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19 de abril de 2024

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Arne Treholt (1942-2023)

El espía que vino de los fiordos

Fue considerado en Noruega como uno de los mayores traidores de su historia por filtrar información sensible a la Unión Soviética en plena Guerra Fría

Arne-Treholt
Nació el 13 de diciembre de 1942 en Brandbu (Noruega) y falleció en Moscú el 12 de febrero de 2023

Arne Treholt

Hijo de un exministro de Agricultura, empezó como periodista antes de iniciar una trayectoria en la alta administración, desde donde puso en marcha sus actividades de traición.

La instantánea fue tomada en Viena durante el verano de 1983: en ella se puede ver a Arne Treholt caminando, sonriente, junto a dos funcionarios soviéticos, Gennadi Titov, responsable de la antena del KGB en Oslo, y Aleksandr Lopatin. Oficialmente, Treholt se desempeñaba como director de comunicación del Ministerio noruego de Asuntos Exteriores. En realidad, era la punta de lanza del espionaje soviético en el país escandinavo.
Treholt fue arrestado el 20 de enero de 1984 en el aeropuerto de Oslo por el jefe de la contrainteligencia noruega, Ornulf Tofte, mientras se disponía a tomar un vuelo rumbo a Viena, donde tenía previsto reunirse con sus interlocutores habituales. En el maletín que Treholt llevaba a mano, Tofte descubrió 65 documentos confidenciales.
Eran parte de la abundante información que el espía filtraba a la Unión Soviética desde hacía por lo menos una década y que afectaba a los planes de defensa de Noruega frente a una hipotética invasión por parte del Ejército rojo o a la localización del armamento de la OTAN en su territorio. También transmitió a Moscú el contenido de varias conversaciones, minutadas al detalle, que el primer ministro mantenía con el titular de Asuntos Exteriores.
Treholt tuvo acceso a tan sensibles datos por las posiciones que ocupó en diversos gobiernos laboristas: empezó como jefe del gabinete técnico de un ministro de Comercio, continuó como viceministro de Asuntos Exteriores, prestó sus servicios en la embajada noruega ante Naciones Unidas y antes de asumir su último cargo, fue alumno de la Escuela de Estado Mayor.
Desde tan estratégicas atalayas participó en negociaciones comerciales con la Comunidad Europea, o conversaciones con la Unión Soviética sobre su frontera marítima que ambos países comparten. Y lo hizo en una época caracterizada por el repunte de las tensiones entre la OTAN y la Unión Soviética, especialmente en torno al flanco norte de Europa, con Noruega, país de fuerte compromiso atlantista, en su centro.
Durante su juicio, quién acabaría siendo considerado como el mayor traidor de la Noruega contemporánea después del gobernante filonazi Quisling justificó su comportamiento por su deseo de acercar posturas entre bloques antagonistas, alegando asimismo ser víctima de un chantaje sexual de los soviéticos debido a su participación en una fiesta, celebrada en Moscú en 1975, que habría derivado en orgía. «Di información, pero nunca fui espía», llegó a decir. Unos argumentos que los jueces no consideraron en absoluto: Treholt fue condenado a 20 años de cárcel por alta traición y espionaje a favor de la Unión Soviética, uno menos de la pena máxima contemplada para estos delitos.
Las autoridades noruegas empezaron a sospechar de Treholt a finales de los setenta y su piso de Oslo fue registrado en 1982 y 1983 por agentes de la Policía que encontraron en ambas ocasiones maletines repletos de fajos de billetes en dólares. El espía admitió que correspondían a pagos del KGB. En cambio, ni jueces ni policías tuvieron en cuenta la militancia izquierdista de su juventud.
Indultado, con polémica, en 1992 por el Gobierno laborista de Gro Harlem Brundtland, Tresholt emigró primero a Chipre y después a Rusia, país en el que probó suerte en distintos negocios. No solo no se arrepintió de su pasado, sino que se convirtió en agente de propaganda rusa, repitiendo machaconamente los eslóganes de Moscú en sus intervenciones públicas. La última hace un año para justificar la invasión de Ucrania. «Por las necesidades de seguridad de Rusia y sus legítimos intereses». Lo contrario hubiera resultado extraño.
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