de Chipre hablaba claro sobre el matrimonio homosexual, Turquía y la Rusia de Putin, cuya invasión de Ucrania condenó firmemente

icono Jrisóstomos II
Nació en Tala (Chipre) el 10 de abril de 1941 y falleció en Nicosia (Chipre) el 7 de noviembre de 2022

Herodotos Dimitriou

Fue ordenado sacerdote en 1963, diácono –por Makarios III– en 1972 y consagrado obispo en 1978. Desde ese año hasta 2006 fue titular de la sede de Pafos, siendo posteriormente elegido arzobispo de Nova Justiniana y Todo Chipre.

El Patriarca Cirilo de Moscú y de Todas las Rusias se ha mostrado parco en elogios al glosar el fallecimiento de su homólogo chipriota, Crisóstomo II y claramente crítico sobre algunas de sus actuaciones. Rezará por su eterno descanso y por el perdón de sus pecados, «hayan sido estos voluntarios o involuntarios», pero no ha podido contenerse al resaltar que «sus últimos años quedaron ensombrecidos por su reconocimiento unilateral de los cismáticos ucranianos».
Una alusión nada velada al apoyo prestado hace dos años por Crisóstomo II a la emancipación de la Iglesia ucraniana respecto de la rusa. Cirilo tampoco había olvidado las críticas vertidas por el clérigo chipriota a Vladimir Putin. «Va a la iglesia y comulga, pero al mismo tiempo mata. ¿Es esa su ortodoxia?», señaló en una entrevista al poco de comenzar la agresión rusa de Ucrania.
Crisóstomo II descubrió la política cuando era un estrecho colaborador de su antecesor y, al mismo tiempo, presidente de Chipre, Makarios III. Le fue de una lealtad sin fisuras en los años que precedieron la invasión de la isla por parte de Grecia, cuando abundaban los traidores en el entorno del arzobispo y mandatario. También, claro está, en los fatídicos días de julio de 1974 en los que Turquía se hizo con más de un tercio de Chipre.
Un trauma para quien entonces era un joven sacerdote. Por eso, desde 2006, años en el que se convirtió en arzobispo de Nova Justiniana y Todo Chipre –su título oficial–, siempre mantuvo posturas nada proclives al diálogo con Turquía de cara a la resolución del sempiterno conflicto sobre la partición de la isla.
Una hostilidad que trascendía los límites de la geopolítica y se hacía extensiva a todo un pueblo. Lo dejó claro cuando Santa Sofía se reconvirtió en mezquita. «Los turcos han sido y son incivilizados, groseros, y así seguirán siendo». Así las cosas, nada extraño que aplaudiese la llegada al Parlamento del muy nacionalista Frente Nacional Popular.
Sin embargo, eran los asuntos antropológicos y de ingeniería social los que suscitaban sus declaraciones más firmes, ya fueran el aborto o las uniones entre personas del mismo sexo y la difusión de la ideología que los sustentan. Para contrarrestarlas, anunció la creación de escuelas en la que se educaría a gente sana. La reacción del lobby homosexual no se hizo esperar.
Más consensual se mostró al ofrecer los activos de la Iglesia para ayudar a paliar la grave crisis financiera por la que atravesó Chipre hace unos años. Asimismo, apoyó la vacunación masiva en plena pandemia.
En el plano espiritual, logró, al final, mantener la unidad de una de las iglesias más antiguas de la Cristiandad ortodoxa –hunde sus raíces en el mismísimo Apóstol Bernabé– tras las divisiones generadas en el seno del clero chipriota por el caso de la Iglesia ucraniana. Asimismo, desarrolló una intensa labor caritativa e hizo gala de aperturismo en materia ecuménica al recibir en Chipre a dos Papas, Benedicto XVI y Francisco, en un ambiente unitario y desprovisto de polémicas de tipo histórico o doctrinal.
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